Impuestos: por dónde empezar...
Quien firma este artículo es partidario de que todo el mundo, sin importar lo que gane, debe pagar impuestos directos, es decir, de los que duelen, de los que salen del bolsillo para entregarlos al Estado, no de los que se esconden en una botella de cerveza, o en una cajetilla de cigarrillos, para ver si a este pueblo finalmente le duele que le sigan robando el dinero, o que el Estado no responda como debe a las necesidades ciudadanas.
Pero nadie quiere que le pongan impuestos: los más pequeños, porque se echan a muerto, pero tienen para jugar y beber; los de clase media porque ya pagan una parte desproporcionada de lo que recauda el Gobierno y los de la clase alta, porque siempre los evaden. De todos, son los que menos pagan.
El gobierno de Luis Abinader, abrumado como está por la falta de ingresos provocada por la pandemia mundial y deseoso de poner al país a trabajar, ha propuesto unos impuestos en el nuevo Presupuesto para el año 2021 y se ha equivocado porque sigue cargando a los que ya pagan más que los demás.
Una jugada mejor hubiese sido que,
1. Comience a desmontar las exenciones (se calculan en 200 mil millones) que tienen empresas que venden miles de millones de pesos y que siguen chupando;
2. Que desmonte el “barrilito” y el “cofresito”, a la mitad de lo que es ahora, al igual que la contribución a los partidos políticos;
3. Que elimine los impuestos regresivos al capital de las empresas, los anticipos, etc., y solo entonces hable con el pueblo de una urgente reforma fiscal. Cuando todos cooperemos, verá que bien le va.
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