Ríos desbordados
El papel de la prevención en épocas de lluvias
Hace mucho tiempo, algunos cronistas hablaron de los ríos de la isla. He citado en otra ocasión que se atribuye a alguno decir que el número de ríos era exorbitante. Pasados todos estos años, (estamos hablando de 500 años), nos hemos quedado con un grupo de ríos que cuando llueve, como fue el caso de este fin de semana, se desbordan de una manera que exige a las autoridades tomar medidas para salvar vidas.
Con la intención de bucear en las crónicas históricas, en otro momento he hablado de los supuestos 10,000 ríos que vio Bartolomé de Las Casas, lo que no es más que una hipérbole. Algunos cronistas hablan de los indios taínos y su relación con los ríos en los principales poblados de la isla. A los ojos del viajero, es notable que tengamos ríos que no hayan secado todavía, aun con la deforestación poco amable que hemos vivido en todos estos años. En todo el siglo XX, como anuncian algunos, hemos tenido una gran depredación y erosión del suelo, lo que conduce al desbordamiento de los ríos, así como a su exterminio. Entre los principales ríos dominicanos tenemos el Yaque del Norte, el Yaque del Sur, el Artibonito y el Yuna.
Recientemente pude vivir en carne propia el hecho de cómo ve la población el asunto de la deforestación. En un lugar conocido, la población exclamaba su protesta ante la poda de árboles, lo que nos indica, entre otras cosas, que la gente ya está alerta ante el fenómeno de la tala. Años atrás, pudimos vivir otra experiencia: cómo era necesario pedir permisos en Foresta –eso era antes, ahora es en Medio Ambiente –, para cortar el mas mínimo árbol de una finca de tu propiedad. Entre otras cosas, esto demuestra que las autoridades han sido conscientes del proceso y los ciudadanos, que miran todo con ojos asombrados, son también conscientes del peligro y la alarma que puede ocurrir cuando se talan árboles.
Un personaje de una reconocida obra literaria hablaba de un sueño que tuvo: “talar un bosque entero” (Borges). Es necesario entender que la tala ha disminuido en un escenario donde la gente está alarmada con la disminución del caudal de muchos ríos de la Cordillera y otras partes.
El término “vaguada” se usa mucho en nuestro medio para definir un proceso atmosférico que pronto traerá mucha agua, haciendo que los ríos tomen un caudal que no se esperaba. Como todo el mundo sabe, las vaguadas son muy comunes durante una gran parte del año. Entre otros factores, es justo reconocer que tenemos modelos que determinan cuándo ocurrirán. En algunas épocas del año, los ríos que veíamos no tener sino solo un montón de piedras en su cauce, entonces despiertan y toman fuerza y velocidad. En algunas ocasiones, es interesante ver a un montón de personas se detiene en los puentes para ver el fenómeno, lo que es un peligro latente por varias razones: puede desprenderse el puente o puede atacar el río con una fuerza devastadora.
En el mes de marzo de este mismo año, se declaraba que la carretera José Durán en el tramo La Pista de Paso Bajito sufría un derrumbe que amenazaba con dejar incomunicadas las poblaciones de Constanza y Jarabacoa. También se anunciaban varios derrumbes en Gaspar Hernández en la provincia Espaillat con Río San Juan en la provincia María Trinidad Sánchez. A veces, los puentes caen o hay deslizamientos de tierra y las comunidades quedan incomunicadas. En este caso, los integrantes de Obras Públicas se apersonan en el lugar del hecho y hacen un informe que terminará con la reparación del puente de manera inmediata (la población lo necesita para ir al otro lado). No solo se observa esto en tormentas de considerable importancia, sino en pequeñas vaguadas. Como hay evidencias, es de entender que la calidad de los puentes haya mejorado con el correr del tiempo. Mientras escribo esto (como hubiera dicho Stephen King), se anunciaba más lluvia y 27 provincias en estado de alerta, al tiempo que en Santo Domingo se declaraban inundaciones.
Otro término menos usado es el de “temporal”, que parece describir un fenómeno atmosféricamente más dañino. En sentido general, todos estos fenómenos están categorizados, así como lo están los huracanes por su intensidad. La población dominicana está comunicada, pero es entendible que en otras épocas, no había manera de avisar a todo el mundo sobre la ocurrencia de estos desastres, me refiero a las épocas del siglo XVII y XVIII y finales del diecinueve, hasta que la modernidad y la comunicación llegaron en el siglo XX con la radio –que debería ser más apoyada–, y la televisión. La gente sabe inmediatamente lo que ocurre en la isla.
Actualmente, tenemos los celulares por donde las noticias se esparcen como un reguero de pólvora. Con cierto grado de costumbre, la gente se prepara para las lluvias porque es cierto que cualquier accidente imprevisto –que un árbol caiga sobre un automóvil, por ejemplo–, puede ocurrir en momentos de lluvia intensa, para no hablar del momento en que esta viene acompañada de ventarrones. Hace algunos días, en el caso de la persona que protestaba por la poda de árboles, esta argumentaba que era depredación. Mientras tanto, era calmada por otros que decían que había que darle forma a los árboles, algo que hacían las autoridades con un gran camión que transportaba en su cima una especie de cajuela donde una persona entrenada cortaba las ramas de árboles que según sus argumentos, habían crecido de manera desorganizada.
En esa misma tarde, me acababan de enviar vía mensajería los videos del Yaque del Norte (tiene 296 kilómetros de largo), en pleno funcionamiento. Con mucho movimiento, el río se nota de un claro color marrón –podríamos explicar científicamente por qué adquiere el color de la tierra y no es transparente–, y su velocidad es notable. Los científicos del área tienen claro cómo se calcula el nivel de agua que toman nuestros ríos cuando llueve de manera intensa. Como ocurre cada año, se calcula la cantidad de agua que caerá en una tormenta según los modelos. La gente está entrenada en ver los modelos del exterior para ver qué ocurrirá en el país.
En el video enviado a mi WhatsApp se nota claramente como el Yaque ya no es el Yaque dormilón de las antiguas crónicas románticas. A orillas de este río, se nota en el video, hay un alto edificio que no llega a ser tocado por el río. Cualquiera dirá que, si hay más agua, entonces el cauce toma más espacio y velocidad como ocurriera en las recientes lluvias del fin de semana. Si toma más fuerza, y si se desborda el cauce, los daños son más notorios. Se narra en algunas crónicas que podemos encontrar en periódicos viejos, que ese mismo río Yaque se desborda en épocas de huracanes y tormentas. Aclaro que los modelos nos hablan ahora del polvo del Sahara. Como todos saben, no estamos en temporada ciclónica y aun así tenemos un agua considerable en los ríos y en la ciudad de Santo Domingo que, como todo el mundo recuerda, ha vivido procesos traumáticos en los últimos años.
Otro amigo me enviaba un video del agua esperada en Santo Domingo la semana pasada, la que se detuvo de manera evidente. Para ese momento, se había pronosticado otro comportamiento, lo que condujo a las autoridades a poner en alerta a varias poblaciones, hecho que podemos considerar correcto (una vida salvada es una vida importante). Después de algunos días, el agua pronosticada comenzó a caer con todo lo que esto implica en términos de movilidad y peligro. Las calles se ponen más peligrosas.
Es conocido que en algunas ocasiones, luego de las tormentas continúen las lluvias, y también es posible que en otros momentos de frentes de lluvia –los meteorólogos tienen un nombre para esto: vaguadas–, ocurran desastres, como queda evidenciado en la historia reciente. Por esa razón, las autoridades están despiertas ante cualquier fenómeno y tienen la manera de detectarlos con el uso de mapas meteorológicos.
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