Tatis Jr.

Este muchacho sufre de lo que muchos deportistas padecen, que es la incapacidad de compensar con su conducta fuera del terreno, el talento que tienen dentro de las líneas.

El jugador dominicano se presentó en una rueda de prensa con la alta gerencia de los Padres de San Diego. (Prensa Asociada)

Fernando Tatis Jr. hizo por fin lo que debió hacer desde el principio, salir públicamente, decir la verdad sobre su comportamiento y asumir la responsabilidad por sus actos. Eso lo hace grande, lo proyecta como una persona que aprende de sus errores y obliga al más duro a darle una segunda oportunidad, como jugador y como ser humano.

Este muchacho sufre de lo que muchos deportistas padecen, que es la incapacidad de compensar con su conducta fuera del terreno, el talento que tienen dentro de las líneas. Y no lo culpo, pues cuando uno en la flor de juventud recibe tanto dinero como él, lo cierto es que las posibilidades de perder la cabeza se incrementan.

Pero eso no debería ocurrir en el mundo teórico. Uno pensaría que tras una inversión como esta, una organización como los Padres de San Diego sometería a su jugador a un proceso educativo extraordinario, que lo ayude a madurar de manera exponencial en poco tiempo. Aunque no lo crean, eso no ocurre con la profundidad necesaria, porque los americanos en ese aspecto son muy favorecedores de su cultura, que establece que uno es adulto y debe saber lo que puede hacer y lo que no.  En ese contexto, estos muchachos aprenden de sus modelos, como Pedro Martínez, que, con razón, le llamó la atención públicamente al jugador, lo que incomodó a miembros de su familia. 

Me parece que la alta gerencia de los Padres de San Diego debe haber llamado a Tatis Jr. a capítulo y le debe haber dado un ultimátum en el orden de que no le tolerarán ninguna travesura adicional. Prueba de ello fue esa rueda de prensa que se ofreció el martes, que no fue poesía y se notaba la tensión entre las partes. 

Ojalá que Tatis Jr. haya aprendido la lección de malas maneras y se aleje de las tonterías que podrían costarle la carrera. Un pelotero de su clase y su valor no debe andar montado en motores, ni escalando montañas, ni sometido a ningún peligro extremo. Debe entender que tiene que superar la temeridad propia de la juventud, porque su valía está dentro de las líneas blancas del terreno de juego, no jugando a ser un “tíguere” del barrio.

Periodista puertorriqueño y subdirector de Diario Libre. Ganó el Premio Nacional de Literatura Puertorriqueña, Categoría Periodismo, en 2018, por sus columnas en el periódico El Nuevo Día, del cual fue director asociado.