Los funcionarios ni se asustan...
La declaración de bienes no muerde...
Si un transeúnte juicioso ve que una voladora le viene encima, justo es que ceda el paso. Evita el impacto y salir herido o perder la vida. Otros, sin embargo, actúan a la deriva. Se quedan tranquilos, como si no fuera con ellos, esperan el desenlace, aun cuando sepan que podría ser fatal.
Los funcionarios que no hacen declaración jurada de bienes, por ejemplo, no suben a las calzadas ni aunque les rueguen, y prefieren correr el riesgo del medio de la calle.
La Procuraduría de ahora afirma como doctrina lo que antes se suponía: todo el que no de cuenta de sus propiedades al asumir un cargo público, tiene intención de corromperse. El ministerio público lleva la presunción a verdad absoluta, y logra lo que todavía no una ley: revertir el fardo de la prueba.
Nadie que se enriquezca en el gobierno es inocente hasta que demuestre lo contrario. En el pasado había que hablar inglés, en la actualidad por lo menos mandarín.
Se pensó que ante la nueva situación, los funcionarios en falta irían corriendo a ponerse al día. Pero no, ni se enteran. Con un vaso en la mano se afanan por las hechas sin preocuparse por las sospechas.