Un estado privatizador
Balaguer financió grandes centros médicos privados, prohijó la creación y expansión de las Igualas Médicas y Seguros privados y autorizó a las Secretarías de Estado, a las empresas públicas y a las instituciones autónomas y descentralizadas a contratar sus servicios
“Este Seguro Social es el más atrasado. Cada dos años vengo al país y no veo avances. De regreso rindo el mismo informe, solo cambiando el nombre del funcionario. ¿Cómo te llamas?”. Esta introducción de Alfredo Conte-Grand, consultor de la OIT, no me sorprendió, pero me picó el amor propio.
Ciertamente, el Seguro Social era el más anacrónico, fruto de la dictadura de Trujillo. Excluía a los empleados públicos y a los trabajadores privados de ingresos medios; sólo afiliaba a los obreros más pobres, sin su familia, y los expulsaba cuando aumentaban de salario.
El Seguro Social continuó estático ante el crecimiento de las zonas francas, del turismo, de las industrias manufactureras y de la construcción. Surgieron bancos comerciales, universidades, empresas de servicios, medios de transporte y comunicación, entre otras actividades. Creció el acceso de la mujer a la educación superior y al trabajo productivo. Ante la parálisis del Seguro Social, las grandes empresas e instituciones contrataron un seguro médico y un plan de retiro privado.
En vez de reformar al Seguro Social para responder a una demanda generalizada de protección social, el presidente Balaguer financió grandes centros médicos privados mediante el Fondo FIDE. Se construyó la Clínica Santo Domingo, el Centro Policlínico Naco y el Centro Médico Nacional. Además, decenas de clínicas privadas se ampliaron, remodelaron y equiparon. Balaguer prohijó la creación y expansión de las Igualas Médicas y Seguros privados. Contrataron sus servicios las Secretarías de Estado, las empresas públicas y las instituciones autónomas y descentralizadas.
Doble cotización y mayor gasto familiar de bolsillo. Además, en las negociaciones colectivas el sector laboral demandó contratar igualas y seguros médicos privados. La desprotección era tan grande, que los trabajadores de bajos ingresos preferían una doble cotización, antes que depender de una atención médica gratuita, pero incierta e insatisfactoria.
Fuimos el único país de la Región, y quizás del mundo, en donde los seguros privados voluntarios y costosos, tenían mayor afiliación que el Seguro Social obligatorio. Desde luego, esa preferencia tan marcada por la atención privada determinó el carácter mixto del Sistema Dominicano de Seguridad Social (SDSS), tanto en salud como en pensión.
Esta creciente demanda por la atención privada no se debía, necesariamente, a que fuera un modelo de eficiencia, sino porque, a pesar de la cobertura limitada, superaba con creces al IDSS y a SESPAS, con servicios en horarios extendidos, sin paros ni falta de suministros, con atención personalizada y trato más considerado. La ventaja del IDSS siempre residió en los tratamientos catastróficos y en las atenciones de mayor complejidad, ya que estos servicios eran excluidos por las igualas y seguros privados.
Creación del archipiélago previsional. Más del 90% de la población carecía de un plan de retiro, desamparo que indujo a crear múltiples planes de pensiones y jubilaciones con coberturas, beneficios y financiamientos muy disímiles, conformando un “archipiélago previsional” muy complejo.
Importantes empresas privadas e instituciones públicas crearon planes de pensiones y jubilaciones particulares, para los trabajadores hoteleros y gastronómicos, los portuarios y de la construcción. También para los médicos y enfermeras, los maestros, los profesores y empleados de la UASD y los periodistas, entre otros.
Politización, clientelismo y corrupción. Como resultado de la politización y del clientelismo, el IDSS tenía 27.5 empleados por 1,000 afiliados, mientras el promedio de América Latina eran 8.3. Según Carmelo Meza-Lago, el IDSS tenía la más baja cobertura de afiliados, con 34.8 médicos por 10,000 asegurados, con un promedio de 1.1 consultas diarias. El gasto administrativo llegó al 35% del ingreso.
La corrupción arropó al IDSS: nóminas hipertrofiadas, sobrefacturación y nombramiento de centenares de sindicalistas y familiares de determinadas centrales. Según, el Dr. César Mella, ex director general del IDSS, “el IDSS fue convertido en un centro de corrupción, por los representantes gubernamentales, patronales y sindicales, lo que lo llevó al colapso total”.
La falta de voluntad política, la desprotección social, el clientelismo y la creciente privatización, impidieron la reforma del Seguro Social, y determinaron el carácter mixto, público/privado del SDSS.
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