¿Es Kenia el indicado?

Se presentó para liderar la fuerza de paz de ayuda a Haití

Kenia, un país del lejano este de África, ha dado el paso para encabezar una fuerza internacional de estabilización en Haití, bajo la idiosincracia de que ninguna nación de herencia africana debe ser dejada sola. 

La iniciativa del gobierno keniano es noble y hay que aplaudirla, porque ha sido el único país que se ha lanzado a semejante encomienda. Ahora, ¿es Kenia el indicado para realizar esta tarea? Opino que no.

No sé si por estos lares se han enterado, pero en Kenia se vive una tensión social extrema, tanta que durante las pasadas semanas una llamada a protestas de la oposición acabó con más de una treintena de muertos, en medio de una fuerte represión por parte de la autoridades policiales. ¿Es eso lo que necesita Haití? ¿Un millar de policías kenianos expertos en represión callejera? De primera instancia habrá quien responda que sí, que el desorden que existe en las calles haitianas requiere de mano dura y de dar respaldo a las operaciones de corte militar contra las bandas criminales por parte de la Policía Nacional de Haití. Eso podría tener sentido, pero si se piensa mejor, llevar africanos a tierras haitianas podría acabar mal.

El continente africano no se caracteriza por ser la meca de la paz o del respeto de los derechos humanos. Si bien Kenia es de los países más estables del continente, lo cierto es que por allá permea la corrupción a todos los niveles y me preocupa la legitimidad de las intenciones de los kenianos de enviar su gente tan lejos a dar esta pelea. 

Además, ¿no nos da vergüenza a los americanos que tengamos un país casi en anarquía en el corazón del Hemisferio y que, encima, no tengamos la capacidad de que sea uno de nuestros países el que vaya a ayudar en su estabilización y salida de la crisis? Hemos claudicado a nuestro deber solidario como continente y celebramos el gesto keniano como un triunfo que en realidad debería avergonzarnos, porque nos hemos casado con el que apareció, no con la pareja con quien de verdad hubiéramos querido empatarnos. 

Periodista puertorriqueño y subdirector de Diario Libre. Ganó el Premio Nacional de Literatura Puertorriqueña, Categoría Periodismo, en 2018, por sus columnas en el periódico El Nuevo Día, del cual fue director asociado.