El Gobierno vive de la duda...
Quiere apretar, pero no se atreve a hacerlo...
Cuando se habló de subir el precio de las placas, y se adelantaron montos exagerados, todo el mundo dijo que no, y el gobierno prudentemente echó para atrás.
Ahora vuelve por sus fueros, pero con el aumento del peaje, y al igual que entonces, el coro entona el estribillo ya conocido de que no.
Las autoridades encuentran en la duda su mejor estado de situación, y se espera que otra vez deje la pelota encima del guante y no cante play ball.
El problema no es la placa, ni tampoco el peaje, y ni siquiera las sumas a cobrar. El ciudadano se siente abrumado, y no quiere pagar impuestos, ni tasas ni contribuciones.
Nada de nada.
Quiere se le tenga más consideración, que se le cambie de nomenclatura, y que no se le vea como vil contribuyente cuyos bolsillos deban financiar obras necesarias o caprichosas.
Se siente cercado, acosado, perseguido, como si sólo tuviera obligaciones y no derechos. La voracidad incontenible del gobierno lo desborda.
Desde la calle recuerda, incluso a ritmo de merengue que "...si siguen apretando la tuerca, se puede correr la rosca...".
El problema no es la placa, ni tampoco el peaje, y ni siquiera las sumas a cobrar. El ciudadano se siente abrumado, y no quiere pagar impuestos, ni tasas ni contribuciones.
Nada de nada.
Quiere se le tenga más consideración, que se le cambie de nomenclatura, y que no se le vea como vil contribuyente cuyos bolsillos deban financiar obras necesarias o caprichosas.
Se siente cercado, acosado, perseguido, como si sólo tuviera obligaciones y no derechos. La voracidad incontenible del gobierno lo desborda.
Desde la calle recuerda, incluso a ritmo de merengue que "...si siguen apretando la tuerca, se puede correr la rosca...".
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