Patanas y guaguas

Aquí estamos de nuevo con el mismo tema, ese que trata sobre la actitud temeraria de los conductores de patanas y guaguas de transporte masivo en las calles del país

Aquí estamos de nuevo con el mismo tema, ese que trata sobre la actitud temeraria de los conductores de patanas y guaguas de transporte masivo en las calles del país. Esta vez el debate viene nuevamente con el ingrediente amargo que trae la muerte de gente que perdió la vida por la irresponsabilidad de otro, que olvida que un vehículo de motor es un arma en manos de quien lo usa sin control.

Ese accidente de ayer vuelve a sacudirnos, a indignarnos, a golpearnos, a emocionarnos, a producirnos todo tipo de sensaciones, desde la empatía a la impotencia. Y es que parece imposible lograr que estos salvajes que manejan patanas, guaguas de pasajeros, camiones o motores entiendan que son responsables de las vidas de otros, no solo la suya, la cual muchos de ellos parecen no querer.

Recuerdo la primera vez que me monté a manejar un vehículo de motor. Andaba con mi papá y mi tío Misael, y me dijeron algo que nunca olvidé: “Benji, esto mata, te mata a ti y a los que estén contigo”. No pude recibir mejor consejo en aquellos años de juventud. Todavía hoy se lo digo a todo el que puedo, porque siento que no tomamos conciencia del peligro y la responsabilidad que implica sentarse detrás de un volante. Ese accidente, como los que le precedieron y desgraciadamente los que vendrán, tienen una alta cuota de negligencia multifactorial. Primero, chocaron, literal y figuradamente, dos colosos de la irresponsabilidad en las calles, una patana y una guagua de transporte público. Segundo, la mala situación de las carreteras, faltas de atención en ese sector donde pasó la desgracia. Tercero, la ausencia de fiscalización a transportes que andan repletos de mercancías y de personas, con una situación mecánica paupérrima, pero que siguen circulando sin problemas.

Cada sector implicado en cada uno de esos aspectos sabe lo que hay que hacer, pero nadie tiene la valentía de ponerle el cascabel al gato, porque aquí los transportistas, de todo tipo, son intocables, pues su poder ha escalado la esfera política y se han convertido en una fuerza que nadie quiere tener en contra. Una vez más, nuestros políticos son los responsables, porque no quieren calentarse con esta gente.

Periodista puertorriqueño y subdirector de Diario Libre. Ganó el Premio Nacional de Literatura Puertorriqueña, Categoría Periodismo, en 2018, por sus columnas en el periódico El Nuevo Día, del cual fue director asociado.