De verdades a medias a puras mentiras
Cada quien tiene que asumir su rol
Un cura bañado en sangre, afirmando frente a cámaras que el Ejército entró a su comunidad a masacrar y “partir” a todo el que se encontraban de frente es una mala imagen que conmueve a cualquier ser humano.
Pero que el mismo sacerdote, menos de 24 horas más tarde, cambie su versión y de repente ya no sabe quién o cómo fue golpeado es una mala señal.
Manifestar, primero, que se producía un desalojo, luego que se desarticulaba una protesta contra una presa de colas y una minera, para terminar diciendo que el reclamo se trataba de “comunitarios” incómodos porque los obligaban a vender sus tierras baratas, es caer en una pérdida total de credibilidad, sin importar que sea cierto o no.
En medio de todo esto, las autoridades, tanto civiles como militares relacionadas con la situación, se dedicaron a dilatar una respuesta de forma inexplicable e injustificable.
Todo el ser vivo tiene derecho a la protesta pacífica y a defender sus posiciones.
Mentir para lograrlo es manipulación y hacerse la víctima para lograrlo se convierte en chantaje.
¿No hay mejores formas de cuidar las formas?
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