Sobre el Vuelo de Silvano
La memoria siempre es fragmentaria, defectuosa, incompleta, como somos los humanos -pequeños seres que se pierden en el tráfago existencial, en el decurso del tiempo. Uno trata de rescatar momentos, retratar episodios, retro proyectar la película, tal como la vivió o mejor aún, tal como recuerda que la vivió. El artículo sobre Silvano, escrito y publicado hace una década al acaecer su muerte, se tituló originalmente Silvano Luz. Era testimonio vivencial sobre un amigo, con trazos y trozos de su fecunda existencia que nos marcó como generación. El sujeto era Silvano. Las referencias a Arte y Liberación y al Frente Cultural Constitucionalista que él encabezó, con mención de algunos miembros señeros, no agotaban la matrícula, mucho más vasta, de ambos movimientos. Particularmente del segundo, que juntó gente de varias generaciones y campos de actuación, por el carácter del propósito.
Amablemente Johnny Pacheco me observó en un mail la ausencia de Ada Balcácer. Una paleta imprescindible y militante, la Bacá, una morena hermosa sembradora de poesía visual en estos trópicos de verde intenso y enrojecidos atardeceres, de seres que se metamorfosean, que llevo prendada en el alma. Fundadora de Mujeres Aplicadas a la Industria (MAI) que elaboró muñecas de papel maché con su rostro de lucero, cuya retrospectiva en el arte disfruté hace poco en el Centro León. Conecté así con la lista de la plástica, referidos en el artículo unos trece. Faltaba Rotellini, Gaspar Mario Cruz, Justo y Julio Susana, Liz, Bidó, Martínez Richiez, Haché, Azar, Soucy y también Dionisio, de regreso de Nueva York en el 65, quien se sumó a la gesta. Igual Nicolás Pichardo, grafista formidable y héroe anónimo, responsable de la calidad de múltiples formatos (periódicos, octavillas, carteles, telas), sólo reconocido por la CIA en su fichero. Y en el lente testimonial, Milvio Pérez, Pérez Terrero y Thimo.
Mi hermana Flérida, vinculada a Arte y Liberación, menciona en otro mail a cuatro integrantes que partieron: Jacques Viau, Rubén Echavarría, Pepito Guerra y Plinio Pina. Jacques, poeta y mártir de la Guerra de Abril, caído en combate el 15 de junio del 65, cuando los norteamericanos lanzaron su ofensiva contra la Zona Constitucionalista y él se hallaba en la línea de resistencia del comando B-3. Lo registro vestido de kaki, un jabao buenmozo de ojos galanos, este hijo cordial de mi querido profesor de francés de la Normal, Monsieur Alfred Viau, un culto caballero todo dignidad, quien residía en el Hotel Universal (el Hotel Cosmos del relato de Antonio Lockward). Con Jacques compartíamos sueños que nos hermanaban en la isla. Era parte de la mesa redonda del Café Sublime. Su muerte motivó en Silvano un sentido homenaje pictórico y al poeta Juan José Ayuso estos versos: "Pasa Jacques Viau,/montado en una estrella,/por el cielo invadido/ abajo nadie duerme/ todos ven a Jacques pasar/ montado en una estrella/ abriendo un surco claro/ para que el sueño quepa..."
Rubén Darío Echavarría, poeta y actor, el maestro de ceremonia que presentaba vibrante a Manolo en los mítines del Parque Independencia. Miembro de una familia comprometida en las luchas contra Trujillo desde la década del 40 con sus hermanas Ligia y Dinorah en Juventud Democrática, luego en el movimiento clandestino 14 de Junio que pasó por La 40, con Vinicio y él mismo sentados en el suplicio de la silla eléctrica. Pepito Guerra, otro baluarte de las tablas, bonachón hijo de ferretero español con local frente al Aeropuerto General Andrews, hermano de Diego, quien formó cuerpo con los hombres ranas de Montes Arache. Plinio Pina Peña, pionero del Cine Club Dominicano, quien marchó a Madrid a estudiar historia y antropología, fundador del Museo del Hombre.
Entre la gente fundamental de teatro, figuraba en primera línea el actor Iván García, a quien admiré en Se busca un hombre honesto y en Espigas Maduras de Franklin Domínguez -otro ícono de las tablas, director de prensa de cinco presidentes, incluido Caamaño, autor galardonado y cabeza de Bellas Artes. Militante del 14 de Junio, Iván recibió formación política en Costa Rica en el Instituto alentado por Figueres. Activo en las jornadas culturales y políticas de la época, fue una de las voces de Radio Santo Domingo Constitucionalista. He seguido su espléndida carrera como actor, dramaturgo -asistí con Rafaelito Alburquerque a su obra Más allá de la búsqueda en 1963-, director, narrador, ensayista, docente, reconocido y premiado. Recién coincidimos en la exposición con motivo de su labor de vida que se montó en el Teatro Nacional durante el IV Festival Internacional de Teatro. Desde La ópera de tres centavos, Esperando a Godot, Edipo Rey, Duarte, El beso de la Mujer Araña, hasta el musical El Hombre de la Mancha, pasando por su Andrómaca, una sola línea de calidad profesional. La de un maestro.
Siempre estaba ahí, con sus ojazos hermosos, de rogativa, y ese hundidito saleroso en el mentón, Delta Soto Grullón, actriz de raza, quien formaría pareja en la vida y el teatro con Rafael Villalona, prohijadores del Nuevo Teatro de la San Juan Bosco. Rafael Añez Bergés, en su casa funcionó una pensión, que alojó a muchos jóvenes participantes en esos movimientos de El Conde efervescente de los 60. Un testigo de excepción, hombre de teatro como dramaturgo, animador de espacios culturales, como La Carreta en los 70. Un buenazo. Rafael Vásquez, actor destacado, jugó un rol combativo en Radio Santo Domingo Constitucionalista, junto a Iván, Fernando Casado, el Pera, Mario Báez Asunción, Luis Armando Asunción, López Brache, Lora Quezada, Núñez Fernández, Acosta Tejeda, Pérez Vargas, Torres Tejeda, Nelson Sánchez, Veloz Burgos, Franklin, Moyita y Martha Jean, mi vecina. Y la vibra orientadora de Peña Gómez.
Leonte Brea, una figura central en muchas cosas. En su hogar de la Salcedo formamos la Unión de Estudiantes Revolucionarios, junto a Otilio Mercedes, J.P. González Pons, Ramón Mella "Mellita", Peña Ramos, Defilló, Elsa Expósito, Martínez Richiez. Pana del poeta Alfonseca. Lector voraz, dínamo, articulador. Hoy un fraterno académico sólidamente formado en psicología, filosofía y ciencias políticas en México, uno de los mejores cerebros analítico y lógicamente estructurado con los que he convivido por más de medio siglo. Apasionado de la cátedra, que generoso prodiga con sapiencia.
César Pina Toribio me escribe. "Me has vuelto a dar un severo golpe de nostalgia, pues narras con precisión admirable las tertulias de la calle El Conde, en el Café Sublime o en el Jai Alai. Muchas tardes pasé junto a los que mencionas. De entonces data mi amistad con Héctor Dotel, él ya un bachiller y yo aún en el liceo recién designado Juan Pablo Duarte, para borrar el ominoso nombre anterior. Te recuerdo a ti, a Lockward, Cestero, Condecito, Grey... Las noches de los viernes en el patio del Consistorial, donde me encontré con una voz que no me ha abandonado nunca: Miguel Hernández. Rememoro el improvisado mural que decía "Arlanzón, díselo al Sena. Dile que en la noche escuchas mi soledad, mis cadenas". Ahí supe por vez primera de Alberti y de León Felipe y de la Guerra Civil tras un amplio testimonial poético.
Me llega a la memoria aquel viernes que la Policía irrumpió en el Canal 7 para detener a Bonillita, cuando un profesor que luego tuve y admiré gritó con su apagada voz: 'General Imbert, salve la Patria'. Los que estábamos en el Consistorial salimos a saber qué estaba pasando, advertidos por las voces que proclamaban el rumor, y nos encontramos saliendo del local del 1J4 a Manolo, quien nos explicó lo que pasaba. Fue entonces cuando conocimos la pizza del Sublime, mientras oíamos sentencioso a Patín Maceo contar sus anécdotas, unas sabias, doctas, otras pícaras.
Recuerdo las lecturas Grey, Miguel, Silvano (un poema suyo sobre una noche en el Palais de Justice parisino) de las poesías publicadas en Brigadas Dominicanas, que dirigía Aida Cartagena, una revista cuya colección completa conservé hasta que la regalé a un amigo del alma quien hizo recientemente su vuelo, como Silvano, Enrique Eusebio, poeta. Con Silvano hice amistad y cuando se le negó la entrada escribí, no sé si en El Nacional o en La Noticia, un corto artículo con el título de Silvano debe volver. Recientemente Tirso Ramírez me regaló una fotografía de la primera presentación pública de Pedro Mir, tras su regreso del exilio, en el Centro Social Obrero, auspiciada por ASOCOVIFRA (Asociación Cultural de Villa Francisca fundada por Hernández Luperón). No sé cómo pudo identificar Tirso a un jovencito cabizbajo, para entregarme ahora ese pasaporte a la nostalgia de una época que fue en buena medida, responsable de lo que todos los que allí estábamos, somos hoy. En fin, ha sido para mí un especial regalo a los recuerdos, que por vividos, resultan ahora tan reales. Gracias por esa memoria y esas memorias."
Efraím Castillo: "Gracias, estimado José, por incluirme en tu artículo del sábado. El movimiento Arte y Liberación, al que tú perteneciste siendo un jovencito, casi un niño, buscaba en aquel maravilloso estadio de nuestra historia, en la literatura y el arte, una sólida expresión de vida. Contaba en el ambiente barrial de San Carlos, en donde nos reuníamos casi a diario, con la casa de Miguel Alfonseca -lugar en el que Ramírez Conde no cesaba de dibujar-, las de Leonte Brea, Grey Coiscou y la tuya. Extendiéndose muchas reuniones hasta el histórico Café Sublime de El Conde, donde se anexaban Ramón Oviedo, Héctor Dotel, Jeannette Miller, Antonio Lockward, Iván Tovar, José Cestero, Rafael Calventi, Armando Almánzar, Juan José Ayuso, Jacques Viau (que no mencionaste en El Vuelo de Silvano, y fue propulsor de la maravillosa corriente que adoptó como suya Arte y Liberación sobre el Movimiento Domínico-Haitiano de Liberación), el adolescente Pedro Caro, y otros que, ojalá, no se escabullan de estas cansadas y oxidadas neuronas, que sólo ejercito para terminar obras que el tiempo me ha arrebatado."
La saga seguirá.