‘Nuestra sociedad está enferma’: no cesa la indignación por el doble tiroteo en Serbia
En los tiroteos de los días 3 y 5 de mayo murieron 18 personas
Tras los tiroteos de los días 3 y 5 de mayo, en los que murieron 18 personas, Serbia sigue conmocionada. Y un poderoso movimiento ciudadano se organiza para denunciar la violencia que envuelve al país, hasta los más altos niveles del gobierno. Las autoridades, por su parte, intentan organizar una contramanifestación este viernes 26 de mayo, ante una nueva jornada de protestas.
Se trata de una movilización como Serbia no había visto en mucho tiempo. En las últimas semanas, decenas de miles de personas han salido a las calles de Belgrado en tres ocasiones "contra la violencia".
El vaso se desbordó tras las dos tragedias que sumieron al país en el luto a principios de mes. El 3 de mayo, un adolescente de 13 años mató a nueve alumnos y a un conserje en su escuela francófona del centro de Belgrado. Menos de 48 horas después, un joven de 21 años mató a tiros a ocho personas en pueblos cercanos a Mladenovac, en el extremo sur de la periferia de la capital.
Este poderoso movimiento postraumático recuerda al que tuvo lugar hace justo veinte años tras el asesinato del Primer Ministro Zoran Ðindic el 12 de marzo de 2003. Algunos incluso comparan su energía potencial con la que reinaba en vísperas de la revolución del 5 de octubre de 2000, el día en que cayó el régimen autoritario de Slobodan Miloševic.
"Enséñanos a amar”
Cada vez, la participación es mayor: el viernes pasado, una auténtica marea humana invadió las calles de la capital. La multitud no se dispersó hasta muy entrada la noche, tras exigir incansablemente la revocación de las licencias de los canales que emiten programas violentos, la prohibición de los tabloides favorables al régimen acusados de atizar la tensión, y la dimisión del ministro del Interior y del jefe de los servicios de inteligencia.
Aunque varios partidos de la oposición y un sindicato organizan la protesta, ninguna de sus insignias es visible en las filas de los manifestantes. Había algunas banderas serbias asomando por las cabezas y algunas pancartas en las que se leía "Enséñanos a amar" y "Basta de violencia en los periódicos, en la televisión, en la escuela, en casa y en la calle".
Las autoridades respondieron con desprecio, rechazando de plano las reivindicaciones. Para el Presidente Aleksandar Vucic, estas manifestaciones son una "recuperación del luto" y un golpe "político", organizado por "hienas" de la oposición que quieren "tomar el poder violentamente". En lugar de actuar como fuerza de convocatoria, el hombre fuerte de Belgrado prefiere jugar la carta de "divide y vencerás", prometiendo que la noche del 26 de mayo se producirá la mayor concentración de sus partidarios en la historia de Serbia.
Inversión de valores
"Nuestra sociedad está enferma. Desde hace al menos tres décadas se ha producido una inversión de valores", observa el sociólogo Jovo Bakic. "La delincuencia y la corrupción corroen Serbia y descienden desde las más altas esferas del gobierno. Los vínculos entre el Presidente y sus allegados y los hooligans que controlan el tráfico de drogas son muy preocupantes". E insiste: "Serbia vive en un estado de tensión permanente, que mantiene el propio jefe del Estado, para hacerse pasar mejor por el único salvador".
Durante la década de 1990, Aleksandar Vucic fue el jovencísimo ministro de Información de Slobodan Miloševic, un puesto clave para aprender a manipular a la opinión pública. Un cuarto de siglo después, el hombre que controla Serbia con puño de hierro aplica los mismos métodos, que consisten sobre todo en asustar a la gente. "Tienes la impresión de vivir en un país en guerra", observa el antropólogo Ivan Colovic. "Nuestros dirigentes no dejan de repetir que estamos amenazados, que estamos rodeados de vecinos que quieren destruirnos. Así que, para defendernos, tenemos que armarnos".
"La sociedad serbia está impregnada de violencia, empezando por la que se ve en los estadios o en la vida política. Acumulada durante tanto tiempo, esta violencia ha terminado por estallar, como una úlcera que atraviesa el estómago", continúa Ivan Colovic. "Después de todas estas muertes, ya no podemos limitarnos a decir 'así es la vida'. Merece la pena tomar medidas para que no vuelva a ocurrir".
"Es necesaria una catarsis"
"Las armas que han matado en las últimas semanas se cargaban en los años 90", lamenta Jovica Milisavljevic, profesor de Física en un instituto de secundaria próximo a la escuela Vladislav Ribnikar. El profesor, de 50 años, estaba "profundamente afectado" y fue a depositar flores con sus alumnos. "Creo que la movilización contra la violencia que estamos presenciando también es importante, porque necesitamos compartir nuestro dolor colectivamente. Después de estas tragedias, la catarsis es necesaria".
Mientras los pocos medios de comunicación independientes creen que Serbia se encuentra en un punto de inflexión quizá histórico, los periódicos y canales controlados por el régimen cada vez más autoritario de Aleksandar Vucic presentan una realidad alternativa. La radio y la televisión públicas cubren la movilización muy sumariamente, mientras que los tabloides la ignoran ostensiblemente, prefiriendo centrarse en la "violencia sin precedentes" de un puñado de manifestantes "drogados" y "manipulados por servicios extranjeros".
Como resume el profesor de ciencias políticas Rade Veljanovski, "Serbia parece haber vuelto a los años noventa". Cuando reinaba la escandalosa propaganda de Slobodan Miloševic y la oposición preparaba sus armas.
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