Grito de Capotillo o la chispa que encendió a un país
Hoy se cumplen 154 años de la Guerra de la Restauración
SANTO DOMINGO. Eran apenas 15 hombres armados de machetes y pocos fusiles. El general Santiago Rodríguez los comandaba. Entraron desde Haití al territorio nacional y en el Cerro de Capotillo izaron la bandera dominicana.
En ese lugar, en la provincia Dajabón, donde hoy se erige un monumento en honor a los acontecimientos de ese día, se marcó el 16 de agosto del 1863 el inicio de la Guerra de Restauración que llegó a su fin cuando un decreto de la reina Isabel II de España, de marzo de 1865, declaraba el abandono de los españoles de Santo Domingo.
Lo de Capotillo no fue ni el primero ni el último de los levantamientos armados de un pueblo que propugnaba por el retorno de su independencia lograda en febrero del 1844 y procuraba acabar con la proclama anexionista que hiciera el presidente Pedro Santana en abril del 1861. Ese mismo año, el patricio Francisco del Rosario Sánchez perdió la vida luego que, al mando de unos 400 hombres, entrara al país desde Haití para tratar de restaurar la soberanía de los dominicanos.
Pero los hechos de ese 16 de agosto constituyen una epopeya “digna de figurar entre las grandes de la Humanidad”, plantea el profesor Alfredo Rafael Hernández, quien ayer ofreció una conferencia organizada por el Archivo General de la Nación sobre el papel que jugó la provincia La Vega para la subsistencia y el control territorial del gobierno restaurador.
Un artículo de la revista Clío, que publica la Academia Dominicana de la Historia, titulado “La Guerra de la Restauración desde las filas españolas 1863-1865”, cita que tras el Grito de Capotillo, “el ataque de las filas dominicanas fue tan violento y lleno de sorpresas para las tropas españolas que para finales de agosto los rebeldes ya se habían apoderado de Sabaneta, Guayubín, Monte Cristi, Moca, San José de las Matas, Dajabón, San Francisco de Macorís, Cotuí y La Vega”.