Es EEUU el que ha dicho “Welcome China”

América ya no es sólo para los americanos, la están compartiendo con los chinos, mientras la Casa Blanca se pelea con los europeos y se entretiene con los rusos.

Desde la década de los 90, del siglo pasado, Michael Schifter y Peter Hakim vienen publicando en “Current History” y “Foreign Affairs” “que las relaciones entre Estados Unidos y América Latina están en su punto más bajo desde la Guerra Fría”. Para la misma época, el historiador británico Nial Ferguson juzgaba que desde 1998 “ha habido una erosión inexorable de la influencia de EEUU al Sur de Río Grande”. Los artículos de Schifter presentan la idea de “Ventajas no aprovechadas” mientras que Hakim señalaba tanto la baja relevancia de América Latina “a los intereses centrales de la política externa de USA” como la falta de comprensión por parte de los gobiernos del norte de una región que sería objetivamente cada vez más importante para Estados Unidos.

De su parte Fergurson presentó la tesis de que América Latina se ha ido escapando lentamente de la influencia de Estados Unidos. Su punto mas crucial fue cuando el eje bolivariano tomó por asalto la agenda del cono sur y del Caribe. Vencido fácilmente por la falta de visión estructural sostenible de la política y la economía hicieron fracasar ese eje.

Algunos sostenían la tesis que EE. UU. había vuelto a la política de principios del siglo XIX, cuando América Latina estaba empezando a independizarse, y EE. UU. decidió no intervenir en la política de los nuevos países americanos. Promoviendo la idea de alejar a los europeos del continente: “América para los americanos”.

Nada más alejado de la verdad, esto así porque la expansión territorial de Estados Unidos hacia el oeste fue voraz, había parte del territorio mexicano que los norteamericanos querían poseer para llegar hasta la costa del Océano Pacífico. Es en ese momento cuando se proclama la teoría del “Destino Manifiesto”, que justificaba la idea de que Estados Unidos tenía el derecho natural de expandirse y dominar otros territorios porque era superior a otras naciones. Esta idea justificó que los norteamericanos se quedaran con gran parte del territorio mexicano, los actuales estados de Texas, California y Nuevo México.

Mas adelante, cuando EEUU se había expandido y era una gran potencia industrial, su política hacia América Latina fue de sometimiento por dictaduras, control económico y militar. El objetivo era seguir sacando del continente a los europeos que aún tenían colonias en América y proteger los intereses de las empresas norteamericanas instaladas en varios países latinoamericanos. A esta relación entre Estados Unidos y América Latina se la conoció como la política del “Gran Garrote” y fue impulsada entre otros por Theodore Roosevelt. Uno de sus logros más importantes, por su valor estratégico militar y comercial, fue la desmembración de Colombia para la construcción del canal de Panamá por empresas norteamericanas. El “Gran Garrote” señaló el inicio del imperialismo norteamericano y su incorporación al grupo de las potencias mundiales.

Desde principio del siglo XX, América Latina se convirtió en una zona de mucha importancia para los Estados Unidos. El gran desarrollo industrial de los EEUU necesitaba de dos cosas: grandes cantidades de materias primas extraídas con mano de obra barata y un mercado mayor que comprara sus productos de consumo.

México, por su parte, dejó de ser el líder de América Latina para convertirse en el aliado del norte. Los posteriores Tratados de Libre Comercio no fueron, sin embargo, aprovechados por los EEUU según las tesis de Schifter, Hakim y Fergurson.

Vino la administración Obama, que según Jeffrey Golberg en “The Atlantic”, fue un internacionalista idealista que intentó regular la arrogancia con multilateralismo, pero sin grandes logros ni avances en política exterior. En su excesiva prudencia con China, Obama afirmó: “Tenemos que temer más de una China debilitada y amenazada que de una China exitosa y creciente”, esgrimiendo que si China mantiene su “crecimiento pacífico” será un socio para EEUU. En efecto, China ha seguido creciendo pacíficamente y es un socio para EEUU, pero con su propia agenda.

Así entra la Administración del presidente Trump, un hombre impredecible, sin una estrategia coherente de relaciones exteriores, con sanciones y castigos a quienes tratan de tener con China las mismas relaciones que los EEUU tienen con ella.

China avanza inexorablemente. La primera ingenuidad fue de los EEUU que la trató, en términos legales y comerciales, con un trato más preferencial que a las democracias europeas. Y con esa gran ventaja competitiva camina con profunda coherencia estratégica. Mientras, EEUU amenaza, regaña, se contradice y de hecho retrocede. Da la impresión de que no sabe qué hacer con América Latina ni con la misma China.

América ya no es sólo para los americanos, la están compartiendo con los chinos, mientras la Casa Blanca se pelea con los europeos y se entretiene con los rusos.

*Associate MIT -Harvard Public Disputes Program. Universidad de Harvard.

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