La dana de 2024, la gran cicatriz que España tardará en restañar

El martes 29 de octubre se convirtió en un día difícil de olvidar, que comenzó con un aviso rojo por lluvias y dio paso a un episodio extraordinario de precipitaciones muy intensas

Las inundaciones en Valencia por la DANA, dejó el peor balance de víctimas mortales: 222 personas de todas las edades, incluidos niños. (FUENTE EXTERNA)

El año 2024 quedó marcado para siempre en el imaginario colectivo de los españoles por las devastadoras inundaciones en la provincia de Valencia (este) generadas por la dana del 29 de octubre que, con unas precipitaciones que batieron el récord de lluvia máxima en una hora registrada en España, dejaron una profunda cicatriz con múltiples ramificaciones que tardará tiempo en ser restañada.

El martes 29 de octubre se convirtió en un día difícil de olvidar, que comenzó con un aviso rojo por lluvias y dio paso a un episodio extraordinario de precipitaciones muy intensas (un municipio recogió 771 litros por metro cuadrado en 24 horas, el doble de lo que llueve en un año en toda la región de Valencia).

Las lluvias torrenciales causaron desbordamientos y el aumento de los caudales de ramblas como la del Poyo, que experimentó una crecida relámpago y superó los 2,000 metros cúbicos por segundo, cinco veces la capacidad del río más caudaloso de España.

El agua se desbordó con violencia y se llevó por delante todo lo que encontró a su paso: casas, coches, carreteras, vías de tren y empresas, dejando incomunicada una zona que concentra al 30 % de la población de la provincia, antes de desembocar en el Mediterráneo con toneladas de residuos arrastrados.

La cicatriz humana

El peor balance del temporal es la cifra de víctimas mortales: 222 personas -se busca todavía a otras 4- de todas las edades, incluidos niños, arrastradas por el agua mientras estaban en sus coches, garajes o en las planta bajas de sus casas.

Cuando el Gobierno valenciano envió a los móviles el aviso de que se evitaran desplazamientos, el agua ya había inundado gran parte del área que resultó finalmente afectada: 562 kilómetros cuadrados (el equivalente a 56,200 campos de fútbol) en 75 municipios donde viven 845,371 personas.

Más de 37,000 personas tuvieron que ser rescatadas y miles lo perdieron todo bajo un fango, entre ellos centenares de inmigrantes, especialmente latinoamericanos.

La cicatriz económica

La devastación económica dejó cifras apabullantes, como los 13,300 millones de daños directos que calculó la Cámara de Comercio de Valencia tras un desastre natural con 129,000 vehículos destrozados, 69,000 viviendas dañadas o 57 polígonos industriales afectadas en una zona que concentra el 36 % de las empresas de esta provincia del este español.

La Generalitat (Gobierno valenciano) reclama 31,402 millones de euros para la recuperación al Gobierno de España, que ha movilizado ya 16,600, y lleva destinados 808 millones de euros a la reparación de infraestructuras, la retirada de 350,000 toneladas de residuos o las ayudas directas.

Asociaciones de inmigrantes han denunciado reiteradamente que las ayudas aprobadas por las administraciones no están llegando a las personas que trabajaban de forma irregular y que, en muchos casos, se han quedado sin trabajo y totalmente desamparados.

La cicatriz política

Profunda es también la cicatriz de las riadas en el ámbito político. Dos manifestaciones masivas han reclamado que dimita el presidente de Valencia, el conservador Carlos Mazón, por su tardanza en actuar el martes negro, cuando estuvo comiendo varias horas con una periodista.

Desde el Gobierno de España, el presidente Pedro Sánchez considera que quien falló fue Mazón, al que acusa de no entender su responsabilidad, mientras que el líder de los conservadores españoles, Alberto Núñez Feijóo, sostiene que Sánchez no ejerció sus competencias y debería haber declarado la emergencia nacional.

Cicatrices más allá del barro

La necesidad de revisar la gestión de las emergencias y los protocolos de alerta, de adaptarse a un cambio climático que trae fenómenos como este que volverán a suceder o de replantear el urbanismo en las zonas inundables son algunos de los debates que apuntan los expertos, quienes recuerdan que, por donde pasó el agua, lo volverá a hacer.  

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