Terrenos del combo nacional

La conexión entre la música popular dominicana y la identidad cultural a través de la figura de los "combos", han marcado épocas en la historia dominicana

El legado de los combos en República Dominicana, han marcado la historia y la identidad cultural. (Archivo)

Contratados por un mecenas de grasoso curly y cadenas refulgentes, los integrantes del combo preparan sus instrumentos. Deben entonar varias melodías que causaron furor en las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado.

Aunque algunos no lo sepan, la música llegó a la vida del líder del combo como una adivinanza apacible. Intenta que los músicos estén sincronizados. Entonar ciertas melodías no es tan fácil como parecía en las presentaciones del Show del Mediodía en aquellos años.

Como he dicho, rodeados de cierto misticismo con gafas negras y blazers ochenteros, los músicos preparan sus fieles instrumentos. El principal objetivo es que la música no salga desafinada.

Meteorólogos repentinos, tienen el presentimiento de que hoy lloverá. Para evitar problemas, sería ideal una carpa donde "entren todos". Aunque seamos caribeños y estemos habituados a los constantes huracanes, para un combo, cuando llueve todo comienza a complicarse.

Aferrado a una clara propensión a la chercha, John Pérez le dijo a Sofía Núñez: "Vamos al perico ripiao, será una noche interesante". Debajo de una enramada propiciatoria, estos músicos se fajan a tocar mientras la gente baila como si no hubiera un mañana. ¿Podemos llamarla una fiesta nacional como ocurría en tiempos de Vázquez o Trujillo?

¿Recuerdas que el combo se instaló en el gusto popular de nuestros ciudadanos de campos y ciudades? ¿En aquellos tiempos se bailaba el ritmo del merengue más que ahora? ¿En las profundidades del campo aún tenemos güiras y acordeones que entonan los clásicos? ¿Todavía hoy se realizan concursos de baile de merengue? ¿Recurriremos al libro de Edna Garrido de Boggs sobre el folclore en Santo Domingo?

Testigos de la partida de un siglo y la entrada de otro, somos bochincheros y fieles variantes de un combo perpetuo.

La palabra "bochinche" tiene raíces profundas. Es bien conocida en Cuba y en Puerto Rico. Esto no significa que fue trasladada allí por los indios caribes. Según la RAE, "bochinche" significa tumulto, barullo, alboroto, asonada.

Otra palabra que los dominicanos usan es "can", que en inglés significa perro. Aquí significa "chercha", otro término que debería ser analizado y registrado en la RAE.

Cantando y bailando, según me dice mi amigo (aunque no he ido al can), los músicos entran al escenario como lo haría El Gran Combo de Puerto Rico. ¿Quién les pagará toda esta música que todos oyen ahora y que bailan con la sospecha de que habrá cámaras grabándolos? Con los celulares puedes registrar estas fiestas que alegrarían a cualquier sociólogo norteamericano.

Sin recurrir a nostalgias, escuchando las sabias melodías, la multitud se aprieta bajo un kiosco. Multifuncional y práctico, este lugar ha servido para otras actividades: cumpleaños y servicios religiosos. En este kiosco mucha gente también ha hecho ejercicio. Llegan por la tarde y colocan cierto tipo de alfombra para comenzar a hacer zumba.

Dando en la diana y ponchando a Ty Cobb, sospechamos que Trujillo nunca supo de la palabra "zumba", que es extremadamente moderna. En una plaza llena de luces, un día asistí a una clase de zumba y, luego de la sesión, todos celebraron con la amabilidad de un champán rosado.

La gente baila como si hubiera nacido para ello. Como han indicado algunos estudiosos, en la Era de Trujillo el merengue fue elevado a ritmo nacional y entró a los salones. Son célebres las palabras de aquel artista que decía: "Sí, es cierto que yo tocaba en los bailes de la Era... yo los cantaba, pero ustedes los bailaban".

En un fenómeno interesante, la palabra "combo" se ha usado profusamente en los últimos años para describir ofertas de franquicias de hamburguesas. "Dame el combo número dos", pide el consumidor entusiasmado.

Si supiéramos cómo planean estos combos su llegada a las pistas de baile, quizá entenderíamos mejor un proceso social que ha acompañado al dominicano a lo largo de su historia. Desenterradas por pertinaces investigadores, en viejas revistas se pueden hallar muchos combos y los nombres de artistas que han caído bajo el polvo de los años.

Es comprensible que los lectores dominicanos se pregunten por novelas y cuentos donde aparezcan músicos. En el libro del poeta Enriquillo Sánchez, tenemos un profundo retrato como explicaron Frank Moya Pons y Pedro Delgado Malagón en la introducción de la novela Musiquito: anales de un déspota y un bolerista (2012), y donde se aborda el papel de estos conjuntos típicos.

Para tristeza de algunos, la historia continuó después de la Segunda Guerra Mundial y la pandemia. Aunque Fukuyama reafirma su teoría del "fin de la historia" en The Atlantic, la historia sigue su curso. Michael Stipe lo plantea como una metáfora. En una entrevista reciente, Matthew Gordon Summer apuesta por la estructura (y el puente) en las canciones. Según el autor de Roxanne, estamos en un mundo en crisis donde "la música está en una especie de trampa".

Mirando al futuro, en 2070 tendremos otra música. Nuestros músicos, en otras encarnaciones, serán arquitectos. Lo que escuchamos ahora será diferente: quizá presenciemos la resurrección del reggae más original. Fascinado por nuestra música, algún historiador desempolvará revistas que hoy puedes hallar en el segundo piso de la Biblioteca Nacional. ¡Que suene el combo, pues!

El autor es mercadólogo, escritor y melómano nacido en 1974.