Cacaomanía
Chocolate y nostalgia, un viaje a los sabores de la infancia dominicana
Siempre fui aficionado al chocolate en sus múltiples apariciones ante mis ojos infantiles golosos, rindiendo las papilas gustativas a sus fueros soberanos, entregándome al vórtice vinculante de sus encantos maravillosos. Ya bien frente a la taza mágica del desayuno y la cena con pan de agua fresco, untado de cremosa mantequilla Sosúa y engullido con queso blanco criollo. Que se originaba en las tabletas de chocolate de mesa Embajador de Cortés Hermanos o en las más azucaradas barritas Luperón de la Chocolatera Sánchez. En la calle -esa gran maestra de la vida que acuna y sofoca a los seres en ciernes- el chocolate chocaba conmigo en el trayecto cotidiano o en las salidas dominicales al encuentro del cinematógrafo cautivante.
Era el rústico artesanal choco choco del colmado de esquina, lácteo y dulce, que daba seguidilla. El industrializado chocolatín envuelto en papel luminoso de colores, circular y cuadrado, de Dulcera Dominicana de Bolonotto Hermanos, ubicada a unos pasos de la fábrica de sueños televisados que fuera La Voz Dominicana, que inundaba con su aroma vaporoso los confines de Villa Consuelo. Ya adquiridos en la Cantina de La Salle durante el recreo o en funditas en la propia Dulcera.
También surgía configurado en los besitos (kisses) de la norteamericana Hershey con envoltura plateada, que comprábamos como si fuera un puñado de maní para matar la ansiedad en las películas de Drácula o en la serie del Monstruo de la Laguna Verde, proyectadas en el Teatro Paramount de mi sancarleña Eugenio Perdomo. Mientras en los cines Santomé, Rialto, Olimpia, Leonor o Elite de la aristocrática Pasteur, la sección de golosinas nos ofrecía las tabletas Hershey en empaques rectangulares mayores: Milk chocolate, Cookies´n´Creme de chocolate blanco o rellenas de almendras, mis preferidas. La suiza Nestlé desplegaba sus barras de chocolate blanco con leche alpina súper edulcoradas y las Crunch con arroz crocante.
A esas líneas del Candy Bar se sumaban las barras rellenas Milky Way, Mars, Zero y Snickers, verdaderos bombazos no aptos para diabéticos, a los que uno agregaba los gustosos caramelos cilíndricos Life Savers (Salvavidas) de variados sabores y colores, con un residuo prolongado en los cítricos. En las calles, a la salida del colegio, en el estadio de beisbol, las paleteras ambulatorias colocaban estos regalos al paladar al alcance de tu deseo y bolsillo.
En el hogar que regenteaba Fefita con destreza administrativa, pulcritud de piso reluciente y generosa bondad, los cuadritos de Kraft Chocolate Caramel, originado en 1940 y considerado un America´s Classic, tenían su espacio privilegiado, en especial en los pedidos por catálogo que realizaba mi madre para las Navidades -motivo de disputas distributivas con mi querida hermana Lolita.
Otro producto asociado al cacao que ingresó a nuestra dieta, como polvo base de bebida rápida intercalada con las maltas nacionales (Morena y Corona) en la merienda vespertina, fue Quik de Nestlé y Kresto, una cocoa instantánea para beber fría. En Barcelona, a mediados de los 40, surgió Cola Cao que alcanzó merecida popularidad. En el país aparecerían posteriormente, de fabricación nacional, la cocoa Sobrino de Cortés y la elaborada por Munné. En los 50 una empresa refresquera local producía el Trópico de chocolate, empleado en el desayuno escolar en planteles públicos como la Escuela Brasil de San Carlos, dejando buena huella en sus consumidores. Retomando la experiencia, bajo la administración del presidente Guzmán, Embotelladora Dominicana ensayó con una bebida de excelente calidad denominada Soldado de Chocolate, promovida como “Un sabor grato, alimenticio y barato”.
Pero fue en la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre inaugurada el 20 de diciembre de 1955 y celebrada en 1956, con motivo del 25 aniversario de la Era de Trujillo, que vi en el pabellón de Agricultura mi primera mazorca de cacao, cuya silueta sería incorporada a la gráfica oficial con la cual se resaltaban nuestras potencias productivas naturales con el merecimiento acreditado a lo que los economistas llaman la economía real. Hoy tan olvidada dicha perspectiva, bajo la burbuja de un espejismo publicitario vacuo, que debería mortificar los huesos de nuestros maestros en este arte muertos y las neuronas morales de aquellos que sobreviven y observan expectantes el circo del gasto público desbordado aplicado en voladores de luces artificiales.
Aquel régimen terrible que nos aherrojó por 31 años tuvo el decoro de entregar a los Vela Zanetti y los Prats Ventós -entre otros ases de la plástica-, vía las obras de infraestructuras asignadas a los arquitectos Caro Álvarez y Gazón Bona, los murales de la patria laboriosa. Para plasmar en ellos las hazañas del simple agricultor, el obrero agrícola e industrial, el técnico y el maestro de escuela, llevando a un primer plano lo que ciertamente somos.
Mi segundo encuentro con la mazorca prodigiosa mucho después de la Feria, se lo debo al muy apreciado Frank Moya Pons, a quien me une amistad desde la adolescencia universitaria. Fue en un pequeño local de segunda planta en las restauradas Atarazanas, que ocupaba en los 70 el Fondo para el Avance de las Ciencias Sociales con apoyo de la Fundación Ford, del cual Frank era director ejecutivo y yo miembro del consejo académico junto a José Luis Alemán y Gustavo Volmar.
Sucedió al ingresar a su despacho, cuando el historiador, en giro pedagógico, me preguntó probándome el nombre de un fruto amarillento que se hallaba sobre su escritorio. Sorprendido, sólo atiné a decirle por la forma oblonga semejante que parecía una lechosa, aunque no lo era. Dibujando una sonrisa, casi indulgente, Frank me dijo: “José, esta es una mazorca de cacao criollo, tómale el peso”. Lección de vida aprendida.
Los principales productores de este apetecido grano que brinda sustento a millones de agricultores y sus dependientes, son los africanos, que generan el 75 %, siendo Costa de Marfil y Ghana los de mayor peso. Por eso su desempeño, cuando es afectado por el régimen climático y otras variables como ha sucedido últimamente, tiene incidencia clave en los precios del mercado, aunque sólo sea una parte de su producción la que se transa internacionalmente. América Latina representa entre 15 %-20 %, con Ecuador como el más destacado, mientras que Asia cubre un 5.5 % con Indonesia como líder.
Por mucho, Europa es el más importante destino del grano para ser procesado como materia prima, participando con un 35 % de su industrialización, al frente Países Bajos y Alemania, mientras el continente americano llega al 19 % con Estados Unidos a la cabeza, detrás Brasil y México. Los africanos muelen el 22 % del grano y los asiáticos el 23 %. En la actualidad, el mercado del cacao experimenta un rápido incremento, impulsado por los beneficios reputados a la salud con su consumo, junto al aumento en la demanda del chocolate de alta calidad registrado en los mayores mercados.
Los 10 países que encabezaron las importaciones mundiales de cacao en grano en el 2023 fueron: 1. Países Bajos (Holanda), con US$2,184 millones (20.1 %); 2. Malasia, US$1,494 millones (13.8 %.); 3. Alemania, US$1,338 millones (12,3 %); 4. Bélgica, US$977 millones (9 %); 5. Estados Unidos, US$804 millones (7.4 %); 6. Indonesia, US$732 millones (6.7 %); 7. Francia, US$477 millones (4.4 %); 8. Canadá, US$359 millones (3.3 %); 9. Italia, US$320 millones (2.9 %); 10. Turquía, US$315 millones (2,9 %).
Para el 2023, el valor importado de cacao en grano que se transó a nivel mundial fue de US$ 10,853 millones.
Como es dable observar, el 48.7 %, o sea, casi la mitad de estos mercados que lideran la demanda global de cacao en grano corresponde a miembros de la Unión Europea (UE), un bloque de 27 naciones con el cual mantenemos acceso preferencial vía el tratado EPA (Acuerdo de Asociación Económica) suscrito en 2008 entre 15 estados de CARIFORO y la UE, que reemplazó las preferencias unilaterales concedidas bajo los acuerdos de Lomé y Cotonú. Por esta vía, la UE abrió plenamente su mercado a los productos dominicanos, sin aranceles ni cuotas, en los 27 países que la integran.
A su vez, en la lista de los 10 mayores importadores de cacao figura Estados Unidos con US$804 millones (7.4 %), tradicional destino de nuestras exportaciones con el cual mantenemos un tratado de libre comercio, el DR/CAFTA. Como dato a considerar vale consignar que México, que importara US$140 millones en 2022, pese a ser país productor, ocupa el rango 17 entre los principales importadores mundiales de esta almendra. La suma del porcentaje representado por la UE y el de Estados Unidos, nos garantiza un acceso franco al 56 % de los mayores compradores del grano de los dioses, el científicamente designado Theobroma cacao.
Afortunadamente, República Dominicana ha logrado posicionarse en tan promisorio mercado como suplidor de cacao convencional y del mejor cotizado de mayor calidad, incluyendo el nicho orgánico, alcanzando certificaciones internacionales que sellan su viabilidad en destinos cada vez más exigentes como los de la UE y EE. UU. Desde 2013 al 2023 inclusive hemos colocado unas 789 mil toneladas métricas del grano, para un promedio anual de 71,752 Tm. Representando ingresos de más de US$2,308 millones, unos US$210 millones anuales redondeados.
En el pasado ciclo exportador, pese a una caída en el volumen del orden de un 22 %, los precios extraordinarios en las cotizaciones internacionales nos permitieron alcanzar en valor la cifra récord de US$421 millones, conforme registro del Consejo Nacional del Cacao. Logrando promediar nuestros embarques US$6,810 la Tm. Precio especialmente ventajoso muy distante de los rangos usuales entre US$2 mil/US$3 mil Tm verificados en la última década.
Conforme datos correspondientes al 2022, el país se ubicó en el 8vo rango mundial como exportador de cacao en grano, remitiendo sus granos a Estados Unidos (31.33 %), Países Bajos (16.52 %), Suiza (11,28 %), Bélgica (9.57 %), India (8.28 %), sumando estos 5 mercados el 77 % de nuestras colocaciones.
Ojalá nuestros líderes se bajen de la pasarela para que florezca vigoroso el cacao divino.
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