Un pacto social es para que la gente viva mejor
Tampoco tiene sentido un pacto que no defina cómo vamos a tener y financiar gobiernos municipales en los que la población confíe y de los que espere soluciones a sus problemas de infraestructura básica y servicios comunitarios. No caricaturas de gobiernos locales como los que tenemos.
Se ha hecho común pensar, quizás apoyado en criterios de muchos economistas, que la idea de un pacto fiscal es para eliminar el déficit y garantizar la sostenibilidad de la deuda. Pues para eso no puede ser. La sociedad no se embarca en un desafío de esa naturaleza si es para seguir viviendo igual.
El pacto fiscal es para que la gente viva mejor. Para que se resuelvan sus problemas; o gran parte de ellos. La sostenibilidad de la deuda lo único que hace es evitar que las cosas empeoren en el futuro, lo cual es una gran cosa, pero insuficiente para mover ahora a los sectores sociales.
Un pacto fiscal es un gran acuerdo nacional para que la sociedad defina cuánto va a aportar para lo público, por cuáles medios (con cuáles impuestos) lo aportará, cómo se usará el dinero y qué cambios debe experimentar el Estado para hacer bien lo que tiene que hacer.
Yo no aconsejaría a ningún gobierno embarcarse en movilizar la conciencia nacional por un parche tributario que, al fin de cuentas, va a dejar casi todo como está. No tiene sentido un pacto si la mayor parte de los problemas fiscales van a permanecer como están.
Por ejemplo, cómo la sociedad dominicana va a tener y a financiar un buen sistema de seguridad social, capaz de garantizar a la gente un mínimo de bienestar al término de su vida laboral, bien sea con pensiones contributivas para los que puedan cotizar, y asistenciales para los que no puedan.
Tampoco tiene sentido un pacto que no defina cómo vamos a tener y financiar gobiernos municipales en los que la población confíe y de los que espere soluciones a sus problemas de infraestructura básica y servicios comunitarios. No caricaturas de gobiernos locales como los que tenemos.
Supongo que el país no llegaría de buen gusto a un acuerdo de esa naturaleza que deje sin tocar el sistema de remuneraciones públicas, con instituciones en que son los propios funcionarios los que deciden cuánto van a ganar, y se autoasignan sueldos, regalías, exoneraciones (y después pensiones) millonarios, que superan hasta 100 veces el sueldo de humildes servidores.
No vale la pena embarcarse en negociar un pacto en que no se defina cómo vamos a solucionar el tema de la deuda cuasifiscal, no solo por lo que cuesta actualmente, sino porque constituye un cuchillo apuntando al corazón de nuestra sociedad, que amenaza la estabilidad y el progreso futuro.
Y no me parece correcto entrar en una negociación política para un pacto que no alcance para crear un Estado funcional, con legitimidad frente a los ciudadanos, porque está en condiciones de proveerles servicios eficientes de policía y seguridad ciudadana, justicia, salud, educación, agua y preservación del medio ambiente. Y de invertir en infraestructura pública un porcentaje apreciable del PIB.
Claro está, nada de eso se consigue con una carga tributaria de 14%, para ello se requiere cobrar más impuestos, y administrarlos honesta y eficientemente. Se necesita mucho más para lo que, en un país de ingresos medianos, la población esperaría tener. Hablemos claro, la República Dominicana no es tan pobre para tener la policía que tiene, la educación, la salud ni la seguridad social que tiene. Podemos aspirar a algo más.
Si es para solo darles tranquilidad a los acreedores, entonces mejor busque paliativos al déficit y a la deuda haciendo una minirreforma tributaria, pero a eso no le llame pacto fiscal, dejemos eso para cuando la sociedad esté preparada a discutirlo seriamente.
Entonces ahí veremos a quien le toca pagarlos. Estemos conscientes de que, es cierto que el sector privado necesita incentivos: todos queremos que el país tenga mucho desarrollo fronterizo, desarrollo de la intermediación financiera, muchas inversiones en turis- mo, en industrias, en zonas francas, en el negocio cinematográfico, en electricidad, mucha inversión inmobiliaria y desarrollo del mercado hipotecario, mucho internet y telecomunicaciones, que los ricos puedan educar sus hijos en buenos colegios y universidades sin pagar impuestos (ya que los pobres no pueden).
Todo eso queremos, pero entonces vamos a ver quién va a financiar el Estado que desearíamos tener. Porque creo que todos estaríamos de acuerdo en que los pobres no deben ser, y a ver cada vez que se menciona un impuesto cómo todos nos declaramos pobres de solemnidad.
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