Un espacio a la altura del malecón capitaleño

El interiorismo de este apartamento desafió la imponencia del Mar Caribe con un estilo ´urban-chic´.

Desde el balcón del onceavo piso de la Torre Veiramar II, al igual que en los de los 21 niveles restantes, se puede divisar una gran parte de la capital dominicana, del Mar Caribe y del Malecón.

Con el mar de frente y flanqueada Para su diseñador de interiores, Andrés Aybar Abud, las vistas panorámicas que se aprecian desde este inmueble debían integrarse a sus espacios interiores sin apoderarse del protagonismo que cobraría el aire cosmopolita, que con toques de sobriedad y distinción, le llevaron a bautizar como ‘urban-chic’ al estilo de este proyecto residencial.

Bajo el diseño y la construcción de la firma Sánchez & Curiel Construcciones S. A., la distribución de las estancias, el manejo de las perspectivas y el trazado de los ángulos permitieron que la arquitectura, tanto a lo interno como a lo externo de este apartamento, lo tornasen contemporáneo, dinámico y hasta un poco atrevido. Asimismo, sus puertas y zócalos -presentados en roble natural-, el porcelanato blanco de sus pisos y otros detalles de terminación, hicieron de éste un espacio más ligero, moderno y propicio para su ambientación.

Aunque las áreas están integradas de forma general, contaron con la debida distribución y demarcación, como para irlas descubriendo en la medida en que fueran transitadas. “Es como si se tratase de un laberinto”, explica su diseñador de interiores.

Vanguardismo, viveza y glamour

Al ingresar a este piso, el área vestibular aguarda al visitante con una pared empapelada que, ubicada a la izquierda, exhibe una llamativa composición de figuras zigzagueantes; mientras que otro papel tapiz, al fondo, se muestra a base de formas geométricas cuadradas, indicando que Andrés Aybar quiso interconectar la estancia a través del print estampado de estos wallpapers (de la línea Romo) al prodigar un toque ‘retro’ y al evocar la tendencia de los años 60 y 70.

 

En el muro del fondo, la combinación de 24 espejos circulares dispuestos simétricamente a modo de un  

Una vez en el área social, se desvela la cocina con una composición totalmente modular y con un estilo italiano, donde el mobiliario combinó el  laqueado en rojo y la madera en wengé. Los acentos en rojo de esta zona se extendieron de una manera armónica, tanto a la sala como al comedor; en la primera se hizo a través de un par de cojines aterciopelados y de unos detalles decorativos (en forma de huevos de resina natural) sobre una de las mesas, y en la segunda, por medio a las pinceladas carmesí de dos obras de Perdomo.

En el estar familiar, Aybar trabajó una paleta cromática muy sobria y neutral. Las tonalidades marrones, como el achocolatado del Para escoger el sofá de esta área se tomó muy en cuenta que su textura fuese encubridora, al igual que la de las butacas, y se previó que fuese amplio, cómodo y duradero. Sobre esta pieza mobiliaria hay cuatro cuadros idénticos, que iluminados directamente y dispuestos de diferentes maneras, crean un interesante efecto óptico de movimiento.

El salón principal no sólo funge como el estar familiar del matrimonio que habita en este apartamento, sino como el cuarto de estudio donde se ubica el centro de entretenimiento modular.

 

Para cumplir con este cometido, Aybar lo tuvo claro desde el principio: aprovecharía al máximo las visuales hacia el Malecón y el Mar Caribe, creando los debidos contrastes al dejar de conceptualizar sobre el tema marino y sin olvidar que este apartamento es, antes que todo, un espacio citadino y, después de todo, un espacio a la altura del malecón capitaleño.