La educación cívica, con escasa importancia en la educación dominicana (1 de 3)
El colapso de la educación cívica en las escuelas dominicanas contribuye a problemas sociales como la violencia, la corrupción y la delincuencia
Tal como muestra la reciente encuesta del MEPyD sobre cultura democrática, así como muchas otras publicadas en las últimas décadas, República Dominicana tiene serias debilidades en educación ciudadana y en valores éticos. Los indicadores de violencia, criminalidad organizada, delincuencia común, feminicidios, accidentes de tránsito, corrupción administrativa, presentan un panorama del que no podemos enorgullecernos.
Una revisión histórica muestra que estos temas no han sido prioritarios en la educación dominicana, al menos después del declive de las escuelas normales. Por más de cien años, éstas jugaron un excelente papel en la formación que recibieron los aspirantes a maestros. La masificación sin calidad de la educación pública, junto a la politización, barrió con la cívica, la moral y la ética.
Tal fue el olvido que, en los diagnósticos, planes y pactos educativos, aparecen muy pocas menciones de la cívica, la moral o la ética. Las reformas educativas se enfocaron en los pésimos resultados en lenguaje, matemáticas, ciencias y sociales, pero se olvidaron de la formación de los ciudadanos que demanda la sociedad dominicana para la construcción de una cultura democrática, honesta y pacífica.
El olvido no fue solo de las autoridades sino de todos los sectores, esta área de la educación tiene pocos dolientes. En los años noventa se tomó la decisión de eliminar la educación moral y cívica de las escuelas y colocarla como uno de los ejes transversales del currículo, bajo la responsabilidad de todos los docentes, sin tomar en cuenta que estos no están calificados en esta materia.
La educación superior tampoco ha dado importancia a esta necesidad. Las universidades masificaron sin control la carrera docente y para acceder a los subsidios estatales bajaron al mínimo los estándares de ingreso y ofrecieron títulos en programas de dos años y horario sabatino. El resultado fue la incorporación a la docencia de miles de personas que no contaban ni con la preparación profesional, ni mucho menos deontológica.
En ese contexto, la cívica, la moral y la ética quedaron ausentes de las escuelas, principalmente las públicas. La materia de religión, que siempre se ha impartido, no está orientada a llenar ese vacío deontológico, sino a ganar adeptos y tiene serias debilidades de diseño.
Ninguna de las reformas educativas de las últimas décadas incluyó entre sus preocupaciones la educación cívica, moral o ética. En el 1999 el Consejo Nacional de Educación dictó la Ordenanza 3-99 que estableció modificaciones al currículo de básica y media, reconoció el daño causado y dispuso la inclusión de la educación moral y cívica en todos los cursos. Pero esto no ha tenido impacto en la realidad de las aulas.
En el Plan de Desarrollo 2003-2012 no se incluyó componente o eje estratégico alguno a la formación cívica, moral o ética. En el del 2008-2018 solo aparece una frase referente al tema de formación en valores. Tampoco en el Pacto Nacional para la Reforma Educativa 2014 se le otorgó importancia, aparecen pocas referencias dispersas y tangenciales sobre esta problemática, con una sola mención de la ética al final de una larga lista de competencias.
La importancia de este tema es mínima hasta en la actual Constitución de la República, que apenas, en su art. 63, relativo al derecho a la educación, menciona el concepto de valores éticos, en el punto 1 y formación moral en el punto 4. En la Estrategia Nacional de Desarrollo las menciones a la cívica, moral o ética brillan por su ausencia.
En la reforma curricular del 2016, se colocó la competencia ética y ciudadana como la primera en los currículos de primaria y secundaria. Para tal fin, en el plan de estudios se le agrega el concepto “integral” a la materia Educación Humana y Religiosa que ya estaba, la cual analizaremos en otro artículo.
En resumen, esta revisión histórica muestra que en los planes educativos la formación cívica, moral y ética no ha recibido la atención que merece, situación que se manifiesta con más crudeza en las escuelas públicas.
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