Reír con Pinochet, un encuentro de Bruno Patiño con "el diablo"

Un análisis filosófico sobre el poder de Augusto Pinochet

El periodista Bruno Patiño habla de su encuentro con Augusto Pinochet. (Fuente externa)

En 1992, Chile está saliendo de la dictadura militar pero el senador vitalicio Augusto Pinochet sigue siendo comandante de las fuerzas armadas. En este periodo de transición, Pinochet, que tiene unos 60 años acepta recibir a un joven periodista francés, corresponsal de Le Monde.

Bruno Patióo consigue la entrevista, que muchos colegas más veteranos no han logrado. Solo que durante este largo encuentro, el entrevistador se ríe con el dictador. Y ese momento va a persegurilo hasta hoy en día. Lo cuenta  En 'Rire avec le diable'- 'Reír con el diablo'. 

Hace más de 50 años, Augusto Pinochet perpetraba un golpe de Estado, derrocando al presidente Salvador Allende. La represión sanguinaria y una reescritura constante de la historia le garantizan un régimen de 17 años.

En 1992, durante la época de transición que llevará a Chile de la dictadura militar a la democracria, llega a Santiago, Bruno Patino, un joven francés que trabaja con el programa de desarrollo de las Naciones Unidas para Latinoamérica. Casi por casualidad se convierte en el corresponsal del prestigioso diario Le Monde. 

Su presencia en el país no es una casualidad, su tesis de doctorado es sobre Chile, su interés por la región también es un asunto de familia: su padre nació en La Paz Bolivia.  

"Siempre me ha fascinado entender, comprender a qué se parece el poder absoluto en el mal. Para mí, en ese momento, Pinochet verdaderamente es la encarnación del mal absoluto en política. Pienso que [entrevistándolo] voy a entender cuál es la diferencia entre un hombre que verdaderamente tiene un poder absoluto, violento y un hombre común", explica el autor de Rire avec le diable, 'Reír con el diablo'.

Escribir un legado

Es con esta motivación que el periodista pide una entrevista con el general Pinochet. Desde un balcón, observa el cortejo blindado de Pinochet que lo lleva cada mañana, almuerza con militares y hace todo por conseguir este encuentro tan codiciada. Una obsesión.

Hasta la fecha, el autor y no sabe realmente por qué le concede esta entrevista que debía durar quince minutos.

Pero de lo que sí está seguro, es que el general golpista está convencido de que "ya ganó", está construyendo un legado que debe escribirse también en un diario que siempre "ha sido muy opuesto a su política".

Una puerta inmensa y un hombre pequeño

En este ensayo, el periodista cuenta todas las peripecias para llegar a este día caluroso de diciembre, en el Cono Sur, y del ceremonial militar para encontrarse con el mal absoluto. Escenario clásico en un lugar de poder, pero que no deja de ser intimidante.

Cuando la puerta inmensa se abre aparece "un hombre que mide un metro 68, que se parece a un anciano y que verdaderamente tiene el rostro y la apariencia de un ser absolutamente normal." 

A Bruno Patino no le interesa la anécdota y tampoco la gloria de haber conseguido esta exclusiva tras casi un año de empecinamiento.

Aun así, al periodista sí le interesa contar cómo, "conociendo lo que fue el golpe de Estado,  la represión, los encuentros que tuve con familiares de desaparecidos, de víctimas, conociéndo todo esto, no se puede evitar el encuentro y el intercambio que uno  tiene con otro ser humano. Y en verdaderamente ese parte yo lo llamo el diablo. No solamente porque el diablo para mí es el mal absoluto en política, pero también porque el diablo sabe seducir".

Una confesión en forma de burla

El autor lo interroga sobre fosas comunes, le habla de campos de tortura, pregunta si tiene remordimientos y en ningún momento niega. 

En el momento en el que se desarrolla el encuentro, las atrocidades del régimen son de conocimiento público. 3,200 muertos y desparecidos y más de 38,000 personas torturadas. El trabajo de la Historia sumará muchas más víctimas. También ya se han encontrado los famosos archivos del terror del plan Condor.

"Pero es como si no tuviese importancia. Entonces es una confesión, pero como si no tuviese importancia en realidad. Ahí usted se da cuenta de que el conocimiento frente al poder absoluto -no es que no sea necesario, es necesario- pero no es suficiente. Se necesita algo más para enfrentar a esa naturaleza de poder."

En Rire avec le diable, el periodista francés admite que su falta de experiencia sumada a la habilidad del represor, al calor y el espesor de la conversación de unas tres horas, lo lleva a reírse con Pinochet de una broma de mal gusto.

Segundos en la escala de una vida, un momento fundador sin embargo de un punto de vista filosófico y periodístico

El poder absoluto sabe seducir

"Todos podemos, a un momento u otro, ser 'víctimas', entre comillas... esto de la seducción del poder absoluto, del mal absoluto. Que todo no es blanco y negro en nuestras vidas, que tenemos que manejarnos en un mundo en que el poder absoluto o el mal puede tener su seducción", nos cuenta en 'Escala en París'. 

Este ensayo debe leerse teniendo la mirada puesta en nuestra feroz actualidad.

Si bien las dictaduras latinoamericanas de los años 70 no se pueden reproducir, hemos entrado en otra era en la que los diablos “se hacen pasar por sirenas”, según Patiño,  impulsados por la aceleración y la desinformación. Sin ir tan lejos, Donald Trump acaba de ser reelecto de manera apabullante.  

"Hoy día con los las redes sociales, con todas esas conexiones, ya no se necesita tanto la fuerza, la seducción puede actuar porque están en relación. Todos estamos en realidad entrevistando cada día a los nuevos diablos y estamos riendo con ellos. Y ese es el problema", analiza.

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