Desorden o racionalidad

Deportaciones ineficaces y caos migratorio

Para la Comunidad Internacional los únicos haitianos que importan son lo que viven de este lado de la frontera. Y conscientes de esto, de que nos miran y escrutan con lupa, es imperativo abordar el problema migratorio desde la racionalidad, apartados de la intoxicación que promueven grupos ultra nacionalistas que estallan iracundos cada vez que se planean soluciones sensatas al caos existente.

Lo acabamos de presenciar con algunas reacciones ante las declaraciones del ministro de Agricultura Limber Cruz y del expresidente Hipólito Mejía, en el sentido de que hay rubros en la economia dominicana que requieren de mano de obra haitiana. Y que ante la inexistencia de autoridad o interlocutor de aquel lado de la frontera, los dominicanos deberíamos evaluar alternativas para documentar a esos trabajadores, muchos de los cuales llevan décadas laborando con productores agropecuarios y constructores.

Una verdad tan grande como mentira es que los dominicanos volverían a realizar las labores pesadas de la agropecuaria y la construcción. Esa hipótesis pretende ignorar un fenómeno sociológico elemental como la movilidad social.

Una realidad que obliga a ordenar la casa y aplicar de una vez y por todas políticas migratorias a partir de un ejercicio de sinceridad distanciado de las pasiones y la irracionalidad. Precisamente lo que proponen Limber e Hipólito, regularizar esos trabajadores mientras se realizan esfuerzos para reducir esa dependencia con tecnología y mecanización.

Lo sensato sería establecer por ley un programa de regularización especial que podrían ejecutar la Dirección General de Migración y los ministerios de Trabajo, Agricultura y Vivienda, con la colaboración y financiamiento de los empleadores de esos extranjeros. Un plan que no provocaría ningún “efecto llamada” como gritan algunos paranoicos, ya que no sería necesario traer un haitiano más de aquel lado, pues buscaría organizar y formalizar sólo a los que ya están aquí y se necesitan. Y hacerlo adoptando previsiones para que el tipo de documentación que se otorgue no genere derechos de nacionalidad, incluyendo en la legislación figuras como, por ejemplo, la del “Trabajador Temporero en Transito”.

Lo otro supondría continuar aplicando “la camiona”, sinónimo de desorden y caos. Una política migratoria sustentada en detenciones masivas e indiscriminadas, producidas en redadas que son fuente de corrupción y que no resuelven el problema.

Porque si bien las deportaciones son un instrumento válido y el ejerció de un derecho soberano al que no debemos ni podemos renunciar, por sí mismas también resultan ineficientes. Lo evidencia que llevamos décadas practicándolas, y aquí cada hay día más haitianos. Porque la mayoría de esos miles que dicen deportar, si llegan a la frontera, estan de regreso algunos días y unos cuantos miles de pesos después.

Y documentar y regularizar aquellos integrados a las actividades productivas, podría también ayudar a combatir de forma más eficiente el tráfico de personas y a sancionar a empleadores inescrupulosos que explotan la ilegalidad de esos migrantes.

En fin, que la enorme carga migratoria haitiana y la amenaza que representa para la integridad de la nacionalidad deben abordarse desde la sensates y la racionalidad. Constituyen retos demasiado transcendentales para que se impongan la histeria y el caos.