Una casa con sabor a montaña, a solo un paso de Santo Domingo

A 36 kilómetros de la Capital y frente a la Cordillera Central, fue set de un anuncio televisivo.

Al ingresar a esta casa campestre, una perspectiva de la Cordillera Central. En esta gran estancia social, un estilo campestre salpicado de contemporaneidad.

En Quinta Las Lomas, este refugio campestre no solo se regodea de haber sido la locación de un famoso anuncio televisivo, sino que muestra con beneplácito su envidiable vista hacia la Cordillera Central y se enorgullece de ser uno de los mayores deleites de sus propietarios. 

Bajo el concepto de una “casa de campo”, el ingeniero José Manuel Brache, su diseñador y ejecutor, reconoce que esta construcción “fue la resultante de los diversos puntos de vista de sus propietarios y amigos, quienes unieron criterios y voluntades para edificarla”. De hecho, este profesional –que se incluye en el listado de contertulios del matrimonio anfitrión- asegura que esta residencia “fue la primera que se desarrolló con un criterio arquitectónico dentro de la Urbanización Quinta Las Lomas, en Piedra Gorda”.

Como parte del anecdotario que encierra el proceso de esta construcción, que se llevó a cabo hace cinco años, el ingeniero Brache recuerda que “los vecinos y amigos no sólo acudíamos aquí a colaborar con sus propietarios, sino que veníamos a compartir con ellos inolvidables momentos de ocio y dispersión…”. La anfitriona rememora el instante en el que se apersonó al terreno que hoy ocupa esta casa, junto a su esposo y sus tres hijos. “Nos recordó tanto a San José de las Matas, municipio al que nos sentimos tan unidos familiar y sentimentalmente…”, comenta visiblemente emocionada, “…que no pudimos evitar ‘enamorarnos’ de él a primera vista. A partir de ahí, el resto es historia”, concluye.

Bloque a bloque

José Manuel Brache aprovechó el desnivel del lote de 6,000 metros cuadrados, en el que erigió esta infraestructura de 600, creando una base de hormigón armado que luego revistió de pino tratado, para prodigarle “ese sabor a montaña” que la identifica. La piedra que envuelve los cimientos proviene de Piedra Gorda, paraje que alberga a esta construcción y de donde son originarios estos trozos de roca (que le hacen honor a la demarcación por su grosor). 

A raíz del declive geográfico existente en la zona surgió la estructura exhibida actualmente por esta casa. La cocina y las áreas sociales están arriba, para el fácil acceso y el disfrute tanto de sus habitantes como de los visitantes; las habitaciones, debajo, para no desaprovechar el espacio disponible; y un área  más abajo aún (que recibe el apodo de “la covacha” por sus propietarios), la cual quedó hábil para utilizarse y convertirse a futuro en un tablao.

El nivel superior de la casa parece estar unido al gazebo y al jacuzzi, ambos ubicados en el exterior, por medio a un pequeño puente de madera para peatones, que funge como elemento transicional entre estas áreas. 

Que la casa resultase con varios metros de altura en su punto más alto no fue producto de la casualidad, sino de la gran estatura de su anfitrión y de la firme idea de prodigarle frescura, apertura y ventilación. Que terminase contando con más de dos habitaciones se debió a la perseverancia de su propietaria. 

Cabe destacar que antes y durante el transcurrir constructivo, se respetó al máximo el entorno natural, caracterizado por hermosos pinares que ahora exhiben árboles de la familia de las Abietáceas con una misión ornamental y forestal. Hoy por hoy, los filodendros, las palmas reales y los charamicos se han unido a esta especie arbórea junto a algunas variedades florales, como las trinitarias, las orquídeas (de todos los colores imaginables) y las flores de vainilla; a otras frutales, como los mangos, los limones, los pomelos, las manzanas, los higos, los aguacates, las guanábanas, las naranjas agrias, los cajuiles y los cocos, entre muchas más; y a ciertos rubros agrícolas, como la yuca, los guineos verdes, los plátanos, las habichuelas negras, las habichuelas rojas, los rulos y los gandules…

 Una bocanada de aire fresco

El ambiente bucólico envuelve al visitante desde que atraviesa el florido pergolado que antecede al umbral de la casa, y que hace las veces de marquesina. Al ingresar, las miradas se dirigen instantáneamente hacia los amplios ventanales que ofrecen una perspectiva en 180 grados de la Cordillera Central. 

Un módulo central, que alberga dos amplias salas y dos comedores, es el pilar donde se producen las reuniones sociales y familiares, a lo interno de esta infraestructura. En éste, se destaca –como en el resto de las estancias- “una decoración de interiores que encierra matices campestres, con toques de contemporaneidad; siempre adecuada a la necesidad de cada uno de sus habitantes”, según expresa la diseñadora de interiores, Xiomara Alcántara.

Alcántara no solo colaboró con el ingeniero Brache en la arquitectura interior, en la selección de materiales y en la terminación de la casa, sino que intervino en la decoración y en el diseño de interiores de todas las áreas, junto a la propietaria. Esta profesional del diseño también admira profundamente que este espacio de cara a la montaña se mantenga incólume ante el paso del tiempo.

Los tres dormitorios, ubicados bajo el área social, gozan por igual de una magnífica visual hacia el sistema montañoso y se encuentran precedidos por una pequeña sala -con mueble, televisión y chimenea, incluidos-. Cada habitación saca a flote, a través del colorido y de la ambientación imperante, la personalidad de quienes allí pernoctan.

La habitación de los hijos posee dos camas vestidas de verdiazul frente a un decorado azulado con motivos marinos; la de la hija presenta accesorios verdirrojos, y en la de los esposos se destacan las lámparas, los baúles, la cortinería, la ropa de cama y hasta una colección de gorras del anfitrión, que giran en torno al anaranjado tono de las paredes y las texturas.

Dependiendo de la hora o de la estación del año, todos los ambientes se ven invadidos por la neblina, por la luz de luna o por los rayos solares, creando así la locación perfecta para el anuncio televisivo de una reconocida compañía cafetalera que, al igual que los anfitriones, percibieron en esta casa el “Sabor (a libertad) que empieza en el aroma (a montaña)…”.