Parecería que se hastiaron
El llamado urgente de República Dominicana en la Asamblea General
El presidente Abinader acudió ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, para exigir nuevamente a la Comunidad Internacional que cumpla con sus compromisos para ayudar a enfrentar la grave crisis que padece Haití.
Tildó como inaceptable que no se hayan otorgado los recursos para desplegar los efectivos requeridos, de forma que la misión pueda alcanzar los objetivos mínimos de pacificación que permitan la celebración de unas eventuales elecciones. Recordó el enorme esfuerzo diplomático que supuso la creación del Consejo Presidencial de Transición y la llegada de la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad en Haití. Y reiteró que esa crisis representa un peligro para la estabilidad de la región, que República Dominicana tomará las medidas que fueren necesarias para proteger su seguridad, y que la carga que supone la masiva migración haitiana resulta ya absolutamente insoportable para el magro presupuesto nacional.
Pero mientras se producía este reclamo y otros similares por parte lideres mundiales y regionales presentes en los espacios, cumbres y foros que se producen cada septiembre en Nueva York, el liderazgo haitiano volvía a exhibir lo difícil que resulta alcanzar acuerdos con su clase dirigencial, hasta para ayudarlos.
Y es que en momentos que el presidente Lula Da Silva recibía en la sede diplomática de Brasil al primer ministro haitiano para coordinar la cooperación brasileña, un miembro del consejo presidencial se presentó al recinto y exigió ingresar a la reunión alegando representar al presidente de su país. Después de indagar y hasta googlear su nombre, la seguridad impidió su entrada pues no figuraba entre los participantes. La respuesta de Leslie Voltaire, que así se llama el presentado, fue denunciar un supuesto “golpe de estado diplomático” por parte de Gary Conille y anunciar que “rodarán cabezas”.
El incumplimiento de las promesas y compromisos hechos por la Comunidad Internacional con Haití es una irresponsabilidad inexcusable, pero también perfectamente explicable. Porque una de las causas de las recurrentes crisis haitianas, es precisamente la incapacidad de su liderazgo para lograr acuerdos mínimos. Primero entre ellos, y después con quienes están en condiciones de colaborarles.
Tras el terremoto del dos mil diez muchos países prometieron de todo y después no aparecieron. Eso es cierto. Pero también lo es que se hizo imposible concretar las ayudas, sobre todo para la reconstrucción de infraestructuras. No hubo en el estado haitiano con quien coordinar las colaboraciones, además de que las reglas de transparencia de los estados con buena gobernanza chocaban con el manejo opaco de las autoridades locales. Al gobierno francés, por ejemplo, le fue imposible donar los recursos para la reconstrucción del palacio presidencial.
Parecería entonces que esos países se hastiaron definitivamente de Haití. Un lujo que lastimosamente no se puede permitir República Dominicana.
Porque si bien a ese conglomerado de naciones les importa poco o nada el destino de los haitianos, hacen una notable excepción con los que viven de este lado de la frontera. Por esos se interesan, y mucho.
Algo que debería obligar a modificar los enfoques y políticas en materia migratoria. Pero eso será tema de una próxima entrega.
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