Imágenes del totalitarismo
No es necesario el sonido cuando el sufrimiento se desprende de los rostros de hombres, mujeres y niños condenados a muerte por el nazismo. Mein Kampf son los doscientos mil muertos de Stalingrado, los seis millones de judíos exterminados en campos de concentración más 48 millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial.
En la edición de Diario Libre del pasado 23 de junio de 2021, aparecen los resultados de una encuesta del PNUD en la que se revela que al 58% de los dominicanos no les importaría un gobierno no democrático si fuera eficaz. Los que respondieron a esa encuesta no se detuvieron a pensar entonces en el precio de esa “eficacia”; no recordaron el régimen no democrático de Trujillo. Esa “nostalgia” de ciertos desaprensivos me recordó a Mein Kampf (1960), el documental de Erwin Leiser, que registra, con imágenes espeluznantes, el totalitarismo de la Alemania nazi (1933-1945).
Mein Kampf [Mi lucha] de Adolf Hitler, considerado doctrina del nacionalsocialismo alemán, es el título que utiliza Leiser para trazar el itinerario, apoyándose en imágenes impresionantes, de un fanático que llevó al mundo a una catástrofe que dejó un balance de 54 millones de muertos.
La primera imagen de este filme, paradójicamente, es un texto: “Todas las imágenes de este filme son auténticas. Todo lo que aquí se muestra sucedió realmente a mediados de este siglo [del XX]. Será necesario mucho tiempo para describir de manera exhaustiva la tiranía de Hitler”.
Si este documental existe se debe única y exclusivamente a los mismos nazis que filmaban sus acciones sin pensar que dejaban en el celuloide el horror de sus años de poder: “Este filme”, escribe Leiser, “sobre los años de sangre es dedicado a todas las víctimas de Hitler, en Alemania y en el mundo. Advierte a aquellos que viven hoy día y nos recuerda que todo ser humano tiene derecho a llevar una vida humana”.
Mein Kampf es una antología de imágenes de los acontecimientos históricos que permitieron que un iluminado que creía en una raza superior y que para historiadores y politólogos prominentes les parecía imposible que Hitler tomara el poder: la derrota de Alemania en 1918, el humillante Tratado de Versalles y la galopante crisis económica durante la República de Weimar alimentaron el vertiginoso desarrollo de las ideas nacionalistas y racistas de las que Hitler no tardó en hacerse el adalid.
Con imágenes fijas o en movimiento de los años del agitador Adolf Hitler, Leiser da cuenta de cómo cinco años fueron suficientes a este desquiciado para convertirse en un personaje político de importancia en la Alemania derrotada y humillada de 1918. Su combate se alimentaba, además del nacionalismo, del antisemitismo subyacente en Alemania. El 8 de noviembre, al conmemorarse el quinto aniversario de la derrota de 1918, Hitler intentó un golpe de Estado, lo que le costó una condena de 5 años, pero sólo unos meses de prisión. En la cárcel le dictó a Rudolff Hess Mein Kampf.
Entre los momentos más ricos del documental figuran los que corresponden a la accesión al poder de los nazis, en particular, la llegada de Joseph Goebbels al recién creado Ministerio de Propaganda cuando el horror comenzó a filmarse desde aquel aciago 30 de enero de 1933.
Imágenes que Leiser utilizó para contar cómo los nazis llegaron a tener el poder absoluto de Alemania que ponen los pelos de punta al más insensible de los hombres: hoguera de libros considerados degenerados; prohibición de los partidos políticos excepto el Nacionalsocialista; medidas antisemitas y anti-extranjeros; campos de concentración; invasión a países vecinos y provocar una segunda guerra mundial. Acciones aplaudidas por el pueblo alemán e ignoradas por las potencias occidentales que esperaban, aunque posteriormente se trate de negar, que Hitler destruyera a la Unión Soviética.
Esos primeros años desfilan en la pantalla de manera tan coherente que nos parece absurdo que en un país como Alemania haya podido ocurrir semejante locura.
Leiser sintetiza la Guerra Mundial en el ghetto de Varsovia: “La tragedia polaca muestra muy bien lo que aquello significaba. País más golpeado, Polonia ilustra bien aquí la suerte común de todas las zonas de ocupación”. Los campos de concentración, las cámaras de gas destinadas a judíos, gitanos y comunistas y la invasión a la Unión Soviética completan estas imágenes del horror del totalitarismo. El episodio del ghetto parece un filme de ficción. Es tan coherente que resulta difícil aceptar que esas imágenes sean auténticas. Allí hombres y mujeres vivían como ratas en lucha por la supervivencia, como querían los nazis. La escena del niño que, a pesar del hambre y la miseria, puede bailar y la de la niña que dice a su padre que hubiera preferido ser un perro porque los centinelas no los golpeaban.
Imágenes silenciosas. Sin música ni ruido. No es necesario el sonido en momentos en que el sufrimiento se desprende de los rostros de hombres, mujeres y niños condenados a muerte por el nazismo. Mein Kampf son los doscientos mil muertos de Stalingrado, los seis millones de judíos exterminados en los campos de concentración más 48 millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial.
Todo el horror de la Alemania nazi no se hubiera producido sin la complicidad de todo un pueblo, como deja entender el magistral documental de Erwin Leiser. El error colectivo no es condenable. El Nacionalsocialismo y el totalitarismo, sí.
Hitler y Goebbels eludieron su responsabilidad al suicidarse, los demás condenados, con excepción de Albert Speer, no reconocieron su responsabilidad durante el proceso de Núremberg en 1945. Leiser concluye con imágenes de los cadáveres de los campos de concentración y una frase cargada de premonición: “Esto no debe producirse nunca más, nunca más...”
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