El tema de la reforma fiscal
Un llamado a la vigilancia activa
Ningún presidente que disponga un aumento de la carga impositiva está exento de la crítica, la protesta y la diatriba. Luis Abinader no es la excepción.
Todos queremos y propugnamos por un país mejor: mejor salud, mejor educación, mejor seguridad, mejor transporte, mejor tránsito. Pero nadie está dispuesto a aportar un mínimo de sacrificio. Los impuestos son para los otros, no para nosotros.
Todos los presidentes de los últimos veinte años han proclamado la necesidad de hacer una reforma tributaria y fiscal. Ninguno se atrevió. Les faltó la condición de estadista, indispensable para impulsar proyectos con visión de futuro.
Los economistas más renombrados de nuestro país, todos, desde hace tiempo vienen proclamando y recomendando una reforma fiscal antes de que sea demasiado tarde y la economía sufra un daño difícil de revertir. Igualmente, los gremios comerciales y empresariales han recomendado lo mismo. Pero cuando se anuncian, reculan. Ponen peros: “Sí, pero que no afecte nuestro sector”, “Sí, pero que se respeten las exenciones fiscales”. ¿Y entonces? ¿Cómo se hace la reforma?
Luis Abinader lo ha dicho: es un presidente pro-empresario. Y él mismo lo es. Defiende el capitalismo, no coquetea con el socialismo, ni siquiera con el progresismo. Es un demócrata empedernido, ha demostrado ser un defensor del sistema democrático. No aspira a ser un dictador constitucional. Su carrera presidencial, él mismo se encargó de asegurar, termina en 2028. Para dar seguridad en ese sentido, promovió los candados constitucionales. Es decir, no anda en busca de recursos para reelegirse y seguir “montado en el palo”.
Lo que está proponiendo el gobierno no es una reforma radical. Por lo que pretende recaudar, diría que es conservadora. No va a quebrar a nadie, pero va a beneficiar a sectores vulnerables de la población y mejorará el servicio de salud pública impulsando la atención primaria, que pone énfasis en la prevención de enfermedades y la promoción de la salud.
La seguridad es vital para nuestra supervivencia como comunidad. Si no mejoramos la seguridad, seremos una sociedad dominada por el miedo, en manos de los delincuentes. Si esto llegara a ocurrir, entonces sí quebrarán muchos negocios.
También hay que invertir en la electricidad, a ver si por fin salimos de los molestos apagones. Lo mismo sucede con el transporte. Nuestro parque vehicular ha crecido demasiado y la situación en Santo Domingo es caótica; en Santiago van por el mismo camino que la capital. Si este problema no se enfrenta ahora, cualquier día la ciudad colapsará y se creará una situación de incertidumbre.
Hay otras áreas donde el gobierno ha dicho que invertirá los recursos que produzca la reforma. Son necesidades sentidas que, sin inversión, irán hacia la inoperancia, constituyendo un atraso para un país como el nuestro, que en estos momentos está avanzando hacia una economía más fuerte y sólida.
Eso sí, como ciudadanos tenemos el deber de mantenernos vigilantes para que el gobierno invierta el dinero recaudado en los sectores sociales en los que se ha comprometido públicamente a hacerlo.
El país enfrenta un desafío crucial al embarcarse en una reforma fiscal que aumente la recaudación de impuestos, reduzca el déficit fiscal y alivie el impacto del endeudamiento.
La ciudadanía espera un compromiso claro de las autoridades para reducir el gasto público, eliminar el despilfarro donde exista y dirigir los recursos hacia áreas estratégicas que impulsen el desarrollo.
Es indispensable enfrentar la evasión y fortalecer las instituciones, con mayor transparencia y un compromiso firme de perseguir a los grandes evasores, no solo a los pequeños.
Hay que crear una cultura de responsabilidad fiscal. Para el bien del país. Para el bien de todos.
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