Algo más sobre el proceso independentista
La visión de Federico García Godoy sobre el elitismo del proyecto independentista de 1821
De conformidad con Federico García Godoy el movimiento político liderado por José Núñez de Cáceres, “inteligencia bien cultivada, de relevantes dotes de carácter, idóneo para regir colectividades”, no tuvo respaldo popular debido a que se trató de un proyecto eminentemente elitista, aun cuando para esa época el colectivo no estaba ajeno a la idea de independencia.
García Godoy estimaba que para 1821 el medio no estaba preparado para asimilar el alcance y significación de un proyecto político independentista. Por tanto, la aspiración de libertad política solo vivía y medraba “en el espíritu abierto y culto de un número [limitado] de individuos” en virtud de que la masa, la mayoría, estaba “enteramente satisfecha con su existencia tranquila y vegetativa.” En suma, concluyó, no había compenetración de la idea con el medio.
Para que se produjeran las condiciones objetivas y subjetivas que posilibitarían el surgimiento de una República independiente, el autor de El derrumbe consideró necesario que el colectivo transitara un sendero repleto de obstáculos y sinsabores, como lo fue el trauma colectivo que significó la dominación haitiana, “repulsiva y ominosa, poniendo de frente, en perpetuo rozamiento, intereses étnicos, morales y económicos, que por virtud de ciertas leyes sociológicas no podían fundirse”.
Según su criterio, fue la dominación haitiana la que posibilitó el surgimiento, “en la conciencia colectiva por medio de la propaganda seria y metódica”, de la idea de la independencia nacional. Aun cuando el proyecto político duartiano concitó el apoyo de determinados núcleos de la entonces incipiente clase media, es innegable que el mismo mereció escaso respaldo por parte de la élite conservadora.
Durante el sexenio 1838-1844 surgieron dos corrientes ideológico-políticas claramente opuestas que, luego de luchar consubstanciadas para liberar a los dominicanos de la dominación extranjera, devinieron irreconciliables respecto de la modalidad política que debía garantizar la supervivencia del nuevo Estado: la independencia pura y simple, el protectorado o la anexión a una potencia colonial extranjera.
Esa escisión, que fue consecuencia de la dinámica interna de los acontecimientos históricos, así como del devenir dialéctico en el que operan las clases sociales, resultó letal para el nacionalismo duartiano hasta el punto de que provocó su desaparición.
Si julio de 1838 marca el nacimiento del grupo duartista, noviembre de 1843 es su némesis, pues fue en este año cuando, a través del Plan Levasseur, tomó cuerpo este sector anti liberal que posteriormente adoptó un esquema político y antipatriótico que culminaría “en la extinción de la nacionalidad el 18 de marzo de 1861 y en la vuelta al status colonial bajo la monarquía española”.
Sin embargo, el sentimiento nacional no se extinguió, pese a esos reveses: se mantuvo incólume, resurgiendo poco después, vigoroso y “revestido de bélica magestad, en la cumbre gloriosa de Capotillo”.
Pedro Henríquez Ureña y Federico García Godoy coincidieron respecto de que la idea de independencia en Santo Domingo caló definitivamente en la conciencia nacional al final de la guerra de los seis años contra Buenaventura Báez y su proyecto de incorporación de República Dominicana a los Estados Unidos, que estuvo “a un tris de convertirse en dolorosa realidad”.
En síntesis, según García Godoy hacia 1873 “el sentimiento de la nacionalidad, consagrado en los campos de batalla de dos guerras gloriosas” adquirió su relieve definitivo y cerró para siempre el período de propósitos y tentativas antinacionales que comenzó en 1843 con el Plan Levasseur.
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