El uso de la lengua en los medios de comunicación social
La prensa, la radio, la televisión, etc., ¿forman o deforman, fomentan estos medios verdaderos valores, o, por el contrario, incentivan los contravalores en las frágiles mentes de nuestros niños y jóvenes?
La teoría pedagógica sitúa los medios de comunicación social, “mas media” o medios de información, como sería lo más aceptado denominarlos, dentro de los llamados poderes educativos, entendiéndose como tales, todas aquellas instituciones u organismos que ejercen influencia educativa en el individuo. Son, al decir de Francisco Larroyo, las “Agencias que más activamente influyen en la formación de las nuevas generaciones”. Los demás poderes educativos son la escuela, la familia, la Iglesia y el Estado.
No es posible hablar de los medios de comunicación social al margen de la función educativa, orientadora y cultural que estos están llamados a desempeñar en el seno de la sociedad. La influencia educativa que ejercen, especialmente en las mentes de niños, jóvenes y adolescentes es sumamente poderosa, por cuanto moldean los gustos, pensamientos y sentimientos del individuo, y de manera dialéctica o progresiva contribuyen a configurar su visión del mundo.
Se ha repetido hasta la saciedad que la radio, la prensa y la televisión informan, instruyen y educan. Tal realidad, al menos en el plano teórico, así tenemos que concebirla. Sin embargo, cuando observamos las maneras como se comportan muchos de los actores que en estos medios interactúan, muy pronto nos convenceremos de que la anterior no es más que una declaración huera o carente casi por completo de sustancia formativa.
A la luz de lo que es y ha sido la práctica cotidiana de los diferentes medios de información que operan en República Dominicana, valdría la pena preguntarse, ¿cumplen los medios precitados con la noble misión de ejercer influjos positivos en las jóvenes generaciones de nuestro país?, ¿educan realmente tales medios? La influencia que estos ejercen, ¿es positiva o negativa?
En otras palabras, la prensa, la radio, la televisión, etc., ¿forman o deforman, fomentan estos medios verdaderos valores, o, por el contrario, incentivan los contravalores en las frágiles mentes de nuestros niños y jóvenes? ¿Posen nuestros comunicadores y los propietarios de media plena conciencia del papel educativo que están llamados a desempeñar?
Y en lo que al uso de la lengua respecta:
¿Poseen los actores de estos medios clara conciencia acerca de la influencia que ejercen en el saber lingüístico de la sociedad dominicana?
Todos estos cuestionamientos afloran casi de manera automática a mi pensamiento:
a) Cuando aprecio la débil presencia de programas educativos en la radio y la televisión.
b) Cuando percibo la elevadísima proporción de imágenes agresivas que se proyectan diariamente por nuestra pantalla chica.
c) Cuando leo en la prensa los calificativos peyorativos o epítetos martillantes, insultantes y denigrantes que suelen utilizar nuestros líderes políticos, religiosos y sindicales para combatir las ideas de sus oponentes.
d) Cuando en lugar del argumento razonado y fundamentado teóricamente, en el debate político se apela al insulto y a la ofensa de tipo personal.
e) Cuando observo o escucho aquellos programas de radio y televisión en los que la chercha insustancial y los comentarios insípidos, chabacanos o carentes de peso social constituyen sus principales soportes.
F) Cuando aprecio el bajo nivel académico que muestran la mayoría de los locutores que laboran en las estaciones de radio, muchos de los cuales, en lugar de hablar, más bien lo que hacen es vocear frente a un micrófono.
g) Cuando escucho a un locutor o productor de televisión emitir argumentos baladíes, baladronadas o blasonadas intrascendentes de inconfundible carácter pedantesco, carentes por completo de la más mínima importancia para el interés colectivo y bastante distorsionadores del comportamiento de la gran masa de telespectadores.
h) Cuando leo los reportes noticiosos plagados de errores ortográficos, sintácticos y semánticos.
i) Cuando escucho la desastrosa pronunciación, vulgaridades, exabruptos, procacidades, “malas palabras” o inmundicias verbales emitidos por muchos de los que se dedican a comentar las noticias a través de la radio y la televisión, expresándose como si estuvieran en el banco del parque o en la gradería del estadio
j) Cuando leo o escucho a muchos de nuestros cronistas de farándula en cuyos comentarios se hace más hincapié en la vida personal del artista que en el trabajo profesional por este realizado.
Me pregunto, finalmente, si los medios de comunicación social de República Dominicana cumplen cabalmente con su papel educativo, cada vez que observo a muchas de las personas que a ellos tienen acceso, maltratar o irrespetar los más elementales principios de la lengua de Cervantes.
El autor es profesor universitario de Lengua y Literatura.
dcaba5@hotmail.com
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