Cátedras ciudadanas y educación en valores
El Minerd inauguró un programa de formación en valores
El Ministerio de Educación acaba de inaugurar un programa de formación en valores que ha titulado, cátedras ciudadanas. Consideramos muy oportuno este programa, tanto por la distorsión de valores que caracteriza nuestra sociedad, como por la poca relevancia que en ocasiones se dispensa, en nuestras escuelas, a la formación del carácter de nuestros estudiantes.
En la medida que la institución familiar se debilita como resultado de los múltiples factores que inciden negativamente en su funcionamiento, con el consecuente debilitamiento de los lazos que deben existir entre los padres y los hijos, más necesario se hace que la escuela, como organización formal establecida para educar a las futuras generaciones, asuma funciones que a la familia se le hace cada vez más difícil desempeñar.
De igual manera, los cambios que los avances científicos y tecnológicos están provocando en el mundo del trabajo hacen necesario que las personas desarrollen lo que se suele denominar competencias blandas, consideradas éstas como condición necesaria para su éxito, tanto en el mundo laboral, como en el social. El desarrollo y fortalecimiento de una sociedad democrática pasa por tener ciudadanos impregnados de prácticas, actitudes y valores de convivencia social basados en la tolerancia, el respeto a los demás y a sus formas particulares de actuar y de ver el mundo.
Debemos estar conscientes de que la tarea de formar en valores es muy compleja y que requiere, como dice el adagio africano, de toda la tribu, para que sea efectiva.
En ese contexto, un programa como el de las cátedras ciudadanas pudiera convertirse en un catalizador para que las familias, la escuela y los demás sectores de la sociedad centren su preocupación en la necesidad de formar en valores a las nuevas generaciones.
Los valores que se practican en el hogar, así como la cultura política prevaleciente en la sociedad, expresada en el comportamiento de su liderazgo político y social, comportamiento que manifiesta con hechos qué es lo que verdaderamente la sociedad valoriza, son elementos tanto o más determinantes en la formación en valores de las nuevas generaciones, que lo que el maestro puede hacer en su salón de clases.
A este respecto es siempre refrescante recurrir a ejemplos ofrecidos por los clásicos. Plutarco, en su libro Vidas Paralelas, da cuenta de la vida de Arístides, egregio ateniense, quien fundamentaba su dedicación y compromiso con el servicio público en su sentido de la justicia, del honor y su amor a la patria. La práctica de estas virtudes no impidieron, mas bien provocaron, que en algún momento sus conciudadanos le llevaran al ostracismo. Nombrado procurador de las rentas públicas, puso al descubierto los robos cometidos por quienes detectaban el poder en ese momento. Esto produjo un gran movimiento en su contra, llevándolo incluso a juicio.
Después de esta reacción, Arístides aparentó bajar la guardia y actuó con más indulgencia con los usurpadores del erario público Debido a esto, cuando se presentó la ocasión de una nueva elección para el puesto que ocupaba, aquellos que lo habían acusado ahora se levantaron en su defensa, apoyándole para que siguiera en su puesto. Para ello hicieron los más encendidos elogios, pero cuando ya se iba a proceder a la votación Arístides increpó a los atenienses diciéndoles: “conque cuando me conduje bien y fielmente me maltrataste; y cuando he dejado abandonado crecidos caudales en manos rapaces, me tenéis por el mejor ciudadano. Pues más me avergüenzo del honor que ahora me hacéis, que de la injusticia pasada; y me indigno contra vosotros, para quienes parece más glorioso el favorecer a los malos, que poner cobro en los intereses de la República. Dicho esto, descubrió las malversaciones de sus panegiristas y encomenderos, con lo que los hizo callar, y recibió de los hombres de bien una verdadera y justa alabanza.”
Este ejemplo nos indica cuán difícil es navegar en las aguas procelosas de la actividad pública, manteniendo un compromiso y una conducta apegada a las más acrisoladas virtudes como son la justicia, la honestidad, el cuidado estricto al bien común por encima del bien particular. Ejemplos como estos constituyen verdaderas cátedras ciudadanas.
En estos tiempos, como diría Don Quijote, tan calamitosos, hacen falta más que nunca ciudadanos que, como Arístides, estén dispuestos a permanecer en la miseria y sufrir el ostracismo para conservar el respeto y la consideración que la práctica de las virtudes mencionadas generan.
El país necesita lecciones de este tipo para educar a nuestros jóvenes en las virtudes ciudadanas. Las mismas deben ser la inspiración del trabajo de nuestros maestros en las aulas, pues sin ejemplos como éstos es difícil para el maestro, con sólo la palabra, educar en las virtudes ciudadanas. Pues, que modelo deben los jóvenes seguir, ¿lo que el maestro dice o lo que los líderes hacen?
Las cátedras ciudadanas deberían ser un motivo para que la sociedad dominicana tome conciencia de la importancia de reflexionar sobre estos plateamientos y de buscar las mejores formas para que nuestras futuras generaciones desarrollen los valores y los comportamientos esperados de una ciudadanía responsable.
Si queremos, como sociedad, que nuestros niños, niñas y jóvenes se impregnen de conducatas y valores dignos de una ciudadanía responsable, tenemos que asumir con hechos nuestra responsabilidad colectiva en su educación. El legislador, cuando en sus actuaciones legislativas antepone los intereses públicos al interés particular, el empresario cuando antepone el bien común a sus beneficios personales, el líder social cuando antepone el servicio a los más vulnerables sobre servirse a si mismo, el comunicador social cuando su apego a la verdad prevalece sobre su éxito mediático, cada uno de estos actores cuando actúa con apego a estos fines ejerce una función pedagógica sobre la formación de las nuevas generaciones, indicándoles el norte que debe regir su comportamiento.
En la medida que nuestros estudiantes encuentren coherencia entre lo que el maestro les enseña en el aula y lo que observa que se valoriza en la vida familiar y social, en esa misma medida será más efectiva la formación en valores que la sociedad desea promover.
Las cátedras ciudadanas que el Ministerio de Educación ha puesto a disposición de todo el mundo deben ser vistas, no como dirigidas exclusivamente a las escuelas, sino como una interpelación a cada ciudadano para que actúe correctamente como condición necesaria para que nuestros niños, niñas y jóvenes se formen en los valores, las actitudes y los comportamientos que todos deseamos con el fin de construir una sociedad cada vez más solidaria, justa, respetuosa y promotora de la dignidad humana.
La educación de las nuevas generaciones es responsabilidad de todos, no solo del maestro, aunque éste y los padres tienen la mayor cuota.
Esperamos que la comunidad educativa y otros sectores sociales utilicen eficientemente este recurso que el Ministerio ha puesto a su disposición para contribuir a la formación en valores.
Trabajemos por una educación de calidad con equidad, orientada fundamentalmente al aprendizaje de nuestros estudiantes para que las futuras generaciones desarrollen, a través de prácticas educativas diseñadas de manera pertinente, los valores ciudadanos que harán posible la construcción de una sociedad cada vez más democrática y solidaria y seres humanos más felices.
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