Mismos fiscales, mismas maneras
Expedientes de corrupción se elaboran para tribunales mediáticos, no para cortes de justicia.
La cabeza y que agregaron el apellido de “independiente” fueron las únicas cosas que en agosto del veinte realmente cambiaron en el Ministerio Público. Lo primero no sería menor si la jefatura se ejerciera de manera plena. Pero a confesión de parte, no es el caso. Y lo segundo es simple y llanamente falso. Por eso repiten métodos y maneras.
Con independencia de las cargas probatorias, inocencias o culpabilidades, los expedientes de los grandes casos de supuesto desfalco al Estado están elaborados fundamentalmente para “tribunales mediáticos”, no para las cortes donde imparten justicia. Excesivamente voluminosos, con cifras abultadas y mucha narrativa soportada más en hipótesis y delaciones que en pruebas documentales.
Un guión que viene de lejos, y que produjo casos muy sonoros pero de escaso recorrido procesal. Resultados que los fiscales atribuyeron a los jueces, contra quienes montaron campañas de descrédito apoyados en sus aguijones mediáticos con aquello que denominaron “jurisprudencia de la corrupción”.
Lo padeció la hoy procuradora, que cuando presidía la Sala Penal de la Suprema Corte de Justicia desmontó la acusación del caso Odebrecht, estableciendo entre otras cosas que los relatos del Ministerio Público no constituyen pruebas para soportar un proceso penal. Y lo pagó con la ira de quien entonces ocupaba su actual despacho en aquel infausto Consejo de la Magistratura.
Por eso no sorprende que, ante las críticas por el uso que la Procuraduría General de la República hizo del llamado criterio de oportunidad en uno de los casos de supuesta lucha contra la corrupción, la respuesta fueran insultos y bravuconadas. Y es que son los mismos que en el pasado reciente, a cuestionamientos similares, respondieron abriendo perversas investigaciones a periodistas y familiares para tratar de intimidarles.
Según estos acuerdos, los delatores son liberados de toda acción penal a cambio de devolver parte de los dineros que admiten haber distraído en su beneficio. No serán objeto de un penal abreviado ni recibirán ningún tipo de condena, ni siquiera prisión suspendida. Absoluta impunidad a cambio de devolver un pedazo del botín.
Como era de esperarse, llovieron las críticas ante esta barbaridad, que al menos constituye una burla para la sociedad y un pesado baldón a la credibilidad de la supuesta lucha contra la corrupción.
Pero la epidermis del Ministerio Público es muy sensible y las críticas le irritan. Y ante denuncias muy puntuales realizadas por Julio Martínez Pozo, emitieron un comunicado repleto de amenazas y descalificaciones. Que no responde lo revelado por el periodista, ni las críticas de buena parte de la comunidad jurídica y la opinión pública, sino que busca desacreditar a quienes les cuestionan.
Atacar al emisor sin responder el mensaje. Prácticas similares a las de Jean Alain, aplaudidas y encomiadas por sus subalternos de entonces. Mismos que hoy actúan con idéntica arrogancia y ruindad que su anterior patrón.
Y sólo ese caballero sabe las lágrimas de sangre que ha llorado. Porque como reza el poema, no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague. Aunque la miopía que induce la soberbia del poder impida apreciar esa realidad.
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