La carne y el pescado artificial se acercan a nuestros platos
Las pruebas permitieron crear tejidos de carne con una impresora 3D
Crear carne a partir de unas pocas células ya no es ciencia ficción: un cosmonauta acaba de hacerlo a bordo de la Estación Espacial Internacional. Y la llegada de esos productos a los supermercados ya solo parece ser cuestión de tiempo.
Las pruebas llevadas a cabo en el espacio en septiembre permitieron crear tejidos de carne vacuna, de conejo y pescado con una impresora 3D.
Esa nueva tecnología podría “hacer posible los viajes de larga duración y renovar la exploración espacial”, por ejemplo hacia Marte, explica a la AFP Didier Toubia, el jefe de la empresa emergente israelí Aleph Farms que dio células para la experiencia.
“Pero nuestro objetivo es vender carne en la Tierra”, dice. Según él, esas pruebas permitieron demostrar que es posible producir carne lejos de cualquier recurso natural cuando sea necesario.
“Nuestra meta no es sustituir a la agricultura tradicional”, afirma. “Es ser una mejor alternativa a las explotaciones industriales”.
¿Carne cultivada?
La primera hamburguesa “in vitro”, creada a partir de células madre de vaca por un científico holandés de la universidad de Maastricht, Mark Post, fue presentada en 2013.
Varias empresas se han adentrado en ese sector desde entonces, pero el coste de producción sigue siendo muy alto y ningún producto está en venta.
Ni siquiera está claro el nombre que llevarán esos productos: ¿carne “de laboratorio”?, ¿”artificial”?, ¿”a base de células”?, ¿”cultivada”?
A pesar de ello, ya se han llevado a cabo degustaciones y los actores del sector creen que podrán comercializar esos productos bastante pronto a pequeña escala.
“Probablemente este año”, dijo a primeros de mes el jefe de la compañía californiana JUST, Josh Tetrick, en una conferencia en San Francisco. “No en 4.000 supermercados Walmart ni en todos los McDonald’s, sino en un puñado de restaurantes”.
De momento, aunque se multiplican las innovaciones en los laboratorios, el sector tiene dificultades para dominar los procesos y las máquinas necesarias para crecer a gran escala.
La llegada a los supermercados con precios asequibles podría tener lugar en un plazo de cinco a 20 años, según las estimaciones.
Para varios observadores se necesitarán muchas más inversiones. El sector apenas atrajo 73 millones de dólares en 2018, según The Good Food Institute, un organismo que promueve las alternativas a la carne y al pescado.
Otro de los obstáculos que deberán superar esos productos es la reglamentación, que aún es muy imprecisa respecto a esos nuevos alimentos.
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Para sus partidarios, las carnes y pescados a base de células pueden transformar de forma duradera el sistema de producción, evitando tener que criar y matar animales.
Hay dudas sin embargo sobre su verdadero impacto medioambiental, especialmente respecto a su consumo energético o su seguridad alimentaria.
Pero “las oportunidades son enormes”, afirma Lou Cooperhouse, director de la empresa BlueNalu.
“La demanda (de pescado) a nivel mundial nunca ha sido tan grande”, explica a la AFP. Y “tenemos un problema de abastecimiento” entre la sobrepesca, el cambio climático y la incertidumbre constante sobre lo que caerá en las redes.
Su empresa, creada en 2018, desarrolla una plataforma tecnológica que puede servir para concebir diversos productos del mar, especialmente filetes de pescado sin raspa ni piel.
La literatura científica sobre las células madre, el conocimiento biológico o la impresión de tejidos orgánicos ya existían, recuerda el director tecnológico de BlueNalu, Chris Dammann. “Había que juntarlo todo y optimizarlo”.
El crecimiento de las proteínas hechas a partir de células animales no parece preocupar mucho a la agricultura tradicional.
“Lo tenemos en cuenta” y “algunas personas, por motivos sociales, querrán comer ese producto”, dice Scott Bennett, encargado de las relaciones con el Congreso en el principal sindicato agrícola estadounidense, Farm Bureau. Pero el mercado es amplio y seguirá extendiéndose con el creciente consumo de proteínas animales en los países en desarrollo, apunta. AFP/Juliette Michel
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