Primarias: entre odios, chercha y grandes olvidos
Vivimos un momento catártico. Muchos vacían sus enfados; otros, su euforia. No muy pocos han cobrado viejas venganzas, sobre todo cuando ven que algunos de los que hoy reclaman con furia ocuparon posiciones de mando en anteriores crisis electorales y nada hicieron a favor de la transparencia. Además, no es dable que la memoria colectiva se resista a sortear esos recuerdos. Pero donde la crispación detona es en la cima del PLD, y es que llegamos, sin clarinadas, a la batalla final de los dos caudillos; al epicentro del Armagedón.
Leonel y Danilo, en las antípodas de las ambiciones, afinan sus garras para batirse en un duelo a muerte. Ambos están heridos: Danilo con el rencor fresco por la frustración a su plan de repetir; Leonel resentido porque un improvisado y sin luces le arrebató en diez semanas una candidatura que suponía merecer por simple aclamación. Los dos creían que debían ir y ninguno llegó, razón honorable para destruirse hasta el polvo. Podrán hacer lo que quieran dentro del cuadrilátero del partido, pero jamás arrastrar a una nación al torrente de sus odios. Cada quien tendrá sus motivos, pero no son los del país. A la nación le convocan razones más transcendentes, como solventar esta crisis preelectoral que ellos mismos han creado. Pero deben entender que el país no es el PLD ni que el futuro pende de sus caprichos.
La oposición, siempre minusválida, se acomoda en las primeras filas solo para esperar los bonos que le sacará al pleito oficialista. Mientras, los jueces y árbitros hacen pucheros, ofendidos porque les cuestionan un proceso del cual no tienen total control técnico en una era donde el jaqueo es tan rutinario como tomarse una Viagra. Lo de la renuncia Guinness de aquel juez fue patético y pone en perspectiva la pavorosa incomprensión del momento que vivimos.
El CONEP, como siempre, dando cátedras de cinismo, al amparo de un libreto ya ajado: ¡Apoyo a la Junta! El soso estribillo del pasado como si se discutiera la integridad del organismo. ¡Por Dios! ¿Cuándo dejaremos la paternalista creencia de confundir los actores con los procesos; de pensar que el derecho a denunciar fallas constituye un ataque a la moralidad personal o de la institución? Apoyar a la Junta en esta crisis debe significar conciliar lo sospechado con lo comprobado a través de los protocolos técnicos forenses. Esto no es un problema de moralidad de los jueces, sino de autenticar la integridad y robustez de un sistema frente a las intrusiones y manipulaciones de terceros. Obvio, sabemos que para algunos directivos del gremio empresarial esto es un pálido pretexto de apoyo a su gobierno, repito, a su gobierno. En iguales términos se pronunció el martes la mayoría del Comité Político del PLD, un manifiesto que parecía elaborado en la torre corporativa del CONEP.
Cada quien está en lo suyo pretendiendo sacar ventajas de una coyuntura como si el mundo se acabara con ella. El ambiente, dominado por la sobreactuación política, luce atestado de amagos y falsías; de bravuconadas paridas por un machismo con ovarios. Puros melodramas. Unos, plegados en apariencia a la causa de Leonel; otros, deseosos de empujarlo por el derrocadero mientras dicen respetar sus derechos. Aquí nada es sincero; todo es un montaje de fachas y poses. Pocos están en lo que debieran: en el control de los procesos y las garantías electorales sin importar por el momento quién es el que reclama porque ese pudiera ser el espejo roto en el que veamos nuestras frustraciones en las próximas elecciones. Tenemos un gobierno desesperado que le pone precio a todo.
Vivimos un momento de chercha: memes, candongas y descalificaciones. En ese tornado de pasiones la gente opina, se enfada, celebra, goza y se olvida de lo esencial: la seguridad de la democracia electoral, más cuando tenemos unos comicios en apenas ocho meses con los mismos procesos y actores. Esta situación debe ser aprovechada seriamente para activar una vigilancia sistemática, cercana y de rigor a un proceso vulnerable frente a un gobierno empecinado en mantenerse en el poder con un partido quebrado y un candidato de silicona.
Nadie en sana conciencia puede decir que todos los vicios denunciados son fruto de una imaginación delirante o de resabios. Así como hay argumentos débiles o exagerados, existen cuestionamientos troncales sensiblemente perturbadores; racionalmente inaceptables en cualquier escenario.
Me preocupa la despreocupación de la Junta, el lenguaje desdeñoso y destemplado del presidente (como si estuviera haciendo las cosas por puro fastidio). La más beneficiada de esta situación es ella porque, aunque forzosamente y con disimulos, ha tenido que aceptar que no debe fiarse de sus controles internos y que los sistemas no son infalibles. Que su consabida seriedad no suple las fragilidades de los procesos. Que no obró con prudencia cuando puso a prueba una votación automatizada sin una validación calificada previa. Es un tema de gerencia y fiscalización.
Esta experiencia puede dejar traumas, como la mayoría de los procesos vividos, pero nos puso a pensar más allá de lo presumible en un sistema de votación nuevo. La Junta no debe realizar la auditoría forense a la defensiva procurando un resarcimiento moral a su desempeño. No tiene motivos ni derechos a sentirse agraviada. Debe obrar con sentido racional, espíritu de verdad, actitud neutral y sin deliberar intenciones. ¿Acaso la implementación de la automatización en estas primaras no fue en parte para probarla? Bueno, pues ya se hizo y, quiera aceptarlo o no, su operación reveló inconsistencias. Solo le resta aceptar y manejar este trance con paciencia, respeto y cuidado. Dejemos la chercha y tomemos esto en serio; que el momento pasa y el país queda.
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