¿Cuál es el costo de vivir de las apariencias?
Esta forma caótica y poco saludable de vivir tiene un componente económico: la llamada “dinamización de la economía”
Se nos enseña desde la carencia. La clave para una vida mejor es todo aquello que no tienes: un mejor trabajo, más dinero, un auto despampanante, una pareja que parece modelo. Constantemente se nos invita a alcanzar más, a trabajar por mejores cosas, esa carrera interminable hacia la satisfacción que solo crea nuevas necesidades inventadas por una sociedad de consumo y por seres que buscan diferenciarse, ser envidiado a toda costa.
El creerse superior por lo que se tiene, la necesidad de demostrar ser distinto a la muchedumbre, ser mejor, más talentoso, más inteligente, más hábil y, por supuesto, más rico. Llenar espaciosos con objetos costosos, repetir como mantra frente al espejo lo que eres, mejor dicho, lo que deseas ser y simplemente finges.
Pretender ser es un estilo de vida. La persona entra en un personaje para ganarse la droga legal de la aprobación y, en muchos casos, la admiración de los demás.
Esta forma caótica y poco saludable de vivir tiene un componente económico: la llamada “dinamización de la economía”. “Cada consumo, cada compra, cada préstamo para mantener las apariencias produce un movimiento circular del dinero, que va desde el pago que ejecuta el empleador por concepto del trabajo realizado (salario), hasta cómo la persona decide gastar el ingreso percibido por su trabajo.
No es un secreto que algunas personas para mantener las apariencias gastan más de lo que ganan, se endeudan en el afán de mostrar que tienen, cuando en realidad carecen; son aquellos que constantemente se ofrecen a pagar las salidas, los eternos benefactores. Estos son conocidos en los bancos comerciales, incluso por los usureros, ya que son clientes recurrentes por su necesidad de capital.
Quienes viven para aparentar se les olvida que eso no tiene fin. Es una carrera donde nadie gana. Con frecuencia sorprendente lo nuevo es desfasado, la moda cambia, surgen mejores cosas que hay que obtener para mantenerse entre el selecto grupo de personas que posee objetos elevados en precio.
Facundo Cabral dijo: “Escapa de los que compran lo que no necesitan, con dinero que no tienen para agradar a gente que no vale la pena”. Si estás entre las personas que viven esta situación y deseas salir del círculo vicioso del pretender, te propongo tres consejos a tener en cuenta:
1. Vive para ti y no para los demás. Aunque es más sencillo decirlo que hacerlo, ya que sentirnos aceptados y ser parte de algo está intrínseco en el ser humano, aprender a vivir para ti libera de la carga de complacer, de intentar ser perfecto y agradar a todo el mundo. Recuerda que nunca será suficiente. Siempre existirán personas más poderosas, inteligentes, adineradas y carismáticas que tú, habrá mejores y peores. Lo que realmente importa es cómo te sientas contigo mismo. Cuando se vive para sí mismo se disfruta la vida sin necesitar aprobación masiva, aun cuando esto signifique dejar de asistir a costosos restaurantes y detenerse a comprar en un puesto de comida en la calle.
2. Cuida tus finanzas. El mejor momento para comenzar a ahorrar fue ayer; el segundo mejor momento es ahora. La vida de pretender es costosa, es enemiga del buen manejo financiero. Comprar artículos innecesarios, despilfarro para hacer ver que se posee dinero de sobra, endeudamiento, mutilación de los ahorros (si es que se tenía) son solo algunas de las acciones que las personas que viven de las apariencias realizan para mantener “el estatus”, todas estas van en detrimento de una vida financiera saludable, se les olvida que un mejor manejo en el presente te llevará alcanzar lo que quieres para el futuro.
3. Saca de la cabeza que eres lo que tienes. Es necesario desapegarse de las posesiones materiales, entiende que si vales por lo que tienes y lo pierdes, dejas de valer. Los objetos se pierden, se rompen, el uso, el desuso y el abuso los deteriora. Eres más que el valor monetario de tu vehículo o tu casa, tu vida no es cuantificable.
Terminaré mencionando un pequeño relato de Anthony De Mello que aparece en el libro Despegarse sin anestesia de Walter Riso: “El maestro parecía absolutamente insensible a lo que la gente pensara de él. Cuando los discípulos le preguntaron cómo había alcanzado tal grado de libertad, él soltó una carcajada y dijo: “Hasta que tuve veinte años, nunca me preocupó lo que la gente pudiera pensar de mí. A partir de los veinte, me preocupaba constantemente lo que pudieran pensar mis vecinos. Pero un día, después de cumplir los cincuenta, de pronto comprendí que ellos difícilmente habían pensado en mí”.
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