Leyes malas ponen en peligro las elecciones
Últimamente he estado tentado a pensar que los autores de la Ley de Partidos y de la Ley Electoral lo hicieron de maldad, pues de otra manera no se explica que pudieran crear textos tan alejados de la realidad y tan imposibles de aplicar como los señalados.
Lo digo porque quienes participaron en su elaboración son personas duchas en la redacción de leyes; los legisladores que las analizaron por meses son personas prácticas que han ganado repetidamente sus curules y porque cada cámara dispone de un cuerpo de asesores legales y políticos que tuvieron que darse cuenta que esas piezas de legislación solo iban a crear un lío que pondría en peligro lo que pretendían organizar.
Por ejemplo, ¿quienes fueron los genios que pensaron que era posible abrir una precampaña política sin que los candidatos pudieran realizar actividades de promoción?
¿Cómo pudieron pensar, buenamente, que el árbitro encargado del proceso, podía, al mismo tiempo, encargarse de aplicar la ley a todo candidato que pusiera un anuncio en las redes o un spot de radio, sin que eso trajera el descrédito del propio árbitro y envolverlo en cientos de demandas ante los tribunales?
Decía un legendario secretario de la Cámara de los Lores del Reino Unido que una ley muy violada era una ley mala y que, por tanto, debía ser radiada del cuerpo de la legislación porque solo contribuía al descrédito de todas las normas.
Se insiste en una reforma a la Constitución, pero lo que tenemos más cerca, el problema más inmediato, es hacer unas elecciones confiables. ¿Con esas leyes? Imposible.
Reformarlas, debiera ser el reto de la hora.
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