¿Romperá Kamala Harris el techo de cristal?
¿Está Estados Unidos listo para una presidenta de color?
Cuando Hillary Clinton perdió las primarias del Partido Demócrata en 2008 de su contrincante Back Obama pronunció un conmovedor discurso en el que se refirió a su gran esfuerzo por romper “el más alto y más duro techo de cristal” de la política de Estados Unidos. Se refería al hecho de que ninguna mujer había llegado a la presidencia de ese país y ni siquiera ninguno de los dos grandes partidos políticos había presentado a una mujer como candidata presidencial. Ocho años más tarde, siendo ya candidata presidencial de su partido, volvió a evocar la metáfora del techo de cristal, pero tampoco pudo lograr su meta al perder del candidato del Partido Republicano Donald Trump.
En las elecciones de 2008, Obama obtuvo un triunfo verdaderamente impactante pues no sólo alcanzó la mayoría del voto popular, sino también un holgado triunfo en los colegios electorales: 365 contra 173 de John McCain. Ni George W. Bush antes que él ni Trump después estuvieron cerca de lo que logró Obama, quien, además, resultó ser el único candidato demócrata que, en mucho tiempo, obtuvo la mayoría del voto de los blancos. Ganó Estados que los demócratas no ganaban en décadas, como Virginia, Carolina del Norte e Indiana, así como todos los Estados que en las elecciones subsiguientes (2016, 2020 y 2024) han sido cerradamente disputados (Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Georgia, Nevada, Arizona y Carolina del Norte).
En cambio, Hillary Clinton perdió de Trump porque no pudo ganar ninguno de esos siete Estados llamados “Estados columpio” (swing States) porque se mueven de un lado a otro en el espectro político, entre los cuales hay tres (Pensilvania, Michigan y Wisconsin) que el Partido Demócrata había ganado en elecciones sucesivas. Aunque Clinton ganó el voto popular, perdió de Trump en los colegios electorales 232 a 306. Todavía se discute qué pudo haber pasado para que Clinton, una de las personas más preparadas que se haya presentado a la competencia presidencial, perdiera esas elecciones. Tres factores sobresalen en esa explicación: uno, la fatiga de una buena parte del electorado con la saga de los Clinton; dos, la incapacidad que mostró para conectar con la clase trabajadora blanca en esos Estados competitivos (ella llegó a referirse de manera un tanto despectiva respecto de los votantes de Trump); y tres, su condición de mujer, de lo cual no se habla mucho por pura vergüenza, pero que probablemente fuera la razón de más peso para que ella perdiera esas elecciones.
Curiosamente, cuatro años más tarde, Joe Biden, además de ganar el voto popular, viró los números de los colegios electorales en su competencia con Trump: 306 a favor del primero y 232 a favor del segundo. Desde luego, Biden ganó los siete Estados que Hillary no pudo ganar, lo que explica que alcanzara el mismo número de colegios electorales que Trump obtuvo en el 2016, quien, a su vez, alcanzó un número similar al de Hillarry Clinton. Biden, por supuesto, es hombre, tenía una larga historia de relación con la clase trabajadora y pudo lograr un balance entre progresistas y moderados que resultó atractivo a una parte indecisa del electorado.
En 2024, la competencia electoral está de nuevo centrada en esos siete Estados “columpio” pues los demás están definidos de antemano. Esto es lo que hace que las elecciones en Estados Unidos vuelvan a ser tan cerradas y competitivas. La pregunta clave es: ¿romperá Kamala Harris el techo de cristal que Hillary Clinton se propuso, sin éxito, romper? Los analistas de datos electorales construyen múltiples escenarios de cómo cada candidato podría obtener la mayoría de los colegios electorales en tanto se presume que Harris ganará el voto popular.
Harris reúne tres características que, sin duda, rompen esquemas en la competencia presidencial de Estados Unidos: primero, es mujer; segundo, es de color; y tercero, es hija de dos inmigrantes, la madre proveniente de la India y el padre de Jamaica. Cuando Trump y J. D. Vance atacan inmisericordemente a los inmigrantes están, indirectamente, atacando también a la propia candidata demócrata pues evocan imágenes perturbadoras que ellos quieren que se asocien a ella, aunque la esposa de Vance es también hija de dos inmigrantes de la India.
Harris tiene algunas ventajas frente a Hillary Clinton. La primera se proyecta más natural, menos intelectual, más pragmática y con más capacidad de conectar con los electores sencillos de comunidades pequeñas, con un compañero de boleta -Tim Waltz- con raíces rurales y un estilo de vida muy distante del elitismo del que los republicanos acusan a los demócratas. Harris también ha generado más motivación en los jóvenes que lo que Hillary logró en su momento, al punto que hay quienes hacen comparación entre Harris y Obama en cuanto a su capacidad para motivar a los jóvenes. Por demás, ella ha mostrado carácter, disciplina, capacidad para absorber informaciones y una gran efectividad en la comunicación, lo que quedó demostrado en su debate con Trump.
No obstante, al final del día su triunfo o derrota dependerá de si el electorado indeciso en los siete Estados en disputa se inclina a favor o en contra de su candidatura. ¿Está el electorado estadounidense ya preparado para llevar a la presidencia a una mujer de color e hija de dos inmigrantes? ¿La medirán con la vara del mérito y la capacidad o, en cambio, intervendrá en su contra el machismo, el racismo y la xenofobia?
El desafío que ella tiene es enorme: mantener la disciplina en su campaña; responder a las necesidades, angustias e inseguridades de una parte del electorado desencantado con las élites políticas; defender sus convicciones progresistas, pero mostrando apertura y tolerancia hacia sectores más moderados y atrayendo la mayor cantidad posible de votantes republicanos de la corriente reaganista no trumpista; convencer a la mayoría del electorado que puede confiar en ella; y lograr que se le vea como una candidata que garantizará unidad, orden y decencia en el ejercicio de la presidencia, algo que su oponente ya mostró que es incapaz de hacer. En fin, ¿logrará Harris, finalmente, romper “el más alto y duro techo de cristal” de la política estadounidense que ninguna mujer ha podido lograr? El tiempo dirá.
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