El Estado era él...
Se decía de Diandino Peña que prefería pedir perdón después a pedir permiso antes. Arrancaba con lo que tuviera entre manos y en el camino se arreglaban los permisos o se engavetaban los procesos. (O se aburrían los que protestaban...)
Parece que con la terminal de autobuses en el Parque del Este el Gobierno saliente decidió seguir la misma estrategia. Es difícil encontrar otro ejemplo tan obvio de desobediencia a la Justicia por parte del poder.
Ni las leyes ni las sentencias dictadas en contra lograron paralizar unas obras que no contaban con los permisos suficientes. Ni al Tribunal Constitucional se le hizo caso.
¿Era necesario?
El problema queda para el siguiente gobierno. ¿Debe derribar la construcción, eliminar el proyecto? ¿Lo aceptará “porque ya está hecho y no se va a tirar todo ese dinero”? ¿Es realmente el punto de transferencia que se necesita en esa parte del Gran Santo Domingo? ¿Ignorar la ley solucionaba un problema mayor?
Institucionalidad es una palabra muy larga que parece que pertenece al mundo de las ideas abstractas. Nada más lejos de la realidad. Es la esencia de la vida posible en comunidad. Lo que protege los derechos de los de abajo frente a los privilegios de los de arriba. La que permite tener una vida ordenada y unas normas comunes a todos. La que hace posible la democracia, la justicia igual para todos, las reglas de juego claras.
Triste espectáculo el de ayer. Una inauguración con antimotines incluidos en un enfrentamiento que tiene aristas ambientales y que toca el tema del transporte. Dos problemas graves que no se resuelven a botellazos.
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