Los aviones de Diógenes
Dominicano recicla materiales para construir aviones a escala
Diógenes vive con su esposa en una habitación de unos cuatro por cuatro metros, en el barrio Cangrejo, provincia Puerto Plata. El color rojizo de las cuatro paredes aumenta la sensación de calor, mientras el hombre de 34 años saca su piano electrónico y enciende un viejo abanico de piso. Sentado sobre la cama pone el instrumento sobre sus piernas y arranca a tocar al lado de la cama matrimonial. En el suelo hay 5 aviones a escala, hechos de madera y otros materiales que ha hecho con sus propias manos.
Diógenes Ventura, originario de San Francisco de Macorís, es un autodidacta. Aprendió a tocar lo básico del piano, haciéndose pasar por evangélico en una iglesia. A partir de ahí fue perfeccionándose hasta tocar en grupos musicales, viajando por diferentes partes del país.
Su vida era la música, pero su primera pasión siempre han sido los aviones. Cuando era niño su mamá lo castigaba porque salía en ropa interior y si cepillarse por la mañana a ver las avionetas rociar productos agroquímicos en las plantaciones de arroz de su pueblo. Esto despertó en él una fascinación por las aeronaves, más aún, cuando visitó por primera vez el aeropuerto de las Américas y pudo ver por primera vez de cerca un avión jet comercial.
Cuando habla de aviones su semblante cambia. Conoce cada aerolínea y modelo de avión, conoce sus características y medidas. Luego de la muerte de su padre, a los 14 años, se mudó a Santiago y tuvo que dejar la escuela para poder trabajar y subsistir.
Ahora vive en el barrio de Cangrejo, en Puerto Plata, a 700 metros de la pista de aterrizaje del aeropuerto internacional Gregorio Luperón. Se sabe las horas de arribos y salidas de los aviones comerciales y en su celular tiene una aplicación para monitorear el tráfico aéreo. Mientras cuenta que no puede evitar estar pendiente de ellos, nos indica que uno está pronto a llegar y nos invita a ir a uno de sus lugares favoritos, un solar privado perpendicular a uno de los extremos de la pista de aterrizaje. Les acompañamos junto a Ismael, de 14 años, quien es uno de sus dos ayudantes, además de Toby, uno de sus perros.
Mientras observa la aplicación de tráfico aéreo, nos dice que sueña con comprar un solar en venta cercano a la pista, donde siente que puede tocar con sus manos los aviones de lo bajo que pasan antes de tocar la pista.
Señala con el dedo el avión de American Airlines que está acercándose a la pista procedente de Miami. Los han visto cientos de veces llegar desde este lugar y aún así ambos se emocionan cuando el Boing, con su tren de aterrizaje abajo, pasa por arriba de ellos con su estruendo. Para ambos esto es inspiración y pasión para lo que hacen.
Regresan al taller, una casucha de zinc y madera con un patio compartido con varias casas. Diógenes utiliza una hoja de afeitar, con precisión de cirujano, para cortar en papel las pequeñas ventanas de un Airbus A320 de JetBlue. Sentado en una silla plástica, está rodeado de gallos de pelea, mientras cuenta que el lugar se lo prestan para poder trabajar tranquilo porque su habitación es muy pequeña. En el taller tiene varios aviones a medio terminar, pero los detalles y las proporciones son evidentemente cercanas a las reales. Tal vez la disciplina de tocar un instrumento musical y la fotografía le han dado la habilidad de fijarse en los detalles.
Diógenes participa de un grupo de fotógrafos aficionados, que consiguen acceso a diferentes aeropuertos para fotografiar los aviones en la pista. Es aquí donde aprovecha para observarlos detenidamente y fotografiar los detalles que le interesan para llevarlos a sus modelos a escala.
Llega la pandemia
Diógenes vivía de la música, recuerda con cierta nostalgia, pero al llegar la pandemia dejaron de llamarle. No había fiestas ni conciertos y debía buscar el sustento para su pareja y una hija de otro matrimonio. Hasta ese momento construir aviones a escala era un hobbie para él, hasta que alguien le dijo que a lo mejor los podía vender.
Con la idea en la cabeza y la necesidad, empezó a elaborar aviones con más detalles y de mejor calidad. Encontró clientes entre los controladores aéreos de los aeropuertos que ha conocido por la fotografía y el boca a boca ha hecho que los pedidos aumenten, aunque aún está lejos de ser un negocio que le permita vivir 100% de los aviones, puede ganar unos RD$38,000 de RD$60,000 invertidos en materiales, sin tomar en cuenta lo que debe pagar a sus dos ayudantes.
Hace unos meses alguien le pidió un Boing personalizado para el presidente Luis Abinader y la primera dama y aunque fue entregado al cliente, no ha tenido confirmación si llegó a las manos del mandatario.
Para sus aviones, utiliza como base para el fuselaje madera desechada, puede ser cualquiera. Las alas las hace de madera prensada y la cola la hace de tubos PVC planchados, así como otros detalles. Cubre el avión con fibra de vidrio y masilla, la cual pule hasta aplicar la pintura según el diseño. Los detalles los recorta en papel y los pinta con spray del color solicitado. Usando fotografías en su celular como modelo, pega los detalles con cola, puertas, ventas y letras. Un solo avión le puede tomar tomar entre 10 y 12 días terminarlo, aunque si le piden varios del mismo puede construirlos más rápido.
El modelo más pedido por los clientes dominicanos es el A320 de JetBlue, aunque ha fabricado decenas de otros modelos, entre aviones comerciales, militares, avionetas y helicópteros.
Diógenes y sus dos ayudantes nunca han viajado en avión fuera del país, ni se han subido en un jet comercial, aunque sí han disfrutado de volar en pequeñas avionetas. Diógenes sueña que su primer vuelo en uno de los modelos que ha fabricado sea a Nueva York y su segundo destino sería Alemania.
Si quiere contactar a Diógenes puede llamarlo al 829 2677129 y si quiere conocer más sobre sus aviones puede visitar su canal de Youtube https://www.youtube.com/channel/UC9A4G93uu4AGH93wP6prsCQ
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