Las extensiones de la UASD
La más antigua Universidad del Nuevo Mundo tendría que contemplar otro movimiento renovador más acorde con el segundo milenio.
Cuando Francisco Caamaño y los miembros del gobierno constitucionalista firmaron el 3 de septiembre de 1965 el acta institucional que ponía fin a la guerra civil que siguió al derrocamiento de Donald Reid Cabral el 24 de abril de ese año, reconocían de manera implícita su derrota y legalizaban la Pax americana que las fuerzas de intervención lideradas por Estados Unidos contemplaban para que República Dominicana no se convirtiera en una segunda Cuba en sus narices.
Los que no admitieron la derrota fueron cayendo, incluido el mismo coronel Caamaño (febrero de 1973), en uno de los tres períodos consecutivos que le fueron necesarios a Balaguer, presidente elegido en junio de 1966, para dejar sobre raíles la Paz americana.
Decir que los “constitucionalistas” fueron derrotados no es una provocación. Bosch, según sus propias palabras, explicó años después que había participado en los comicios de 1966 porque si se abstenía las tropas norteamericanas no hubieran salido del país.
Esos cuatro meses de guerra civil significaron una revolución para República Dominicana. El cambio que no experimentó el país a la muerte de Trujillo en 1961 se produjo después del 24 de abril de 1965. A su llegada a Santo Domingo en octubre de 1961, Juan Bosch, intelectual de renombre y reconocido líder del exilio dominicano, se dio cuenta de que República Dominicana era el mismo país que había dejado en 1938 cuando se marchó a Puerto Rico.
La intelligentzia dominicana, con raras excepciones, creía en la democracia y se opuso a los civiles y militares que el 25 de septiembre de 1963 malograron, con su irresponsable golpe de fuerza, el primer intento democrático luego de 31 años de dictadura.
La Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), que se había convertido en el laboratorio de las ideas desde la caída de la dictadura en 1961 no salió derrotada de la Revolución de Abril de 1965. Al menos eso pensaron algunas de sus autoridades y la izquierda revolucionaria que no creían en la victoria de la Pax americana.
En la primera Universidad del Nuevo Mundo, hubo también, a la luz de los acontecimientos de la primavera de 1965, un movimiento que dio al traste con las ideas obsoletas que sobrevivían de la dictadura de Trujillo y, sin miramientos, fueron expulsados del cuerpo docente brillantes catedráticos de la Medicina, del Derecho, de la Ingeniería y de la Arquitectura juzgados al calor de los eventos como “reaccionarios”.
La UASD se posicionó igualmente como enemiga del gobierno surgido de las elecciones de junio de 1966 basada en un supuesto fuero universitario (extraterritorialidad) que le había sido concedido junto a la autonomía en los meses posteriores al ajusticiamiento del tirano durante el corto primer mandato de Balaguer (1960-62). Fuero que el propio Balaguer nunca reconoció negándose incluso a conceder un aumento presupuestario a la Universidad primada que años atrás le había expulsado de su cuerpo docente.
El reclamo presupuestario de la UASD y la indiferencia del gobierno significó un gran revés para el nivel académico de la vieja casa de estudios y un estímulo para la creación de las numerosas universidades privadas que existen hoy día en República Dominicana.
Al terminar la “guerra” gobierno-UASD, el presupuesto de la institución comenzó finalmente a ser tomado en cuenta por el gobierno. La “Paz” definitiva, si se le puede llamar así, vino con la victoria de Antonio Guzmán en 1978, aunque en los últimos años del gobierno de los doce años de Balaguer, gracias a un mejor presupuesto y forzada por un aumento de la población estudiantil, las autoridades universitarias abrieron las primeras extensiones en San Francisco de Macorís y Barahona, CURNE y CURSO respectivamente, con la finalidad de llevar la Universidad a los habitantes de esas regiones. La iniciativa tuvo éxito.
Antes del 4% del PIB para la educación, existían varias extensiones de la UASD, además de las dos primeras, que funcionaban en Bonao, Duvergé, Hato Mayor, La Vega, La Romana, Mao, Nagua, Neyba, Puerto Plata, Santiago, San Pedro de Macorís, San Cristóbal, San Juan de la Maguana, Moca, Higüey y Santiago Rodríguez y, como si no fuera suficiente, en estos días de agosto de 2021 fue inaugurada en Baní una nueva extensión por lo que me pregunto: ¿puede la UASD administrar con eficacia 18 recintos y la sede principal?
En París, por ejemplo, existen 12 Universidades con sus autoridades propias e independientes unas de otras; algunas especializadas en humanidades y ciencias sociales; otras en Derecho, ciencias exactas y de la salud cuyos diplomas son reconocidos por el Estado francés. Igualmente existen universidades de fama y reconocimiento internacional en las grandes ciudades de Francia y todas, con sutiles diferencias, bajo la tutela del ministerio de Enseñanza Superior.
¿No podría pues la UASD comenzar un proceso de descentralización en busca de un mejor desempeño? ¿No sería mejor que cada una de sus extensiones fueran igualmente autónomas y administradas por sus propias autoridades? La más antigua Universidad del Nuevo Mundo tendría que contemplar otro movimiento renovador más acorde con la tercera década del segundo milenio de la era cristiana.
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