Otra diáspora, otra política

La influencia política de la diáspora dominicana

No por exitosa una política carece de fecha de caducidad. Inteligente es adaptarse a cambios inevitables a la orden del día. Nadie se baña dos veces en el mismo río. Se ha intentado atar a la diáspora dominicana al terruño patrio en base a ofertas que la convierten en extranjeros perennes en las tierras que la han acogido.

Pensamos en función de lo vernáculo y las remesas, importantes para el funcionamiento de nuestra economía. Perdemos de vista, sin embargo, a esa segunda, tercera, y cuarta generación sin lazos familiares locales fuertes. Esos extranjeros de origen dominicano no tendrán a quien enviar el “situado”.

Más que insistir en servicios clientelistas, tales licencias de conducir y permisos de armas de fuego solamente válidos en la RD, preferible mirar a la diáspora con una óptica diferente: su adhesión cultural a la patria de sus ancestros está mejor representada si intervienen en la política de los países anfitriones. O si logramos que en el retiro consideren estas latitudes como destino final.

Facilitar la incorporación de norteamericanos de origen dominicano, por ejemplo, a la política de ese gran país nos serviría de catapulta para adelantar nuestros intereses frente a nuestro principal socio comercial. La diáspora necesita crear alianzas con otras minorías como paso obligado para potenciar su músculo, dejando de lado querellas internas. Ejemplo a tomar en cuenta, el único representante dominicano en el congreso de los Estados Unidos, Adriano Espaillat. Su éxito electoral transitó por la integración de afroamericanos, puertorriqueños y judíos a su proyecto político. Hoy en día es la voz más alta en la defensa de lo dominicano en el gran país del norte. Pensar en pequeño no produce resultados grandes.

Aníbal de Castro carga con décadas de periodismo en la radio, televisión y prensa escrita. Toma una pausa en la diplomacia y vuelve a su profesión original en DL.