El senador y su alarma
El caso de Omar Fernández y el peligro de los mitos
Mucho se habla de la juventud como dínamo del desarrollo social. Se exalta lo joven como un valor en sí mismo; no solo como fetiche de la era del fitness y el quirófano, sino como capital político. Ante las decepciones con los políticos tradicionales, casi se clama, más que se pide, abrirle paso a los jóvenes como única forma de alcanzar el progreso.
Mitos hay muchos, y este es uno de ellos. Una mirada a la conducta y pensamiento de los jóvenes que han emergido a la política, más gracias al marketing en las redes que a la formación y el mérito, desnuda rápido la equivocación: están tan o más maleados que la generación a la que terminarán sustituyendo.
Uno de estos jóvenes es Omar Fernández, senador capitaleño, promocionado como «promesa». De él se esperaba, es lo menos, lucidez en sus planteamientos y una interpretación decente de los problemas sociales. Pero no parece dispuesto a andar por esos caminos.
La pasada semana, desde su curul, sermoneó a sus colegas sobre los partos de haitianas en la red hospitalaria pública y advirtió del supuesto riesgo que implican para «las tradiciones y la cultura de los dominicanos». En aval de sus opiniones citó datos del Servicio Nacional de Salud, con los que afirmó rotundo que el 40 % de las criaturas nacidas en el país son haitianas. Ir de ahí a la teoría del reemplazo poblacional (cuco de toda ultraderecha que se respete) no le costó esfuerzo.
Si como «joven», pero sobre todo como senador, hubiera tenido otras intenciones que la de azuzar el antihaitianismo, hubiera curiosiado (no dijo investigar) solo un poco en el internet que lo encandila. El motor de búsqueda le habría devuelto unos trabajos del periodista Esteban Delgado, publicados en el 2022, que arrojan mucha luz sobre los porcentajes, ahora actualizados, que Fernández agita para provocar los peores sentimientos sociales.
Basándose en las cotizantes a la TSS, para entonces el 46 % del total, el periodista concluye que 995,968 mujeres con seguro de salud propio, a las que hay que añadir las dependientes de los hombres cotizantes, no dan a luz en los hospitales públicos.
También se habría enterado de que Miosotis Rivas, directora de la ONE, lamentó hace poco las dificultades para acceder a las estadísticas sobre partos en las clínicas privadas, por lo que urgió la revisión de la Ley 5096 sobre Estadísticas y Censos Nacionales, una buena tarea para el senador.
Ergo: Fernández se «alarma» por ese 40 % de parturientas haitianas, lo presenta como si constituyera un dato poblacional total y, con cara compungida, habla del oscuro futuro del pueblo dominicano, tan hispánico y católico. Pero, para no cargarle el dado solo a él, pensemos en que dijo lo que dijo confiado maliciosamente en que la prensa hace mucho que perdió el respeto por comprobar nada (si es que alguna vez lo tuvo).
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