Cristopher Román, un dominicano que quiere aportar al país a través de la tecnología
Con tan solo 23 años, este joven tiene su propia empresa de desarrollo tecnológico, ha trabajado en importantes proyectos y ha recibido varios reconocimientos, incluyendo uno de la NASA
La ingeniería mecatrónica es una de las responsables del rápido desarrollo de las nuevas tecnologías a las que tenemos acceso en la actualidad. Sin embargo, estudiar esta carrera en un país en vías de desarrollo, como República Dominicana, supone todo un reto.
Al menos así lo concibe Cristopher Román, un joven que desde pequeño descubrió que la mecatrónica era su pasión, por lo que decidió estudiarla sin pensar demasiado en qué tan rentable sería ejercerla en su país natal. A la fecha, con tan solo 23 años, tiene su propia empresa de desarrollo tecnológico junto al también ingeniero Adrián Martínez, ha trabajado en importantes proyectos enfocados en generar impacto positivo a la sociedad y ha recibido varios reconocimientos, incluyendo uno de la NASA.
El acontecimiento que lo convenció de que la mecatrónica era lo suyo sucedió cuando tenía nueve años. “Uno de los momentos claves que recuerdo fue cuando ocurrió un problema en una de las operaciones cercanas a donde me hospedaba por el trabajo de mi padre. Día tras día veía por la ventana personas llegar a ‘solucionar el problema’, cada uno con una caja de herramientas más grande que la anterior”, cuenta el joven ingeniero egresado del Intec, para luego continuar: “Un día, llegó una última persona. De repente sale este joven adulto, de una camioneta, sin maletas, ni estuche, ni cajas de herramientas”.
En ese momento, relata, se preguntó cómo aquel hombre pensaba resolver el problema, sin herramientas ni instrumentos. “Así que bajé corriendo a ver lo que hacía y, vaya, le tomó menos de 40 minutos resolver el problema”, narra. Fue entonces cuando se acercó a quien había dado con la solución, que seguía haciendo hipótesis en su cabeza y comentándolas en voz baja, y le preguntó cómo lo logró sin herramientas, a lo que éste respondió que sí había llevado herramientas, mientras apuntaba a su cerebro. “Me contó lo que hacía y lo que había estudiado (ingeniería mecánica, en México). Yo quedé maravillado por primera vez”, confiesa Cristopher, sobre cómo nació su pasión por la carrera que estudió.
Después de ahí, siempre tuvo claro lo que quería. Mientras iba creciendo, se orientaba acerca del poder de la tecnología para cambiar a la sociedad e impactar a los países positivamente. Con tan solo 15 años empezó a emprender diferentes proyectos. Llegado a los 17 se dispuso participar en la competencia de planes de negocios del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Mescyt), la cual consistía en formular un plan de negocios viable, sostenible y ejecutable.
A pesar de que aún no había ingresado a la universidad ni tenía un equipo, requisitos para participar en la competencia, logró entrar de forma independiente. Presentó un plan de negocio con foco a la tecnología estructurada en sociedades para el bienestar de la comunidad, con el que obtuvo el primer lugar, por encima de un equipo de siete doctores, dos de ellos con maestría, quienes quedaron en segundo lugar. “Fue un reto increíble, que me apasionó bastante”, expresa.
Después de ganar la competencia del Mescyt y en su primer año en la universidad, Cristopher tomó la decisión, en conjunto con su entonces compañero de estudios Adrián Martínez, de iniciar un nuevo emprendimiento orientado a la tecnología y su impacto positivo: Tracemark Technologies. “Esta es una empresa de desarrollo tecnológico que ayuda a impulsar a todos esos inventores que buscan aterrizar sus proyectos, pero teniendo como clientes principales a zonas francas del país, desarrollando soluciones para buscar potencializar sus resultados que van desde la robótica, software, mecánica, eléctrica y electrónica”, explica, agregando que allí trabaja junto a un equipo multidisciplinario.
Aunque todavía como compañía no han tenido la oportunidad de impactar el país como quisieran en términos tecnológicos, señala que sí han sido parte de varios acontecimientos importantes, como el diseño electrónico y programación de los ventiladores mecánico distribuidos por el Intec y salud pública en el auge de la pandemia el año pasado. “La mayoría de los proyectos con los que hemos trabajado están bajo confidencialidad, pero lo que sí puedo decir es que nos enfocamos en el impacto que generamos en la sociedad, en los usuarios y en las industrias de las que formamos parte”.
A lo largo de los cuatro años que tiene instituida la empresa, junto a su equipo ha desarrollado proyectos en los que nunca imaginó trabajar. El de los ventiladores artificiales es uno de ellos. “Nos vimos con las elecciones de alcaldes y tres días más tarde estaba en Cedimat aprendiendo de neumólogos para poder desarrollar estos sistemas, recibí orientación por parte de varios médicos y fueron parte clave de todo esto. Sin lugar a dudas ese proyecto es un grito del increíble potencial y talento con el que contamos aquí en la República Dominicana”, dice el joven, enfatizando en que el proyecto fue posible gracias a muchas personas y grupos que quisieron aportar.
En la actualidad, Tracemark Technologies trabaja en colaboración con varios organismos del gobierno para impulsar la economía y la calidad de vida. Recientemente la empresa hizo una inversión para la nueva división, encargada de fabricación (operación que anteriormente tercerizaban) pero que surge con la intención de unificar procesos como anodizado, mecanizado y cortes láseres en República Dominicana.
Reconocido por la NASA
Cristopher se declara fanático de las competencias. Ese entusiasmo fue lo que lo llevó a participar en el NASA International Space Apps Challenge de 2020, que consistía en buscar solución a un problema del espacio a través de las artes, tecnología o ciencias. “Animé a mis colegas Erick Castillo y Pedro Germán a participar y formamos un grupo. Como resultado, propusimos un sistema de robots colaborativos para Marte con el objetivo de analizar el subsuelo y así potencializar la exploración y posibilidad de habilitar este planeta”, explica. Dicho proyecto ganó a nivel nacional, por lo que su equipo obtuvo un reconocimiento en el ámbito internacional por parte de la NASA.
Tras haber alcanzado importantes logros en su vida, este joven ingeniero sigue teniendo metas claras; una de ellas lograr una sociedad en la que las matemáticas no sean un tabú, sino, una herramienta más. A eso también incluye su deseo de aportar a su país a través de sus conocimientos para crear un ambiente de oportunidades iguales en el sector tecnológico. “Mi ambición más grande es combatir problemas de la ODS2030 con lo mejor que sabemos hacer, crear”, puntualiza.
A un joven que, al igual que él, le apasione la ciencia y la tecnología, pero que no se anima a estudiarla por miedo a no conseguir un empleo en su área en el país ofrece el siguiente consejo: “Si es lo que te gusta, buscarás la manera de salir a flote, puede que sea difícil, pero encontrarás la salida. En cambio, si no decides correr el riesgo, te quedarás con la duda, no solo de quién pudiste haber sido, si no, de que ahora estás en aguas que no son tuyas”.
Fotos y video: Juan Miguel Peña/Diario Libre.
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