Los libros que nunca leeremos
Un vistazo a nuestras lecturas pendientes
Freddy Gatón Arce, con esa bonhomía que le era tan próxima, me dijo esa mañana: “José Rafael, acompáñame a Mateca que tengo reservado allá para pagarlo con estos chelitos los tres tomos de El Señor de los Anillos. A ver si tú te animas y haces lo mismo”.
Habíamos compartido como jueces de uno de los premios anuales de literatura que, para entonces, administraba la secretaría de Educación, y finalizada la rueda de prensa para el anuncio de los ganadores nos entregaron nuestros modestos honorarios.
Acompañé a Freddy, quien luego se despidió de mí deseando regresar a su casa, como me comunicó, para iniciar la lectura de este clásico de la literatura fantástica que había costado a su autor doce años de escritura y cinco más en busca de editor que lo publicara. No hice lo mismo que Freddy porque había dispuesto hacer otra cosa muy distinta con los chelitos que recibimos.
Lo que cuento debió ocurrir en los inicios de los años noventa y fue en 2002 cuando adquirí la obra mayor del británico J. R. R. Tolkien, junto a El Hobbit, que fue anterior, y a El Silmarillion, que vino mucho después, cuando ya este escritor épico había fallecido. Conocí el libro en su argumento central porque Freddy me fue contando la historia mientras la leía cuando nos encontrábamos cada sábado en la tertulia de La Trinitaria, pero nunca leí la novela, ni las otras dos que guardo en mi biblioteca con sonrojo de lector esquivo. Conocí la trilogía cuando fue llevada con extraordinario éxito al cine por el neozelandés Peter Jackson.
He recordado este momento del pasado, porque suelo seguir una página de internet que se especializa en el tipo de cosas como “los 10 libros que debes leer antes de morir”, o “las novelas que debes leer para ser buen lector” o “las mejores 10 novelas de la literatura”. Notas que se emparejan con colecciones muy populares que insisten en asumir la lectura de los cien (o 101) libros mejores de la historia literaria universal, y un paquete de muchos otros cien para desiguales objetivos. A mí, estas cosas me divierten muchísimo y aunque no ejerza en esa dirección y haga poco caso de estas propuestas, siempre trato de enterarme de lo que ofertan.
En estos días, en el podcast de Book Riot, una empresa que se dedica a la promoción del libro de forma original y felizmente atrevida, me llamó la atención el de “Los 20 libros que la gente más finge haber leído”. He repasado la lista y quise hacer con ella una autoevaluación para ver lo que he leído y lo que no, y de paso invitar a los lectores a que hagan lo mismo, sin rubor alguno. Aclaro: me resulta hasta habitual encontrar a lectores (¿) que dicen haber leído libros que nunca han pasado por sus ojos. Los descubro al pelo. Y otros, más francos, cuya lectura se reduce a un par, o dos pares, de libros específicos y “puntuales”, y con esas lecturas viven en un regocijo constante que exhiben en todas las oportunidades que se les presentan. Me parecen auténticos, porque no fingen. Alguna vez escribí un folletico titulado “Buscando tiempo para leer”, basado en la lectura de “Como una novela” del francés Daniel Pennac, donde intenté proponer que toda persona tiene derecho a no leer (aunque excluirse de los libros origine una soledad abrumadora), a saltarse las páginas, a no terminar un libro, a dejar que se caiga de las manos, a sólo hojear, y tal vez debí anotar el derecho a comprar libros venerables y decidirse a no leerlos nunca, para que cumplan una función decorativa. Literal.
Mis nietos, cuando entran a mi biblioteca, suelen hacerme todos la misma pregunta, como si fuera un mantra de iniciación: “Papito, ¿y tú te has leído todos estos libros?”. Y yo debo siempre explicar que aparte de los libros que han sido leídos, hay libros de referencia, libros que hay que tener, en cualquier género, para consultarlos cuando sea necesario…y por ahí me voy, hasta que un nuevo nieto llegue y espere su momento para cuestionarme.
Pero sí. Hay libros que nunca se han leído y otros más que nunca se leerán. Y comparto la lista de Book Riot, la que descubre los libros “sobre los que más mentimos, esos libros de los que nos vanagloriamos sin tener ni siquiera la intención de abrir su primera página”. La lista es el producto de una encuesta entre 828 personas. Conozcamos el “top del engaño”.
- “Orgullo y prejuicio” de Jane Austen. Una novela de 1813, convertida en clásico de las letras británicas. La leí hace un par de décadas. El tema no me hizo tilín, pero el tratamiento de la autora es genial.
- “Ulises” de James Joyce. Ya escribí una vez que tardé en leerla unos años. Que la abandoné y volví a ella por disciplina lectorial y porque consideraba una actitud “bárbara” que no pudiese hablar con propiedad a mis lectores sin haberla leído completa, anotada y comentada en sus páginas, como acostumbro. Desde luego, no obligaría a ningún lector de hoy a leerla, porque fingirían luego haberla leído completa. Entre otras razones.
- “Moby Dick” de Herman Melville. Es un clásico de la literatura norteamericana que no se puede (debe) evitar, si uno hace carrera de lector. Además, es una aventura divertida que merece ser conocida y disfrutada. La leí de joven y he vuelto a sus páginas más de una vez.
- “Guerra y Paz” de León Tolstói. Decir que la he leído completa, o de un tirón, que por demás es imposible, sería mentir. Una gran parte sí, pero nunca pude concluirla. Y cuando vuelvo a esa historia, regreso a las mismas páginas anotadas que he leído.
- “La Biblia”. Me propuse leerla completa en mi edad veinteañera. Mi madre adquirió para mí, cuando cumplí 18 años. la colección Grolier que traía una de gran tamaño, en versión de Félix Torres Amat (y que conservo). Completé su lectura en distintas versiones (algunas excluyentes, porque eliminan por motivos religiosos varios textos) hasta que llegó a mí la que por mucho tiempo acompañó a monseñor Richard Bencosme, tío de mi esposa, de la BAC, y es la que leo a diario y tengo en mi recámara permanentemente. (No está en esta lista, pero me he leído todo el Corán, sura por sura, el Popol Vuh, y el Chilam-Balam.).
- “1984” de George Orwell. Imprescindible. Lo he asumido más de una vez. La distopía no me va mucho, pero aquí sí que me anoté.
- “El señor de los anillos” de J. R. R. Tolkien. Ya referí mi versión. Ahora, mientras escribo, la alcanzo a ver, hermosa, reluciente, en la hermosa pasta dura que adquirí entrado este siglo.
- “El gran Gatsby” de F. Scott Fitzgerald. Inolvidable. La leí después de ver la versión cinematográfica de 1974, de Jack Clayton, con Robert Redford y Mia Farrow. No quise ver la versión di Caprio, para no borrar de la memoria aquella memorable actuación de estos dos iconos del gran cine de los sesenta y setenta. Figura entre mis novelas favoritas.
- “Ana Karenina” de León Tolstói. Esta vez el gran novelista ruso tuvo mejor suerte conmigo. La he leído dos veces y poseo el filme de 1961 que protagonizó Sean Connery.
- “El guardián entre el centeno” de J. D. Salinger. Otra de mis novelas favoritas. La leí una sola vez. Suficiente para recordarla siempre.
- “La broma infinita” de David Foster Wallace. Espera por mí en mi biblioteca. Sus más de mil páginas me desaniman.
- “Trampa 22” de Joseph Heller. No la conozco. Ignoro quién, y por cuál razón, la metió de contrabando en esta lista.
- “Matar a un ruiseñor” de Harper Lee. La primera vez que tuve conciencia plena del prejuicio racial en Norteamérica, y en sentido general. Uno de mis clásicos. Poseo en mi biblioteca hasta fetiches relacionados con esta novela.
- “Cincuenta sombras de Grey” de E. L. James. No la he leído ni nunca me ha interesado.
- “Jane Eyre” de Charlote Bronté. Es una novela del siglo XIX de la que tuve noticias por una amiga, hace muchos años. Leí un capítulo. No me agarró el argumento.
- “Crimen y Castigo” de Fiódor Dostoyevski. Este es un autor fascinante, que me ha revelado muchas funciones del oficio de escribir. Y este libro tiene un lugar privilegiado en mis lecturas fundamentales.
- “Cumbres borrascosas” de Emily Bronté. Fue una novela muy leída en su época. No alcancé a su fama. Ni de lejos.
- “Grandes esperanzas” de Charles Dickens. Escritor para alucinar. Sus novelas son tan extensas que la publicaba por entregas en los diarios de su época. Ese fue, sin dudas, uno de sus grandes libros, como “La casa lúgubre”, los cuales he hojeado, pero me quedé sólo con “David Copperfield”, “Oliver Twist” y su célebre y pionero “Cuento de Navidad”.
- “Harry Potter y la piedra filosofal” de J. K. Rowling. Recuerdo haber estado en Canterbury cuando salió este primer libro de la saga británica y ver la enorme cola de jóvenes y adultos esperando conseguir una copia. Empero, aunque vi toda la serie de cine, nunca me animé a leer uno solo de estos engendros mágicos.
- “Historia de dos ciudades” de Charles Dickens. Ya dije cuáles han sido mis lecturas de este genio de las letras universales.
En fin, hay muchos libros, por más lectores que seamos unos y otros, que no hemos leído, que han esperado por años nuestra atención, que no hemos tenido noticia siquiera de que existen o que, simplemente, como algunos de los mencionados, nunca leeremos.
- El guardián entre el centeno
J. D. Salinger
- 1984
George Orwell
- Grandes esperanzas
Charles Dickens
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