Ruido
La lucha de Faride Raful por un entorno sin ruidos molestos
Faride Raful ha emprendido una lucha personal contra el ruido. Se le agradece infinitamente, no solo hace cumplir la ley: Ayuda a cuidar la salud física y mental de los ciudadanos, además de favorecer la salud económica del sector donde interviene. Queda desear que no se canse…
Pero hay algo más para un país que apuesta al turismo como un motor crucial de su crecimiento. La ventaja de crecer un poco más tarde que los mercados turísticos maduros es que se pueden anticipar y evitar muchos errores.
Ya hay un movimiento en redes para mapear el mundo en torno al ruido con un llamativo reclamo “¿Se imagina poder elegir el hotel o el restaurante en función de cuán ruidoso es?”
El que elige entrar a una discoteca no tiene ningún problema con los decibelios. Los busca y disfruta, y para eso se ha inventado la insonorización de los locales. Pero el ruido (sea un megáfono de un predicador o la mejor salsa del mundo) sí es un problema para el que pasea por un parque, se siente en una plaza o recorre una calle peatonal en la que cada tienda tiene una bocina apuntando a los transeúntes para atraer clientes.
En los buenos restaurantes ya se pide a los clientes que no hablen por los celulares. Hemos perdido el sentido de la privacidad y empiezan a cansar las conversaciones ajenas en ascensores, salas de espera o cualquier tipo de espacio público. La inteligencia se demuestra también en el ruido que se tolera o produce. Entre el tráfico y el ruido vamos a terminar incapaces de funcionar con normalidad.
Ya hemos llegado a un punto, lamentablemente, en el que las campañas de educación solo servirán para que el que gane la licitación se lleve un buen dinero.
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