Los ‘paparazzi’ de la Naturaleza
¿Te imaginas ser atropellado por una tortuga mientras buceas, ser picado por una cacata mientras duermes en tu casa o ser atacado por tiburones por una simple confusión? Sí, estas son algunas de las tantas historias que tienen que contar cinco fotógrafos dominicanos, quienes han puesto su talento al servicio de la Naturaleza.
Pedro Genaro
Desde muy joven Pedro ha sido un gran admirador de la Naturaleza, por lo que no es de extrañar que esté convencido de que la fotografía es una herramienta útil para la preservación del patrimonio natural. Su acercamiento a la fotografía llegó luego de convertirse en seguidor de la naturalista estadounidense Annabelle Stockton Dod, quien escribía junto a su esposo acerca de las aves y los ecosistemas que las albergaban en un suplemento sabatino del periódico El Caribe. Aunque no cree que los fotógrafos conservacionistas dependan exclusivamente de los ingresos que les reporta esta actividad y mucho menos que se convertirá en millonario (duró años antes de vender su primera foto y, aun hoy, dona muchas a instituciones sin fines de lucro), considera que primero debe haber compromiso y sobre todo respeto hacia esta profesión. Para él, un fotógrafo conservacionista debe ser paciente, previsor, y conocedor de su oficio desde el punto de vista fotográfico y naturalista, pues hay pocas segundas oportunidades. Ante la pregunta de si ha sentido temor de ser herido o comido por los animales a los que toma fotos, confiesa que a veces debe ser más cauteloso con las personas: “Trabajar en el monte puede implicar encontrarse con inmigrantes ilegales, que aunque no sean personas agresivas tienen muchísimas necesidades, o con infractores de la ley como atracadores, pichoneros de cotorras y pericos, leñadores que hacen hornos de carbón”. Para Pedro los animales más peligrosos que hay en tierra firme -según él “en el mar es otra cosa”- son algunos arácnidos y la única vez que lo picó una cacata fue acostado en su cama. Pero para este fotógrafo no solo los animales suponen un peligro, también lo es en gran medida alcanzar zonas poco accesibles (como Mencía en Sierra de Bahoruco) para hacer un paisaje o fotografiar una planta. De todos los animales a los que ha fotografiado siente una gran admiración por las aves de rapiña, por lo que al endémico Gavilán de la Hispaniola (Buteo ridgwayii) como muy fotogénico: “No solo es un ave preciosa, sino que también es nuestra ave más amenazada, quedando apenas unas doscientas parejas en la vida silvestre, específicamente en Los Haitises que es su último bastión”.
Ricardo Briones
Ricardo era un predador: cazaba y hacía pesca submarina. Sus primeras fotos fueron de las presas y de los lugares donde vivían estas. Perseguir a sus “víctimas” lo llevó a familiarizarse con sus hábitos, a conocerlas y también a enamorarse de sus ambientes. De ahí que surgiera su motivación para estudiar Biología y para trabajar en el Museo de Historia Natural. Durante sus salidas al campo, hacía fotografías de los ejemplares vivos en su entorno natural, luego de los especímenes colectados, así como de los ambientes; primero como pasatiempo y luego como trabajo. No obstante a que asegura que no se puede vivir de la fotografía conservacionista en República Dominicana, considera que es una herramienta de apoyo importante: “Desde luego, hay que saber y conocer lo que se muestra y saber dónde y cómo buscarle”. Para ello -según sus palabras- se necesita tener buena forma física, paciencia, determinación, disponer del tiempo suficiente e informarse sobre el área y sujetos de trabajo, respetar el ambiente y ser práctico con el equipo y accesorios a utilizar. Ante la pregunta de si cree que fotografiando animales cautivos asegurando que se ha arriesgado la vida puede provocar la pérdida de confianza del público, responde: “Sí, lo vemos a diario en esos programas de aventuras con fulano de tal, en canales conocidos... historias que la gente se las cree, eso es sensacionalismo y marketing. Sin embargo, recursos y técnicas avanzadas han sido utilizados por grandes naturalistas y conservacionistas, como el español Félix Rodríguez de la Fuente y muchos especialistas en documentales de la BBC y Nat Geo, que han hecho escenas de animales atacando y cazando en ambientes controlados o con animales entrenados. Gracias a esas prácticas se han podido apreciar eventos naturales que difícilmente se lograrían de forma casual”. A pesar de que ha tenido que desplazarse en auto por carreteras en mal estado y aisladas, ir en bote, helicóptero, avión o a pie por lugares peligrosos, Ricardo confiesa que nunca se ha arriesgado por una foto (aunque al bucear haya corrientes, el bote se dañe con el mar picado, se meta por un sendero del bosque que no conoce...), ni ha sentido temor de ser herido o comido por algún animal a los que ha fotografiado: “Hay insectos (a los que considera fotogénicos) y microorganismos invisibles mucho más peligrosos. Pero también plantas, hongos y el clima”.
Miguel Ángel Landestoy
Miguel Ángel tiene buena memoria; recuerda que le interesa el mundo natural desde los cuatro años. Confiesa que, aunque parezca polémico y hasta irónico, su padre y sus tíos lo llevaban al campo y de pesca. En algunas ocasiones se iba con la familia de amigos cercanos, con quienes empezó a conocer el país y a tener más contacto con los montes nacionales. Al cuestionarle si es cierto que para ser un buen fotógrafo conservacionista primero hay que ser buen naturalista, él responde: “Un naturalista se hace con el tiempo, cuando va experimentando en el campo y va aprendiendo sobre cómo se componen los ecosistemas y la distribución de las especies”. Su interés en la fotografía fue motivado por los documentales de televisión que solía ver en familia -como los de Jacques Cousteau- y por libros y revistas con fotografías de biodiversidad. Durante la educación primaria, dibujaba para la clase los temas de biología e historia. Luego fue tratando de documentar todos sus viajes y coleccionaba fotos de las especies que encontraba durante esas excursiones, por lo que no debe sorprender que considere a la fotografía como una herramienta útil para la conservación de patrimonio natural y para documentar la biodiversidad y eventos en el medioambiente. Según él, hay muchos proyectos en los que las imágenes son piezas claves de la historia o el producto que lo encabezan, pero irónicamente no se toma en cuenta el trabajo del fotógrafo a la hora de elaborar un presupuesto: “No sé cómo lo logran los demás fotógrafos, si no les pagan por su trabajo, lo que costó tiempo, esfuerzo e inversión económica”. Para Miguel sería un sueño hecho realidad poder vivir de la fotografía conservacionista en República Dominicana, por lo que aprovecha para expresar que deberían recibir el apoyo de muchas editoras de libros, de instituciones del estado, y ONGs. Mientras eso llega, él continuará subiéndose en árboles, bajando y escalando precipicios: “Sí, me he caído un par de veces, pero aquí estoy contándoles historias”.
José Alejandro
José Alejandro lleva más de 2,500 inmersiones tratando de conseguir la foto perfecta, aunque todavía no lo ha logrado, afirma que disfruta enormemente intentándolo quizás porque corrobora aquello de que ‘en el mar la vida es más sabrosa’. Se inició en la fotografía tratando de compartir con familiares y amigos las bellezas que veía en sus inmersiones. Sin embargo, sus más de 20 años en la práctica del buceo le han permitido ser testigo del deterioro de los ecosistemas marinos, motivándolo a llamar la atención sobre la problemática por medio a la fotografía. Ante la pregunta de si es cierto que para ser un buen fotógrafo conservacionista primero hay que ser buen naturalista, responde: “Definitivamente hay que conocer el sujeto que se fotografía, muchas veces es la única forma de poder fotografiarlo y de capturar su esencia en una imagen”. Para él, vivir de este tipo de fotografía en República Dominicana no es fácil, pues considera que hace falta educación sobre el tema, tanto en el público como en los fotógrafos; resulta muy costoso (los equipos, el tiempo, esfuerzo, riesgos...) y no existe un público que la valore. Aunque dice no tener miedo de ser herido o comido por los animales a los que ha fotografiado, confiesa que en los años que lleva buceando le han pasado muchas cosas: “he sido atropellado por una tortuga enorme, picado por medusas, mordido por una morena, pellizcado por varios cangrejos, clavado por erizos, punchado por un pez venenoso, perseguido (y alcanzado) por un pez gatillo defendiendo su nido, empujado por tiburones, defecado encima por un cachalote y una manta gigante (afortunadamente no al mismo tiempo)...”. Según él todo esto pudiera ser gracioso para las criaturas marinas, porque casi todas las veces fue su culpa. Entonces, ¿a qué le tendrá miedo José Alejandro? con todo lo que le ha sucedido: “A los capitanes de botes que se olvidan de los buzos en el mar porque a veces pasa. Por eso siempre les prometo buenas propinas, así estarán pendientes de mí y ansiosos por llevarme de regreso a la orilla, sano y salvo”.
Eladio Fernández
Eladio se ha deshidratado en Pelempito (y por poco no sale), le han atacado por error tiburones en Cuba (a los que tuvo que caerles a patadas y chapelazos por 15 segundos que le parecieron dos horas), le han picado cinco avispas en una oreja y, sin embargo, continúa aficionado por la naturaleza. Su interés por esta inició con la observación de aves y, más luego, con la creación junto a un grupo de amigos de la ONG Sociedad Ornitológica de La Hispaniola. Cuando empezó hacer fotografía solía llevarse 16 rollos de 36 fotos (c/u), pues debía “hacer la misma toma de la misma cosa” para que, al menos, una de esas funcionara. El problema era, que cuando regresaba a revelarlos y marcaba el rollo que supuestamente tenía la mejor foto de todo el viaje, le decían que la máquina y el rollo se habían dañado. Por suerte, algunas fotos sobrevivieron a esos accidentes y con el tiempo se dieron a conocer entre especialistas de varias ramas de la biología que, realizando trabajos en el país, le preguntaban si tenía fotos de lagartos, de flores... Aunque ahora agradece a la era digital afirma que “la gente tiende a no creer en la fotografía cuando está bien hecha porque piensa que tiene mucho photoshop”. Para Eladio todos los animales son fotogénicos, aunque confiesa que tiene las fotos de todos los animales tontos: “se supone que el que es inteligente y el que tiene su sentido de supervivencia bien desarrollado tiene que salir huyendo si tu te le pegas, porque te percibe como una amenaza”. Este fotógrafo considera la fotografía de conservación como un concepto nuevo con un valor didáctico, científico y no necesariamente artístico. Para ello, según sus palabras, se necesita buena condición física, paciencia, conocimiento del sujeto y sobre todo “armarse, a veces, de un chin de valor para sacar de abajo cuando te encuentras con tiburones y/o ballenas”. Ante la pregunta de si ha tenido miedo de ser comido o herido por alguno de los animales a los que ha fotografiado solo atina a decir: “¡Sí, o picado por un machete también!”.