Chikungunya y seguridad social
La actual epidemia de la fiebre chikungunya es un ejemplo claro de la necesidad de aplicar un verdadero sistema de seguridad social ante la inoperancia del sistema nacional de salud pública.
El sistema nacional de salud pública llegó tarde e inefectivamente al ataque de la chikungunya. La epidemia se lo comió, como dice el pueblo, y a los afectados, particularmente si están afiliados al sistema de la seguridad social, les ha salido caro.
A las empresas y a las escuelas, ni hablar, con el ausentismo, en el caso escolar, en plenos exámenes de fin de año.
Si la Ley de Seguridad Social se estuviera aplicando como ella misma manda, los afectados hubiesen acudido a los Centros de Atención Primaria, sin costo alguno para ellos. Estos mismos centros, como son los más interesados en evitar ser arropados por los pacientes, hubiesen promovido campañas de prevención.
Igualmente, si Salud Pública no tuviese tantas funciones que la hacen inoperante, probablemente también habría tenido tiempo y recursos para iniciar su propia campaña de prevención.
La incapacidad de los gobiernos de poner en ejecución plenamente la Ley de Seguridad Social le cuesta muchísimo dinero a los que ya la pagan, a las empresas, que también la pagan, y a todo el mundo.
No es posible que gobiernos que gozan de gran popularidad no le doblen el pulso a los intereses creados que impiden que este pueblo pueda vivir en paz y con salud.
atejada@diariolibre.com
Si la Ley de Seguridad Social se estuviera aplicando como ella misma manda, los afectados hubiesen acudido a los Centros de Atención Primaria, sin costo alguno para ellos. Estos mismos centros, como son los más interesados en evitar ser arropados por los pacientes, hubiesen promovido campañas de prevención.
Igualmente, si Salud Pública no tuviese tantas funciones que la hacen inoperante, probablemente también habría tenido tiempo y recursos para iniciar su propia campaña de prevención.
La incapacidad de los gobiernos de poner en ejecución plenamente la Ley de Seguridad Social le cuesta muchísimo dinero a los que ya la pagan, a las empresas, que también la pagan, y a todo el mundo.
No es posible que gobiernos que gozan de gran popularidad no le doblen el pulso a los intereses creados que impiden que este pueblo pueda vivir en paz y con salud.
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