Lula: encerraron al hombre y liberaron el mito
Una izquierda democrática como la tuvo Chile, Brasil y Uruguay es otra cosa, es la que más le conviene al sistema democrático. Crecimiento económico con libertades e instituciones democráticas.
Pensar y actuar en términos políticos es mucho más complejo que hacerlo como abogado o empresario. En política tener la razón no necesariamente significa triunfo lógico o resultados inmediatos.
Brasil le ha enseñado al mundo lo que todos sabían. Odebrecht no es la excepción. Ni fue el gran corruptor de los políticos de América. Ya estaban corrompidos. Y para aprovechar ese sistema establecieron el “mecanismo” que hacía la corrupción más eficiente y operativa.
Lula no debe estar preso por un apartamento con el cual no existe prueba que lo relacione, que nunca ocupó, que nunca le fue transferido, vendido o alquilado. Lula debe ser juzgado por prohijar o tolerar la gran corrupción de los más poderosos contratistas de Brasil, ahora acusados de corrupción.
Como escribiera Mark Weisbrot en The New York Times, “la evidencia en contra de Lula da Silva está muy por debajo de los estándares que se tomarían en serio, por ejemplo, en el sistema judicial estadounidense”. Y fue el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), el de Lula, que otorgó autonomía al poder judicial para investigar y procesar la corrupción en el gobierno.
A su vez, a la presidente destituida, Dilma Rousseff no se le destituyó por corrupción, de hecho, se le acusó de una maniobra contable para hacer que el déficit presupuestario federal pareciera temporalmente menor de lo que era. Algo que otros presidentes y gobernadores en Brasil y en otros países habían hecho comúnmente sin consecuencias. El propio Procurador Federal concluyó que no se trataba de un delito.
Por otro lado, ese mismo Lula fue el que sacó a 10 millones de personas de la pobreza. Y que desarrolló políticas de inclusión social y humanas muy positivas para Brasil.
Una cosa bien hecha, no perdona la otra incorrecta. El punto es que para entender lo que sucede en Brasil no solo hay que analizar las pruebas o la ausencia de pruebas del caso judicial sino la fragilidad del Estado de derecho y la independencia del poder judicial, además de los intereses políticos y geopolíticos que influencian este proceso como un todo.
En los últimos 20 años se fue fortaleciendo el denominado “eje bolivariano” con Venezuela a la cabeza y sus petrodólares, cercano al gobierno de Cuba y la emergencia de líderes de izquierda de trascendencia continental. Esta corriente política e ideológica tomó el control de la agenda de América Latina en las primeras dos décadas del presente siglo. Ecuador, Uruguay, Argentina, Nicaragua y Brasil alinearon esfuerzos y se unificaron abiertamente en este orden. Otros como Chile, Costa Rica y República Dominicana se entendieron con esta agenda del momento mientras contribuían con los lineamientos derivado del “Consenso de Washington”.
Desmantelar el “eje bolivariano” fue y es agenda de Washington. Que nadie se sonroje de ingenuidad, estos son movimientos estratégicos típicos en la geopolítica internacional. Así lo hacen Rusia, China, la Unión Europea, Cuba y un largo etcétera.
Durante décadas Washington ponía el bate, la pelota y los guantes. De momento, el sur bolivariano tenía sus propios bates, sus pelotas y sus guantes. Y el referee era Cuba.
“Lava Jato” fue el golpe esperado por el norte. Ese mecanismo de corruptela transnacional tenía el suficiente calibre para ser el pivote para influenciar y hacer girar la agenda continental. Lo lamentable es que este proceso haya erosionado la democracia, retornando a la vigencia de las teorías de conspiración.
La historia demuestra que la izquierda extrema y autoritaria no tiene que ser destruida. Ella se autodestruye. Son fábricas de pobreza. Nadie ha detenido ni podrá detener la emigración forzada buscando oportunidades y libertades que no tienen en su país. Desde Cuba a Miami, desde Venezuela a Colombia.
Una izquierda democrática como la tuvo Chile, Brasil y Uruguay es otra cosa, es la que más le conviene al sistema democrático. Crecimiento económico con libertades e instituciones democráticas. Su presencia y aportes fortalecen el estado de derecho. Pero la ceguera no es exclusiva de la izquierda, también es de derecha.
Ahora en Brasil y probablemente en las Américas, “el mito de los pueblos irredentos” será Lula. No porque es o no es inocente, sino porque sus detractores y opositores fueron torpes, extremistas y vengativos. Encerraron al hombre y liberaron el mito.
Associate MIT-Harvard Public Disputes Program, Universidad de Harvard.