Diáspora haitiana y diplomacia pública
Ya para 1986, la diáspora haitiana en Canadá constituía una gran amenaza para el desarrollo de nuestro turismo receptivo
A pocas semanas de haber llegado en 1986 como director de la Oficina de Turismo de la República Dominicana en Montreal, me di cuenta de que mis obligaciones laborales no debían limitarse a la promoción turística, sino a una tarea mucho más complicada y riesgosa para un joven abogado de apenas veinticuatro años. Se trataba de implementar estrategias contra la propaganda antidominicana de influyentes miembros de la diáspora haitiana en Canadá, que ya en esa época, constituían una gran amenaza para el desarrollo de nuestro turismo receptivo.
Mi superior en Santo Domingo era el Secretario de Estado de Turismo Fernando Rainieri. Recuerdo haberle enviado oficios reportando sobre “mis primeros esfuerzos de diplomacia pública en Canadá”. El Dr. Joaquín Balaguer acababa de retomar el poder. La mayoría de los haitianos que vivían en la provincia de Quebec no simpatizaban con nuestro mandatario por los vínculos que mantuvo con Rafael Leónidas Trujillo, por las condiciones de vida de sus conciudadanos en los bateyes, y sobre todo, por la “rigidez” con que manejaba la inmigración en nuestro territorio.
El cónsul general y encargado de negocios dominicano en Montreal en 1987 era Arturo Calventi; hijo del embajador Don Arturo Calventi Gaviño, primo del profesor Juan Bosch. Se trataba de diplomáticos de la más distinguida trayectoria. En esa época no teníamos embajada en Ottawa, así pude asistir a Arturo durante reuniones con funcionarios federales en Foreign Affairs Canada (hoy Global Affairs Canada). En la oficina de turismo dominicana estaba yo solo como director, no había presupuesto ni para una secretaria, pero cumplimos muchas metas. Turismo y el consulado dominicano compartían juntos 1464 rue Crescent, frente al famoso Sir Winston Churchill Pup, una de las calles más chics de la ciudad. Para verano de ese año, Don Arturo vino de paseo acompañado de su esposa para visitar a su hijo, era un gran conocedor de asuntos haitianos. Meses más tarde, pude verlo en su apartamento en la Avenida Bolívar en Santo Domingo, donde me explicó que el presidente Balaguer tenía limitaciones para emprender acciones políticas contra nuestros detractores en Canadá, debido principalmente al alcance de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe que implementó el presidente Reagan favoreciendo nuestra cuota azucarera.
A partir de 1987, inmigrantes haitianos arreciaban sus protestas en Montreal por los maltratos a “los braceros haitianos esclavos en República Dominicana”. Organizaban piquetes en la vía pública frente a nuestra oficina de turismo y consulado. Hubo casos que trataron de ingresar por la fuerza a nuestra sede. La mayoría eran refugiados disidentes del régimen de Duvalier. Tenían buenos contactos con los medios de comunicación como Radio Canada, Le Journal de Montréal y The Gazette, que les servían para sus propagandas antidominicanas. Canadienses y haitianos crearon numerosas instituciones “sin fines de lucro” como fórmula de recaudación de fondos para su autoempleo y “promover la causa”. Académicos de Quebec se referían a Haití como “la République des ONG”, de tantas que proliferaron hasta con sucursales en Puerto Príncipe y otras capitales. Hay que tomar en cuenta, que una de las ONG que más ha apoyado la lucha contra República Dominicana es Oxfam Quebec; y entre los medios de prensa, la estación nacional estatal Radio Canada.
Durante años me fue difícil convencer a dirigentes haitianos y a la prensa local canadiense, de que si bien las condiciones de los jornaleros haitianos no eran las ideales, estos vivían mejor en nuestro territorio que en Haití, que miles de dominicanos residían también en la pobreza. En vano trataba de explicarles que esos trabajadores contratados o ilegales, eran libres de regresarse voluntariamente a su tierra natal, algo que raras veces hacían. En las entrevistas en vivo de radio y en la televisión que me concedieron en Montreal, en Quebec y en Toronto, hicieron caso omiso cuando les decía y les insistía a los reporteros, de que habían dominicanos viviendo y cortando caña en las mismas plantaciones y condiciones que los haitianos. La política quebequense jugó a favor de la diáspora haitiana, ya que a mediados de los noventa unos 25,000 inmigrantes haitianos eran aptos para votar en las elecciones federales, provinciales y municipales en Canadá, mientras que solo unos 700 dominicanos podían hacerlo porque éramos muy pocos. El sufragio de los inmigrantes naturalizados iba a ser crucial para el Partido Independentista durante el referéndum de secesión de Quebec de Canadá de 1995, que no prosperó.
El clima invernal canadiense nunca fue obstáculo para que la diáspora haitiana se manifestara. Llegaron a crearnos revueltas en Montreal hasta con -20°C. Durante todo el final del siglo XX e inicios del XXI, Santo Domingo estaba muy ajena a lo que verdaderamente se venía fraguando en contra de nuestro país a nivel internacional. Era la época de inocencia de nuestra diplomacia. No se previó que la inmigración haitiana dejaría de circunscribirse a los bateyes, para extenderse masivamente a todo el territorio nacional con sus graves consecuencias en el extranjero.
Mientras tanto, del otro lado del Atlántico, emergían movimientos de la diáspora haitiana radicada en Francia, emulando los desórdenes de sus connacionales de Canadá. El propósito final era el mismo que en Montreal, mítines y ONG para bloquear la llegada de turistas hacia la República Dominicana. Recuerdo que el Club Med de Punta Cana, que llegó a dirigir mi amiga de infancia Nieves Colombani, tuvo contratiempos con reservaciones canceladas de último minuto desde París, por la mala publicidad que proyectaba la comunidad haitiana en la République de Victor Hugo.
Las décadas de los ochenta y noventa fueron difíciles para promover el turismo dominicano ante tantos desafíos; pues no teníamos el flujo de visitantes, ni la infraestructura hotelera como la conocemos hoy. Si analizamos que el primer programa de vuelos charters a gran escala hacia República Dominicana fue en 1979 con Quebecair desde Montreal, podemos entender mejor la situación en su origen. Los destinos estrellas del Caribe en esa época en Canadá eran: México, Jamaica, Bahamas y Haití. A pesar de que nuestra oficina de turismo en Montreal no disponía de presupuesto para una promoción adecuada, pudimos lanzar estrategias de asociación público-privada con los operadores de viajes canadienses, y contribuir con una campaña de base. No obstante, las primeras grandes promociones publicitarias de República Dominicana en Canadá se ejecutaron entre 1993 y 2000. Jugó un papel clave la coordinación que hicimos con touroperadores quebequenses como Yves Chaput, Lina de Cesare, Ana Malito, Sam Gorayeb, Gilles Doucet, Daniel Tessier y Luce Prudhomme, entre otros profesionales. Sin ellos, nuestro turismo receptivo no hubiese llegado tan rápido a su desarrollo actual. El mercado canadiense sigue teniendo influencia en nuestra “industria sin chimenea”, su resiliencia y fidelidad hacia nuestro mercado sirve como excelente punto de referencia para nuevos visitantes e inversionistas. Canadá es el segundo país que más turistas nos aporta. En 2022 recibimos por vía aérea 465,579 canadienses, superado únicamente por los Estados Unidos de América (BCRD 2022).
Para 2007, nuestro prestigio como nación seguía amenazado debido a los crecientes ataques con el tema haitiano. En el marco de la 3ra edición del Festival Internacional de Cine haitiano en Montreal, con sus siglas (FIFHM), que tuvo lugar entre el 19 y el 23 de septiembre, se inauguró la exposición fotográfica Esclavages au Paradis, que según reportes de los medios de comunicación de países francófonos, fue un gran éxito en París y en Montreal. Su propósito era sensibilizar al público en general sobre “el mantenimiento de la esclavitud de los cortadores de caña haitianos en República Dominicana”. Intervinieron en el festival un sinnúmero de patrocinadores, entre ellos: la Fondation Fabienne Colas, Haut Patronage de l´Organisation Droits et Democratie, Reseau Liberté, Oxfam Quebec, Amnistie Internationale Canada, Alternatives, la Chambre de Commerce et d´industrie Haitianno-canadienne y Café Selecto. También lograron proyectar documentales y cortos tales como Les Enfants du Sucre, l´Empire du sucre, Sucre noir, entre otros mamotretos.
Antes de concluir, es justo señalar, que a simple vista, parece que las acciones antidominicanas las organizaban una minoría de nacionales haitianos, pero con la agravante de que han ido ganando miles de simpatizantes en los últimos años. Los esfuerzos que hace el gobierno dominicano sobre el problema haitiano ante organismos internacionales -como en la ONU y en la OEA- son correctos. En el ámbito de la diplomacia bilateral, para el caso en especie, es de rigor y muy urgente que sigamos defendiendo nuestra reputación en el exterior con estrategias diplomáticas prolijas, con métodos avanzados de diplomacia pública y técnicas de punta en la prevención de conflictos.
Invitamos al lector abrir el siguiente enlace con datos adicionales de interés.
https://issuu.com/diploflying/docs/dr._eugenio_matos_g._activities
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