Trujillo en Valle Nuevo
En 1937, Rafael L. Trujillo, en el apogeo de su gobierno, aprovechó la oportunidad de incrementar su poder y riqueza al interesarse por los recursos naturales de la Cordillera Central
En 1937, Rafael L. Trujillo estaba en la plenitud de su gobierno y agotaba la etapa de acumulación que había iniciado antes de llegar a la presidencia.
Siendo jefe del Ejército Nacional, organizó una banda de facinerosos bajo el nombre de La 42, que recorría los pueblos extorsionando y amenazando a los propietarios de fincas. En nombre del “Jefe”, compraban los predios imponiendo su precio. Aquellos que se negaban a vender eran perseguidos, encarcelados y, en algunos casos, fusilados si no cedían al interés del tirano.
Trujillo conocía muy bien el país. Como militar y político, había recorrido de cabo a rabo la geografía nacional, pero nunca se había aventurado a conocer las hermosas y fértiles montañas nubosas de la Cordillera Central. Sabía de los pinares existentes en esas montañas, pero la falta de caminos y carreteras que permitieran extraer la madera lo desalentaban. Por ello, prefería establecer su ganadería y sus caballerizas en tierras llanas, como las de su hacienda Fundación en San Cristóbal.
Aunque Trujillo tenía una fuerte inclinación a supervisar de manera permanente las áreas estratégicas de la nación como parte de sus métodos de control, encargó a su hermano José Arismendi Trujillo (Petán) la administración de todo lo concerniente a las poblaciones de Bonao y La Vega.
El hecho de que uno de sus hermanos de mayor confianza fuera el responsable de mantenerlo informado y resolver cualquier problema en esas poblaciones no implicaba que Trujillo no recibiera también denuncias e informaciones por otras vías acerca de lo que ocurría en esos lugares alejados.
Fue así como Trujillo se enteró de que su hermano Petán tenía un lucrativo negocio en Valle Nuevo, Constanza, cobrando a los dueños de aserraderos de la región un peso por cada tronco de pino procesado o manipulado.
Tan pronto como recibió la noticia, entendió que esta era una buena fuente de ingresos y ordenó preparar un viaje con el propósito de “conocer los recursos naturales del país”.
Así, el 4 de septiembre de 1937, a las siete de la mañana, salió de La Herradura acompañado de una amplia comitiva que incluía al general José Estrella, al secretario de Agricultura y a los coroneles Ernesto Pérez González y Felipe Ciprián, al mando de su escolta militar.
El grupo llegó a Sabana Iglesia y Baitoa, donde durmieron esa primera noche. A las cinco de la mañana reanudaron el viaje y al mediodía ya estaban en Jarabacoa. Allí hubo una gran fiesta que se prolongó hasta las diez y media de la noche. A la una de la mañana, Trujillo ordenó continuar la ruta hacia Constanza, donde llegaron a las ocho y quince minutos de la mañana. El gobierno glorificó este recorrido como una hazaña del Generalísimo, destacando que había completado un trayecto tan peligroso en solo siete horas y quince minutos.
Como era costumbre, el Jefe recorrió las calles del poblado, y en la noche hubo una gran fiesta.
El martes 7 de septiembre, a las seis y media de la mañana, inició el recorrido del trayecto Constanza-Valle Nuevo-San José de Ocoa. Solo tres horas le tomó llegar a Valle Nuevo. En el camino, pasaron por Rincón, donde un mulo cargado de provisiones cayó al abismo, y pararon en el caserío Las Cuevas, donde el río del mismo nombre divide Ocoa de Constanza. Allí pasaron la noche.
El miércoles 8, el grupo llegó al Pinar de Ocoa. Los médicos atendieron a 35 personas enfermas. A las seis de la tarde, Trujillo y su comitiva entraron en San José de Ocoa, poniendo punto final a su recorrido por la Cordillera Central. El trayecto completo le tomó 39 horas, equivalentes a 1.62 días.
Al año siguiente, en 1938, se promulgó la Ley 29, que creó el vedado de Constanza y declaró de utilidad pública los terrenos correspondientes a la zona de Valle Nuevo.
Trujillo mandó a mensurar a su nombre 1,172,000 tareas. En otra entrega veremos cómo, cometiendo un crimen ecológico junto a otros, destruyó este valle encantado.
Esta historia está basada en el libro Valle Nuevo, parque Juan B. Pérez Rancier y su Altiplano, escrito por Constancio Cassá y publicado por el Archivo General de la Nación.
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