Cartografía de la Penson

De la nostalgia a la modernidad, el viaje por las avenidas de la ciudad

Reflexión sobre la evolución de ciertas avenidas en la ciudad. (Archivo/Diario libre)

Avenida César Nicolás Penson, 1985. Los que han pasado por este lugar entienden perfectamente algo que habrá entendido Robert K. en los años ochenta. Confieso que esta avenida se presta para hacer algo que hicieron Arva Moore Parks y Carolyn Klepser con algunas calles de la Magic City. Ahora, recapitulado con cierto grado de nostalgia, todo se convirtió en un paseo que heredamos de los almendros de Gazcue. Es de entender que el Dr. Olivier, dueño de la casa en donde se hospedó Kesting, tenía claro que todos leíamos los pasos de una tía en Baltimore. Esta avenida lleva el nombre del autor de Cosas añejas, un libro que leía con los de Verne en las manos. Las páginas del libro de Penson se salían y tenías que recuperarlas para insertarlas. Muchos años después, esta avenida permanece incólume, aunque las torres han imperado en otras partes cercanas.

En esta calle, el auto de Joaquín Balaguer, ya averiguado que era un Ford Mercury Grand Marquis de 1978, demostraba que era enérgico. Pasaba justo enfrente de la Biblioteca Nacional para llegar al Palacio. Yo salía a encontrarme con él a la altura de la calle Caonabo. Me encontraba justo enfrente de la entrada a una biblioteca que es, nadie lo duda, uno de nuestros principales edificios. Está claro que esta avenida tiene enormes casas que no han sucumbido con el paso del tiempo, algo que no ha ocurrido con otras edificaciones de un Gazcue que aún tiene nostalgia. Caminaba en una Feria del Libro para llegar a esa farmacia donde escuché la narración histórica de Tomás Troncoso del home run de Ozzie Smith en el quinto juego de la Serie de Campeonato de la Liga Nacional entre los Royals de Kansas City y los Cardenales de San Luis (NLCS). En la César Nicolás Penson me encontraba cuando Smith, que no había conectado home run en Series de Campeonato o Serie Mundial, conectó el batazo. Troncoso se creció y todos los escuchas nos dimos cuenta de que la narración había sido profética.

Avenida México. Robert Kesting escuchaba VH1 y MTV antes de que yo lo hiciera. Estaba adicto a la Pepsi Cola de aquellos años. No tenía el peinado de Eddy Van Halen, pero sí lo celebraba en la casa donde el Dr. tenía claro que se habitaba en un prodigio de la arquitectura. El tiempo había pasado y no nos dimos cuenta porque Chris Evert Lloyd y Martina Navratilova habían diseñado el mundo, lo mismo que habían hecho McEnroe e Ivan Lendl.

Pasábamos por aquí para ir a la naranja mecánica y ver a Tito Horford ser entrevistado en un pasillo mucho tiempo antes de ser contratado por los Milwaukee Bucks. Uno piensa: es increíble que la historia sea una espiral indetenible. Horford no sabía que cruzábamos por la México para ir a verlo, al tiempo que la Liga de Baloncesto estaba en su auge: Vinicio Muñoz, Máximo Tepo Tapia, Hugo Cabrera, Iván Mieses, Evaristo Pérez, Víctor Hansen, Winston Royal, Chu Mercedes, Eugene Richardson, entre otros. Era otra época y la vivimos en la avenida México como si no hubiera otro lugar en el mundo hasta que el lugar mágico de Malibú nos llegó con un Cinemax que cautivaba a todos.

Calle Primera de Bella Vista, 1992. Colecciono estos rincones que en verdad pueden ser igualados por otros que fueron parte de la infancia de muchos. En esta calle, en los noventas (¿el futuro es inasible?), se podía comer un chimi de la época. Las bancas de apuestas estaban a la orden del día. Organizado el mundo en torno a Don Mattingly y Wade Boggs, uno pensaba que esta calle tenía el diseño correcto.

La afluencia de gente a los nuevos supermercados donde leíamos a algunos autores en un periódico al que después iríamos (me refiero a El Siglo), con las manos disponibles para leer en el archivo las historias que narraban un montón de agudos periodistas. Era cierto: corrimos el maratón de la historia para entregar una sospecha que terminaría en las apuestas a Colorado y a los Yankees con un tío que conocía a Balaguer (estoy hablando de hace 30 años). La gente que salía de la Guácara Taína (algo de mágico tenía), pasaba por aquí para disfrutar un poco, sin la visión de lo que terminaría en convertirse toda esta zona con sus torres levantadas.

El autor es mercadólogo, escritor y melómano nacido en 1974.