La seudo-ciencia de Piketty
"Es por eso que la teoría económica tiene que ser fundamentada en fuentes históricas que sean tan completas como sea posible, y en este respecto Marx no explotó todas las posibilidades disponibles para él. Aún más, él dedicó poca reflexión a la cuestión de cómo una sociedad en la que el capital privado había sido totalmente abolido se organizaría política y económicamente -un tema tan complejo como ningún otro, como ha sido evidenciado por los experimentos de trágico totalitarismo llevados a cabo por países en donde el capital privado fue abolido." Thomas Piketty, 2014
El Capital en el Siglo XXI es el libro del momento. Tiene el atractivo que puede ser leído con interés sin la necesidad de ser un profesional de la economía. Desde el principio, Thomas Piketty nos trae la nostalgia de Marx. No es pura coincidencia que haya titulado su libro en franca alusión a la obra cumbre del economista y filósofo alemán. Aunque aclara -en diferencia con Marx- que su esfuerzo va dirigido a salvar al capitalismo de su dinámica autodestructiva. Armado con una serie estadística -que comienza a ser cuestionada- de trescientos años se siente superior al autor de El Capital, a quien le atribuye no haber explotado debidamente las evidencias históricas para lograr un mejor pronóstico de la suerte del capitalismo. Precisamente, esa excesiva confianza en los datos históricos es, a mi modo de ver las cosas, el principal escollo que tiene Piketty para darle un verdadero carácter científico a sus planteamientos. Un defecto metodológico compartido con Marx.
El planteamiento metodológico de Piketty tiene sus antecedentes, además de Marx, en la escuela historicista alemana de economía (Schmoler, List, y Weber, entre otros) que postulaba exactamente la misma idea de Piketty de que la teoría económica debía ser el resultado de la experiencia asociada con los procesos históricos. Una idea que a simple vista luce como una verdad irrefutable, pero que sometida a un escrutinio más profundo no resiste el peso de la razón. No olvidemos que el materialismo histórico es la «ciencia» de la historia, según su creador. Y en este sentido, Marx bien pudiera ser considerado como parte de la mencionada escuela historicista. El problema es, con el perdón de los amigos historiadores, que no puede haber una ciencia de la historia, del pasado. La historia es una disciplina social -innegablemente importante y necesaria- que estudia el pasado. Pero de ella no se pueden extraer leyes de carácter científico de cara al futuro.
Cada periodo histórico tiene sus particularidades, en donde procesos complejos se conjugan de manera única e irrepetible. Esas cambiantes condiciones no permiten generalizar comportamientos esperados sustentados en una realidad previamente observada. Un ejemplo de esto fue el supuesto descubrimiento del economista Bill Phillips -basado en la experiencia histórica- de que la inflación y el desempleo mantenían una relación inversa. Sin embargo, en los 70's la curva de Phillips sufrió un mentís a la luz del comportamiento de la economía en Estados Unidos, dejando seriamente cuestionado al modelo keynesiano. De nuevo, las realidades históricas son irrepetibles, y cuando un pronóstico se fundamenta en esas realidades la probabilidad de ser rechazado por una nueva experiencia es muy alta.
Tal pudiera ser el caso de los pronósticos de Piketty -asesor del gobierno socialista de Hollande en Francia. Su interpretación de que la tasa de retorno del capital (una limitada interpretación de lo que es el capital, pues no incluye al capital humano) tiende a ser mayor que la tasa de crecimiento del producto, y que, por lo tanto, el capitalismo está destinado a profundizar la desigualdad, es definitivamente especulativa. En este sentido, el destacado economista español Xavier Sala i Martin -uno de los más reputados expertos en desarrollo económico y profesor en Columbia University- sostiene que la lógica de Piketty "tiene un pequeño problema: ¡ES FALSA!", y explica que esa desigualdad entre retorno del capital y el crecimiento de la economía es una condición de «eficiencia dinámica», en lugar de una contradicción del capitalismo. Y concluye que la relación de esas dos variables es "compatible con unas desigualdades de riqueza cada vez mayores, cada vez menores o simplemente iguales."
Pero es el propio Piketty que nos da la clave para desconfiar de sus conclusiones. Según sus cálculos la desigualdad se redujo en gran parte del siglo XX, para luego incrementarse en lo que va del siglo XXI. En consecuencia, debemos cuestionarnos por qué un patrón de desigualdad que no ha sido uniforme a través de la historia tiene que reproducirse de forma indefinida en su nueva manifestación. No hay razón, ni siquiera desde su perspectiva historicista, para suponer que la desigualdad crecerá inevitablemente.
Piketty no necesitaba escribir las primeras tres partes del libro, para concluir en la cuarta parte con una propuesta confiscatoria, desde el punto de vista impositivo. De hecho, desde hace un par de años ha recomendado al gobierno francés -como señala Sala i Martin- que tal política tributaria fuera aplicada. Como destacó The Economist, el libro de Piketty es un buen esfuerzo en materia de historia económica, pero una mala guía de política económica. Todavía queda un buen trecho antes de que la retórica populista de Piketty pueda ser separada de ese gran esfuerzo.
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