La historia se repite en EEUU
Las elecciones en los Estados Unidos no se deciden por mayoría popular sino por el número de delegados en los colegios electorales en cada estado
Pocas veces la historia se repite dos veces, e ignoramos si en la ocasión será como farsa. Donald Trump y Joe Biden volverán a enfrentarse este otoño por la presidencia de los Estados Unidos y es atinado indagar si las circunstancias son las mismas. De entrada, Biden es el huésped de La Casa Blanca y no al revés, como cuatro años atrás. Es una ventaja que, sin embargo, no pudo evitar la derrota del magnate inmobiliario.
Aunque no se lo reconoce lo suficiente, bajo la administración demócrata la economía norteamericana ha recuperado esplendor. Los tipos de interés tienden a la baja al igual que la inflación. Hay crecimiento económico y las cifras de empleo son halagüeñas mes tras mes. La producción industrial marcha sobre ruedas y el comportamiento de Wall Street es de ebullición, empujado por las empresas tecnológicas. Se ha abierto una etapa de transición dominada por la inteligencia artificial y políticas de conservación distantes de las prioridades en el gobierno de Trump.
Las encuestas desfavorecen a Biden pese a los serios problemas legales de Trump, quien arrastra decenas de cargos criminales en su contra. Paradójicamente, la batalla judicial del expresidente lo ha catapultado en los sondeos y ayudado a que derrotara a sus rivales en la lucha por la nominación republicana.
Las elecciones en los Estados Unidos no se deciden por mayoría popular sino por el número de delegados en los colegios electorales en cada estado. Los votantes, sobre todo la gran mayoría de independientes, suelen gravitar hacia el centro del espectro ideológico. Desde que salió del poder, Trump ha girado peligrosamente hacia la derecha y embestido contra principios cardinales de la defensa norteamericana y de sus aliados. A nivel interno, las posiciones contra el aborto le han restado apoyo en el ala liberal de los republicanos.
Biden, por su lado, enfrenta índices decrecientes de popularidad a lo que se suma el tema de su edad. Tampoco juegan a su favor las dificultades de su vicepresidenta, Kamala Harris, para generar simpatías. La izquierda demócrata se ha distanciado del presidente e igual ocurre con los votantes negros y latinos que lo apoyaron decididamente en el 2020.
Los norteamericanos escogerán entre dos candidatos impopulares, ambos con lastres evidentes y en desentono con una sociedad moderna. Hay quienes vaticinan unas tasas de abstención fuera de lo común, cosa que en nada beneficia a Biden.
Queda la baza de si Trump se sentará en el banquillo de los acusados en alguno de la juicios pendientes. Y si habría una condena en su contra. Tal situación le generaría un panorama adverso y de ahí el empeño suyo y de su equipo legal de retardar el choque con las cortes hasta después de las elecciones.
El panorama electoral norteamericano luce sombrío y cualquier vaticinio sería apresurado. Lo único cierto es que dos ancianos se disputarán el solio presidencial, con años encima que casi duplican la edad promedio del país al que aspiran a gobernar los próximos cuatro años.
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